En procura de "El Caribe, Mar de la Libertad"


CN (R) Enrique Román Bazurto; TF Loida Niño Franco; TF (R) Eduardo Schroeder Soto.
Fondo: Batalla del Lago de Maracaibo, tomada del libro "El Caribe, Mar de la Libertad"


Un grato reencuentro en la Historia.


Por:
Luis Eduardo Schroeder Soto.





Este artículo ha sido igualmente publicado en la Cyber Corredera No. 173 de fecha 2015.06.29


Artículo conexo:

Las espectaculares sorpresas de la Historia. Corto artículo en conexión con una amena casualidad encontrándome en los trabajos de bosquejo y preparación de un amplio estudio acerca de la Gloria de Bolívar y su inferencia en la soberanía de Colombia en el Mar Caribe.


Si desea ver este artículo en la Cyber Corredera No. 173 de fecha 2015.06.29, haga clic en el botón a la derecha.




Bajo el sugestivo título de entrada arriba, que se puede interpretar de varias maneras, y naturalmente dejo para celosa imaginación del lector, tengo el gusto de dar continuidad a lo que hace poco les reseñaba sobre “Las espectaculares sorpresas de la Historia”. Pues bien, tan placentera experiencia había de gratificarme con un extraordinario “da capo”, que aquí en pocas líneas me propongo relatarles. En verdad, esta anécdota es en el fondo la expresión de nuestra gratitud por las maravillas que los filántropos y altruistas mensajeros: la Cyber Corredera y los Atrévete, en conjunto nos llevan a evocar, en su laudable perseverancia en solidificar nuestra gran familia naval colombiana.

Habiéndome dirigido a la Secretaría de Historia Naval, solicitando información sobre las fuentes en que había basado sus interesantes cuñas noticiosas del 25 y 30 de marzo 2015, con las que muy someramente se nos informaba sobre el destino que tuvieran algunos de los buques veleros, adquiridos por el gobierno del General Francisco de Paula Santander, por aquellos primeros años de Colombia (la Grande), muy pronto me atendió en persona su Jefe, la amable Teniente de Fragata Loida Niño Franco, enviándome expeditamente una reciente y bellísima publicación de nuestra Armada, con espectaculares imágenes y reseñas históricas de las unidades a flote que la han integrado a través de los años, en la que en sus primeras páginas se toca el tema de las naves grancolobianas en referencia. Con tan invaluable tesoro en mis manos, en modo virtual claro está, me fui de inmediato al índice bibliográfico, e ipso facto quedé impactado con el exclusivo grupo de autores y sus respectivas obras, que figuraban como fuentes de las que se tomaba los valiosísimos datos, soportes de lo publicado en sus 180 páginas. Todos ellos sin excepción están identificados como Oficiales de nuestra Armada, en servicio activo o gozando de su merecido retiro o jubilación, habiendo un par de ellos pasado a mejor vida.

Fuentes más genuinas y fehacientes prácticamente no existen, y viniendo de la pluma de nuestros propios compañeros de arma, es muy honroso para nuestra Armada, y un celoso orgullo para nosotros que nos identificamos con ellos. Esto, queridísimos(as) Correderos(ras) me lleva a recordar que la Historia de nuestra Armada, la escribimos nosotros mismos, a cada instante que tenemos el privilegio de servir en ella, en todas nuestras categorías, especializaciones, grados, posiciones y misiones, en unidades a flote o dependencias en tierra, en la inmensidad del suelo patrio y sus aguas que lo bañan y protegen. ¡Nosotros todos hacemos la Historia de nuestra Armada y con ello la de nuestra patria Colombia! …y llevándola con nuestras propias palabras al papel, se convierte en un invaluable tesoro que heredan nuestros hijos y connacionales en la posteridad.

Bajo el título de Bibliografía, en la página 176, la última con texto, con el bellísimo e impresionante fondo de aguas saladas, vislumbré por suerte el siguiente asiento:

• ROMÁN BAZURTO, Enrique (CN RA) - El Caribe Mar de la Libertad. Barranquilla: Sáenz Impresores, 1996.

Había encontrado por fin la pista para llegar a la fuente fidedigna, en la que se basaba la noticia sobre la escuadra naval del General Santander; así que impaciente sin perder un segundo me lancé por Internet en búsqueda de la página de la editorial allí mencionada, y por fortuna relativamente rápido encontré en ésta la ficha del libro en donde se lee lo siguiente:

http://biblioteca.academiahistoria.org.co/pmb/opac_css/getgif.php?nomgif=moinsMonograph: texto impresoEl Caribe, Mar de Libertad., Origen, Estructura y Operaciones de la Marina Patriota en la Independencia 1810 - 1830. Enrique Román Bazurto.

Allí se especifica que se trata de la 1ª edición de 1996, en 350 páginas, con mapas, cuadros, ilustraciones y fotos. La ficha da otros datos técnicos, pero un ejemplar del libro en sí para adquirirlo en compra, no lo encontré por ninguna parte, por lo que tuve que reanudar la búsqueda tornándose ya en maniobra un tanto complicada y demorada. Apareció por fin un ejemplar en una biblioteca, pero difícilmente asequible en préstamo entre países lejanos. Para peor de cosas, en ninguna librería ni anticuario figuraba la más simple línea sobre el codiciado libro en mención.

La pista estaba apenas entibiándose, cuando me definí en concentrar mi exploración por el camino del autor, Capitán de Navío (R) Enrique Román Bazurto, datos que por el contrario sí me aportaron infinidad de entradas. En los múltiples resultados encontré información sobre otros trabajos suyos, inclusive algunos completos en formato Pdf, que obviamente bajé inmediatamente de Internet, siendo uno de ellos un cuadernillo que quiero destacar, dado por la Universidad del Norte el mismo año 1996, sobre un estudio con el dicente título: “Colombia: Paradoja de un país marítimo con mentalidad mediterránea”.

Dotado ya con suficiente información e imágenes por cierto, las campanas de mi memoria se echaron al vuelo: el apellido Román junto con una foto suya que encontré me eran familiares. Hallando también su dirección en Facebook, le envié sin pérdida de tiempo un mensaje presentándome, hablándole sobre mi interés sobre su libro, y solicitándole me permitiera su dirección de e-mail para darle mayores detalles, y claro está formulándole a la vez mi solicitud de admitirme como amito suyo, y así poder entrar a su página. Todo esto ocurría el viernes 22 de mayo de este año 2015.

Pronto entendí sin embargo, que por este camino el negocio iría a paso de tortuga. Por suerte recapacité que por la senda de esta formidable Cyber Corredera, podría aproximarme a mi Capitán Román de forma más acelerada, y así en la Corredera No. 36 de mayo 2003 encontré encantado su auto-biografía publicada bajo el siguiente título:

MEMORIAS DE UN MARINO HISTORIADOR
Por el Capitán de Navío Enrique Román Bazurto CN 17-024

Guardiamarina 17-024 Enrique
Román Bazurto
Allí leí que integrando el Curso XVII en la Escuela Naval de Cadetes en Bocagrande, se había graduado de Teniente de Corbeta en agosto de 1954. A comienzos de ese año yo entraba a la misma escuela integrando el Contingente XXIV. Todo empezaba a cuadrar perfectamente. Mi Guardiamarina Román, había sido Brigadier Mayor aquél año cuando yo, apenas cumplidos 16 años, me iniciaba en la misma profesión suya como marinos de nuestra patria; él estaba entonces de 23 años.

La puerta empezaba a abrirse. Se me ocurrió recurrir entonces a mi primer contacto, con la amabilísima Teniente de Fragata Loida Niño en Bogotá. Figurando ella entre los integrantes del Consejo Editorial de la formidable publicación sobre las unidades a flote de nuestra Armada, que me había facilitado, entonces ella mejor que nadie debería conocer y tener contacto con mi Capitán Román, por lo que no vacilé en dirigirme a ella rogándole el favor de retransmitirle un mensaje de saludo mío por e-mail, que yo le anexaba. Su respuesta no se dejó esperar:

«…Buenos días. Respetuosamente: Mi CN (RA) Enrique Román Bazurto, es una persona de avanzada edad, como recomendación considero que es mejor que tome contacto vía telefónica xxxxxx (Fijo ciudad de Barranquilla) o xxxxxx. Feliz día…»

Eran eso de las 20:10 horas de verano en Suecia, y 13:10 horas en Colombia cuando tomé el teléfono marcando uno de los números. La diferencia horaria de siete (7) horas estaba a favor mío. La señal de timbre apenas alcanzó a marcar un par de veces, cuando una voz de mujer me contestó al otro lado del Atlántico, por aquellos lares en donde las aguas turbias del imponente Magdalena, se revuelven en jolgorio con las saladas del igualmente majestuoso Mar caribe:

Hola, ¿quién es?

─ Buenas tardes señora, llamo desde Suecia. Por favor dígame si mi Capitán Román se encuentra.

─ Un momento.

Corta respuesta en tono amable y resoluto, lo que indicaba que la comunicación funcionaba perfectamente, y con tanta claridad que logré escuchar muy tenuemente:

─ Preguntan por “mi capitán Román”.

Corta introducción de la señora, advirtiendo muy elegantemente a quien se dirigía, que la llamada era de alguien de la Armada. Su interlocutor debió estar muy cerca, por lo que no demoró en tomar el auricular:

─ ¿Sí? ¿Quién habla?

─ Buenas tardes mi capitán. Le habla Eduardo Schroeder…

La voz me interrumpió.

─ ¿Quién?

─ Schroeder… Eduardo Schroeder. Ud. y yo coincidimos en la Escuela Naval cuando quedaba en Bocagrande…eso hace 61 años... y desde entonces el tiempo ha pasado velozmente no habiendo tenido el gusto de haberme reencontrado con Ud.

Yo hablaba despacio midiendo mis palabras dando la oportunidad a ser interrumpido si necesario. Por suerte yo había reflexionado con anterioridad, que estaba intentando entrar en contacto con una persona que hacía la módica suma de 61 años que no veía, además de que entre un total de cadetes que entonces alcanzábamos a los 200, sin contar guardiamarinas y pilotines, sabía que muy difícilmente se iría a recordar de uno de los más tiernos reclutas, que nada de bochinche hacía por aquel entonces. Sin embargo seguí firme calibrando que un tono suponiendo camaradería entre conocidos, me facilitaba cierta posición favorable.

─…era el año 1954 cuando Ud. en agosto se graduó. Ud. era Brigadier Mayor y yo iniciándome apenas en el primer curso. Lo llamo desde Gotemburgo en Suecia. ¿Me escucha Ud. bien?

─ ¿Dijo Choder? …hola Choder …lo oigo perfectamente… ¿De dónde dice que llama? ¿Cómo me le va?

Mi Capitán se desbordó en preguntas que yo encantado le respondía. Estaba fascinado por una llamada de larga distancia desde Suecia, país que aparentemente le era familiar. Me comentaba que por suerte lo había llamado por el celular, porque estaba en pleno trasteo de residencia con cajas y corotos regados por todas partes. Muy complacido me daba detalles de su nuevo apartamento en Altos de Riomar, con mejor clima y otras comodidades, y dándome la dirección completa, que me repitió despacio un par de veces, me hizo prometerle que lo visitaría la próxima vez que yo pasara por Barranquilla.

─ Eso de la escuela hace muchísimos años… hola. ¿De qué contingente me dijo que era?

Cadete 24-026 Eduardo
Schroeder Soto.
No se lo había mencionado. Le expliqué que era del XXIV, que ese año también eran nuevos los Camberra” del XXIII todos ingenieros, y que los de cubierta inmediatamente superiores eran del XXII, y naturalmente que sabía que él era del XVII, que entonces no éramos muchos en total, y que los mercantes no los contaba en la camada, recordando la constante rivalidad entre Pilotines y Guardiamarinas…

─ siendo los primeros unas “madres” comparados con Uds.

…a lo que él se reía de lo lindo constatando que la cosa no era mejor con los “papayos” como él, procedentes de la Escuela Militar en Bogotá.

Asociando él mi llamada desde Suecia con los poderosos destructores 20 de Julio y 7 de Agosto, concluía que yo era uno de los cadetes becados en conexión con la construcción de aquellos, a lo que yo asentí contándole sobre mi grado en la Real Escuela de Guerra Naval en Näsby Park al Norte de la capital Estocolmo, en octubre de 1958, cuando mis compañeros de contingente en Cartagena ya llevaban un año de graduados. Hablamos de otros de mis compañeros que él conocía perfectamente, y así la charla se desarrollaba como entre oficiales que hubiéramos servido en los mismos buques, o camaradas que parecía no se encontraban desde hace un tiempo. Nada me preguntó de mi grado alcanzado en la Armada, ni de cuándo me había retirado. Él me tuteaba con afecto y yo seguía como corresponde muy fiel llamándolo de Mi Capitán, y empleando el Ud. sólo para agilizar el diálogo, que ya iba para largo.

Cuando toqué la razón por la que lo había llamado, se revivió la charla. Ahora era la Historia la que nos unía solidariamente y hasta en confidencia cuando tocábamos el tema de mi estudio que me encontraba preparando. Estaba fascinado con la orientación que yo de daba, abiertamente crítica poniendo el dedo en la llaga de la “Adversidad secundada de Colombia en el Caribe” también de su interés. Como comenté anteriormente, yo había bajado de Internet aquel librillo sobre la «…mentalidad mediterránea de Colombia…», y al comentárselo me explicaba que aquello era apenas el principio de lo que del mismo asunto había producido. De lo adelantado por mí me decía que quisiera enterarse con más calma, por lo que me repitió su invitación a visitarlo, a la vez que lamentaba haber empezado a tranquilizarse en sus estudios y publicaciones, aclarándome que…

─ Ya llevo un tiempo desprendido de todo eso por Internet con 85 años que tengo, que si te cuento me ocupan de otras cosas.

Y preocupado de verdad se puso cuando le explicaba que me había sido imposible encontrar un ejemplar de su libro “El Caribe, Mar de la Libertad” que urgentemente necesitaba para perfeccionar mi estudio que le mencionara. Me contó que había sido un trabajo de tesis para uno de sus grados en Historia, que la edición había sido de 1000 ejemplares que pronto se agotaron, y que él por suerte aún conservaba uno de ellos, pero que desafortunadamente ahora mismo le quedaba muy difícil saber siguiera en qué caja se encontraba por aquello del desorden con el trasteo. Muy complacido por mi interés en su libro, se hacía él mismo preguntas para dilucidar en dónde podría encontrar otro ejemplar para enviármelo, y al recordar que yo le había comentado que estaba en contacto con la amabilísima Teniente Niño en Bogotá, quien inclusive me había facilitado el número de su teléfono, con gran alegría que se le notaba en el cambio de entonación, me espetó muy animado la siguiente solución a la que había llegado:

─ Mira Choder… para la biblioteca de la Armada yo doné ejemplares de todos mis libros que tenía, que te digo no eran pocos. Allí entre ellos debe estar sin duda el del Caribe. Pídele a Loida en Bogotá, con un abrazo para ella de mi parte, que por favor le saque copias al ejemplar que ella tiene y te las mande cuanto antes a tu dirección allá en ese Polo Norte.

Tapa del libro solicitado.
Lo de Polo Norte me lo dijo en broma haciéndome fieros con el clima paradisíaco en Altos de Riomar. Me agregó detalles de una lista larga que había incluido con los libros, y me contaba bellezas sobre Loida que tanto le había colaborado con los trabajos de la edición del poderoso libro-catálogo sobre los buques de la Armada, ya mencionado un par de veces. Seguro de que ésta era la solución más acertada, me pidió que lo mantuviera al tanto de lo adelantado, y que por nada en el mundo lo fuera a “blanquear” de una copia sobre lo que yo publicara. Expresándole mis sinceros agradecimientos por su atención, interés y ayuda, nos despedimos muy afablemente.

Llegando la hora de la recogida en casa, en este largo y emocionante viernes 22 de mayo, ya por fin entrada la oscuridad un día claro como son estos iniciándose el verano por estas latitudes, me fue difícil conciliar el sueño. No obstante alcancé a enviarle un e-mail a la Teniente Niño en Bogotá, contándole mi grata experiencia llamando por teléfono a mi Capitán Román, y lógicamente transmitiéndole su saludo y el pedido que por mi conducto le formulaba. Imagínense Uds. queridísimos Cyber correderos, lo rico que se siente cuando antes de soltar el ancla en el fondeadero de Morfeo, leía el último mensaje recibido en mi computador antes de apagarlo… era de Loida:

«…Buenas tardes. Respetuosamente:
Me alegra que hubiese tomado contacto con mi Capitán. Así mismo, un funcionario está buscando dicho libro. Agradecería su dirección para hacerle llegar una copia digital.
Feliz tarde.
Atentamente,
Teniente de Fragata LOIDA NIÑO FRANCO
Jefe de la Secretaría de Historia Naval…»

Catorce (14) días más tarde, en extremo complacido y sin límites agradecido, enviaba yo el siguiente e-mail a Bogotá:
«…Amabilísima Teniente Loida Niño Franco.
Acuso recibo de un (1) CD conteniendo el texto completo del libro “El Caribe, Mar de la Libertad” acompañado con su Nota remisoria del 27 de mayo de 2015.
La encomienda llegó este día viernes 5 de junio de 2015, directamente a mis manos a las 11:15 horas en mi residencia en esta ciudad de Gotemburgo, Suecia, en perfecto estado.
Presento a Ud., y por su digno conducto a sus colaboradores en esa Secretaría de Historia Naval, mis más expresivos agradecimientos por tan excelente, expedito y atento servicio, incluyendo un histórico documento reproducido mediante la más alta tecnología y profesionalidad, que lo hacen invaluable.
Muy orgulloso y contento por la enorme amabilidad que Ud. me ha prodigado, me suscribo con un cordial saludo.
Luis Eduardo Schroeder Soto.
P. S.
Naturalmente me será muy grato comunicar esta noticia hoy mismo por teléfono a mi Capitán Román, que seguro le endulzará su “hora cultural” este viernes en la cálida “Arenosa”…»

¡“El Caribe, Mar de la Libertad” está en mis manos!


Ahora es sólo reanudar la batalla en aras de hacer respetar sus aguas que nos quieren arrebatar.

Batalla naval en el Mar Caribe.

Bienvenidos próximamente a:


La Gloria de Bolívar Vs. La Soberanía de Colombia en el Caribe. Estudio que originó lo relatado en esta anécdota, que me salió del alma colombiana, confiando que en alguna forma pueda contribuir a no dejar caer en la acequia del olvido, la más grande de las tragedias de nuestra Patria con el atroz rasponazo de 75.000 kilómetros cuadrados de aguas en nuestro Mar Caribe.

Terminado con las máquinas.

Luis Eduardo Schroeder Soto.






No hay comentarios:

Publicar un comentario

Gracias por su comentario