Yo Cadete Firpo, I

HMS Halland

Por:
Luis Eduardo Schroeder Soto
24-026 Desde Suecia.

Publicado en la Cyber Corredera No 176.
(2015.10.30)
Yo Cadete Firpo; Portada: Introducción al Relato. Contiene enlaces para todos los capítulos.

En vísperas de la gran aventura.


Por estos días hace 60 años (1955), acontecían en mi vida cosas que llegarían a cambiar rotundamente las condiciones de mi existencia, hasta el grado de «…tener que desprenderme de quien yo fuera, para poder ser lo que yo debiera llegar a ser…». Pero como son esas cosas de la vida, en ese mismo intento pronto se demostraría que en mi caso, que no es nada excepcional, se entrometerían otros factores, que no entraban en la fórmula de Albert Einstein (1879-1955), de la que me valgo en este raciocinio, que con prioridad conseguirían hacerse valer, interfiriendo en lo que yo llegaría a ser. O sea que la fórmula del sabio, aplicada en la vida real de los mortales, por fortuna resultaba truncada, y gracias a esa defección parece que, felizmente, nos queda un pequeño marginal muy nuestro, del que alguna ínfima parte podríamos ufanamos, hasta el punto de quererla compartir con nuestro prójimo, lo que muy encantado hago con estas líneas.

Era la década de los 50, cuando a razón de los efectos de la guerra fría, y del intermezzo con la República de Venezuela, respecto a los islotes de Los Monjes, la Armada Nacional de Colombia ponía en marcha, una dinámica era de modernización y potenciación, equilibrando el Poder Naval de la Nación, que se iniciaba con la adquisición de los EE.UU. (base naval en Yokosuca, Japón), de dos (2) fragatas más, semejantes a la ARC Almirante Padilla (1947), de la clase “Tacoma”: la ARC Capitán Tono (1952) y la ARC Almirante Brión (1953); y la construcción en Suecia (1954-1957) de dos (2) nuevos destructores de la clase HMS Halland, de la Real Flota de Suecia, que vendrían a reemplazar los veteranos destructores construidos en Inglaterra, el ARC Caldas y ARC Antioquia, concluidos veintisiete (27) años de su glorioso servicio (1934-1961).

En conexión con el proyecto de construcción de los destructores en Suecia, se pone en marcha la llamada Operación Firpo, de entrenamiento de personal en todas las categorías, en la que yo, junto con nueve (9) Cadetes más de la Escuela Naval en Bocagrande, participamos durante un período de cuatro (4) años redondos (1955-1958), siendo de esa gran aventura y valiosa experiencia, que me propongo compartir con los Compañeros Cyber Correderos, los hechos, pasajes, tópicos y anécdotas de mayor interés, permitiéndome aclarar que mi relato es enteramente personal, haciendo foco en mis propias impresiones, reproducidas de mis indelebles recuerdos, y anotaciones en mis diarios privados, e infinidad de cartas y postales que enviara a mis familiares y amistades, felizmente conservadas con celo, que con el tiempo se convertirían en valiosísimo tesoro. Agréguese a esto, la suerte de haber tenido conmigo una cámara fotográfica, que mis padres me enviaran a la víspera de partir a esa gran aventura.

Empezaré describiendo el elemento humano en mí que, apenas siendo un niño, en par de meses me decido por seguir la carrera Naval, en un principio totalmente ajena a mis designios de turno, y aun así, logro hacerla mía con juvenil optimismo, confianza inquebrantable, y miles de ilusiones.


Cumplidos mis dieciséis (16) años de edad (1953.10.01-Ma.), dispuso el destino y quise yo personalmente, presentarme (1953-diciembre) al concurso para ingreso a la Escuela Naval de Cadetes en Cartagena. Cursaba yo el cuarto (4º) año de Bachillerato en el Gimnasio Germán Peña en Bogotá, en el que, a razón de la ausencia de mi familia por comisión oficial de mi Padre en el exterior, cumplía ya cuatro (4) años como alumno interno. Por aquel entonces el Gimnasio era sólo para varones, con sede en una enorme casona en amplísimo solar en la Carrera 7ª, al tope de la Calle 72, llamada Avenida de Chile. Un tío mío, era mi acudiente en la capital, y yo viajaba al lado de mi familia en vacaciones y navidades. Queda en su lugar aclarar que, en verdad, fueron mis estudios, en los que felizmente me iba bastante bien, lo que originara la determinación de mis padres, en dejarme interno con todas las comodidades del caso, no queriendo ellos interferir en el afortunado curso que estos llevaban. Reconozco, vanagloriándome desvergonzadamente a estas horas de mi avanzada edad que, por aquellos años, supe corresponder a tan exclusivas consideraciones y privilegios, haciéndome acreedor a ganarme la “Copa” al “Mejor estudiante del Gimnasio”, en la Sesión Solemne de diciembre de 1950, y ser declarado, además, “Mejor estudiante Fuera de Concurso” en las correspondientes solemnidades los siguientes años 1951 y 1952. Cambios excepcionales empezaban a ocurrir en mi vida en diciembre de 1953.

La formidable biblioteca puesta a mi alcance en aquel claustro, creada por su fundador y conocidísimo educador, el Dr. Germán Peña Quiñones entonces ya fallecido, se convirtió en un campo de exploración, en el que yo pasaba horas enteras de mi tiempo libre; entretención que formaba mi espíritu, junto con el apoyo y la inspiración que recibía de mis profesores y educadores, entre los que estaba el Capellán del Gimnasio, el célebre Padre Galindo, también Capellán de la Escuela Militar de Cadetes, quien de sus horas de Religión hacía profundas y amenas sesiones de Teología; nuestro profesor en Fisiología y Anatomía, Ricardo Ceballos, estudiante en tercer año de medicina, que temerariamente nos llevaba a estudios y disecciones con cadáveres en el anfiteatro de la Universidad Nacional; el profesor en Historia y Geografía, Guillermo Forero, mentor de mi curso también interno en el Gimnasio, quien en numerosísimas sesiones en horas libres me enseñó y orientó en las artes plásticas, el dibujo y la pintura. Todos ellos contribuían en mi consagración y formación en Ciencias Naturales, Filosofía y Letras, así que las Ciencias del Mar, estaban por aquel entonces allende mis horizontes.

Desfile del 20 de Julio en Bogotá.
Pocos factores, pero muy decisivos, por cierto, me llevaron a interesarme en la carrera naval. Uno de ellos ocurrió el 20 de julio de aquel año 1953, cuando por las calles de Bogotá viera desfilar a la Escuela Naval Cadetes. Su reducido número de representantes en sobrios uniformes negros, bronceados todos por el sol, avanzando a paso lento y marcial, al son de templados tambores y sonoros clarines, me impresionó sobre manera, especialmente después de haber visto pasar por el mismo asfalto, a los integrantes de la Escuela Militar, a paso recio, uniformes en alegre colorido, cascos con penachos blancos, y morrales de la primera (1ª) guerra mundial. Con los navales, aquél lejano, desconocido e infinito horizonte, se volcaba sobre mí. En octubre de ese mismo año, el mes de mis dieciséis (16) años, nos visitó en el Gimnasio un oficial de la Armada, quien muy profesionalmente, nos informaba sobre las grandes posibilidades que brindaba, continuar estudios en la Escuela de Cadetes en Cartagena, en un curso acelerado de tres (3) años, para alcanzar el grado de “Teniente de Corbeta”, y acerca de la misión de la Armada, ejerciendo “soberanía” en nombre de la Patria, a bordo de “unidades a flote” en los inmensos mares que bañaban nuestras costas. Tales términos y conceptos nunca antes escuchados, mucho menos leídos por mí en libro alguno, sencillamente me fascinaron, al igual que me embelesaba el mar, con el que me había familiarizado en vacaciones junto a mis padres. Además, la idea de aquellos estudios sobre ciencias nuevas, resonaba en mis adentros desafiando mi vulnerable curiosidad. Así fue que, junto con otro compañero de curso, nos apuntamos de inmediato como interesados, y dos meses más tarde, nos encontramos involucrados en una verdadera batalla campal, de todos contra todos, entre un elevado número de concursantes, que apenas cabíamos en un enorme salón del Colegio Mayor de San Bartolomé, en pleno centro de Bogotá.

En aquel tercer piso, un aire santafereño se colaba, silbando sin decoro por los ventanales abiertos de par en par, y refrescaba las candentes cabezas, de más de medio millar de entusiastas allí congregados, maquinando todas en dar respuesta a páginas enteras, cargadas de preguntas en varias asignaturas, y problemas matemáticos. No recuerdo el tiempo que tomara tal faena, como tampoco el grado de dificultad que tuviera, pero sí la enorme hambre que tenía al salir de allí.

Colegio Mayor de San Bartolomé.
Aclarada y aprobada esta fase “intelectual”, pasamos a la de “calzoncillos”, la más difícil con exámenes médicos y chequeos físicos, en la que la gran mayoría de los participantes, eran dados de baja con solo quitarse los zapatos. Mi compañero de curso fue desechado por un problema en la vista: Escribo “desechado”, por los ademanes de los galenos que practicaban la inspección del material humano, en las diferentes estaciones de control. Primero hacían un reconocimiento ocular del objeto de turno; luego practicaban una incómoda operación de palpación, medición, y casi que escribo de olfateo, para finalmente indagar el nombre del paciente, con la finalidad de tacharlo en la lista, o proveerlo de un chulo aprobatorio. Los “chulados”, éramos dirigidos mediante un gesto de policías de tráfico, a pasar a la siguiente estación, y a los “desechados”, apenas se les decía casi de sopapo: “pie plano”, “hernia abdominal”, “dentadura incompleta”, “estatura no reglamentaria”, etc., etc. Que si hubo protestas… ¡Cáspita que las hubo! …pero eran más los que se desplomaban aturdidos por el portazo, que los que se erguían encabronados.

Llegada la fase de selección finalizando diciembre, por fortuna mis padres ya estaban de regreso en Colombia. Yo los sorprendí, con la noticia de estar en proceso de enrolamiento en la “Marina”, como entonces se llamaba. El Rector del Gimnasio, Dr. Rogelio Eraso, quien durante cuatro (4) años, había sido para mí el oráculo que me acompañara y guiara en el mundo de los libros, era el primero en recomendar mi «…aptitud, madurez y honorabilidad para, con los mejores resultados, pudiera responder a mis sagrados compromisos…». Con sus palabras todo estaba dicho, y con esto mis padres quedaban felizmente tranquilos y satisfechos, brindándome plenamente su apoyo en mis lozanos designios. Ahora seguía una fase de avance a papelazos: certificados y garantías de toda índole, recomendaciones, fianzas bancarias, etc., casi todo en Papel Sellado, y refrendado por el notario Público, llenaba una carpeta abierta a mi nombre, en la Oficina de Personal del Comando de la Armada, y transcurrido un mes largo, a fines de enero de 1954, creía que aquella mañana yo era el primero en llegar al patio interno, más frío que sombrío, de la casona al frete del Palacio de Nariño. Allí ya había un verdadero tumulto de aspirantes, peleándose poder leer la pequeña nota fijada en un tablero, apenas un poco mayor que ésta. Todos hablaban al mismo tiempo; unos vociferando a grito tendido, los nombres allí anotados, para que otros se enteraran; muchos gritando sus propios nombres, para que aquellos más cercanos a la lista los buscaran. Los que encontraban su nombre, o se enteraban de su registro, explotaban de alegría saltando como locos. Las mismas expresiones de asombro, deliciosas y educadas las unas, rudas y soeces las otras, se empleaban indiferentemente tanto en júbilo y gratitud, como en descontento y maldición.

General Gustavo Rojas Pinilla.
Escurriéndome por un costado, logré avanzar hasta la primera fila de exaltados curiosos, aplastados contra la helada pared. Casi ahogándome por los apretones y empujones que recibía en mi entorno, flotaba yo en el aire sostenido por una masa humana, que me bamboleaba de uno al otro extremo del pequeño tablero, haciéndome imposible hacer foco, en las diminutas líneas escritas a máquina. Por ninguna parte conseguía ver mi nombre, y un total enredo hacía con lo que lograba percibir escrito en las líneas adyacentes, hasta que, concentrándome en el orden alfabético de los apellidos registrados, lentamente fui avanzando, respirando con dificultad, hacia el final de la lista, en donde me parecía divisar el apellido Schroeder. Mis ojos lo veían, pero mi mente se negaba a corroborarlo, hasta no eliminar la espantosa risa sardónica que, sin control, se escapaba de mi garganta. Ante aquella sencilla nota, con los nombres de los seleccionados en Bogotá, permanecí incontables minutos. Retrocediendo luego del lugar, sin desprender la vista del tablero, con un corazón que, en tremenda taquicardia, trataba fugarse de mi pecho, llegué por fin a una distante posición de donde sólo veía un enorme joto gris, en pleno movimiento con vida propia. De pronto, sentí un fuerte golpe en el hombro, a la vez que una voz en letras mayúsculas me decía:

─ ¿Usted que hace aquí?

Volviendo la mirada, y escapándoseme una alegre carcajada al reconocer a mi interlocutor, exclamé:

─ ¿Y usted qué?  ¿También está en la lista?

Capitán de Fragata Eraso Annexy (centro)
Contralmirante Piedrahita Arango (izquierda)
Contralmirante Vaquero Herrera (derecha)
Era Gabriel Medina Correa, estudiante del Gimnasio Germán Peña, recién graduado de bachiller, de quien no tenía la menor idea, que hubiese participado en el mismo certamen para ingreso a la Escuela Naval. Es muy posible que otros bachilleres, o estudiantes de 5º grado del Gimnasio, hubiesen concursando junto con Medina, pero nunca lo llegué a saber. Estando yo de dieciséis (16) abriles apenas cumplidos, siendo sólo del 4º grado, y de ñapa requi-interno con muy limitados permisos para apenas asistir a los exámenes, poco bulto hacía yo por esos corredores repletos de entusiastas, que se tomaban su tiempo, haciéndose ilusiones con buena dosis de francachela, en aquellas diligencias de rigor. Queda en su lugar, reconocer la efectiva estrategia del Oficial reclutador, manteniendo sus charlas arengadoras, cuidándose de mezclar estudiantes de diferentes cursos en un mismo auditorio; una enseñanza que me sería muy útil once (11) años más tarde, cuando siendo Oficial de planta de la nueva Escuela Naval en Manzanillo (1964), me llegara el honroso turno de reclutar aspirantes, por las principales ciudades del Norte de Colombia. Medina se graduó de Oficial con la Promoción XXIV en Cartagena (1957.12.07).

En las horas de la mañana del día jueves 11 de marzo de 1954, viajábamos en un avión de la FAC (Fuerza Aérea de Colombia) con destino a Cartagena. Ese día se integraba en la Heroica, el Contingente XXIV con cuarenta y nueve (49) jóvenes optimistas, provenientes de los cuatro puntos cardinales de Colombia; un contingente que se iniciaba, haciendo parte de esa dinámica viada de modernización y potenciación, puesta en marcha por la Armada Nacional, como quedó mencionado al inicio de este primer capítulo del Cadete Firpo.
  • Era Presidente de la Nación el General Gustavo Rojas Pinilla.
  • Comandante de la Armada Nacional el Capitán de Fragata Jaime Erazo Annexy.
  • Director de la Escuela Naval de Cadetes el Capitán de Fragata Hernando Berón.
  • Comandante del Batallón de Cadetes el Teniente de Navío Alfonso Díaz Osorio.
  • Comandante de la Cuarta (4ª) Compañía, la nuestra del Contingente XXIV, el Teniente de Fragata Hernando Salas.
  • Como Brigadier Mayor estaba el Guardiamarina Enrique Román Bazurto.
Cadete 24-026 Schroeder.

La Escuela, se encontraba localizada a la entrada de Bocagrande, continua a la Base Naval, desde enero de 1941. Sus instalaciones eran frescas y funcionales, para un número reducido de cadetes, que entonces apenas sumábamos unos 200. Nos iniciábamos como reclutas en una escuela de la vida, en la que los mismos educadores, no sólo se habían formado en ésta, sino a la que habían retornado, trayendo en gratitud sus propias experiencias, de una profesión sostenida por los pilares del compañerismo, la caballerosidad, la honorabilidad, y la incondicional entrega, con el irrenunciable celo de servir a nuestra Armada, y con ella a la Patria.

Mucho quisiera escribir sobre este primer encuentro, con lo que se convertiría en mi nueva vida, y encantado lo haré más adelante, cuando la hora llegue para reseñar el otro encaramiento, con lo que radicalmente la cambiaría, haciendo entonces una concienzuda comparación, tanto entre los pequeños detalles y rutinas cotidianas, como entre los métodos, estrategias, y herramientas, para alcanzar los respectivos objetivos. Escribo “respectivos”, porque inclusive existía una marcada diferencia, entre los productos finales que se pretendían forjar. Con sólo decir que la Operación Firpo, se realizaría en latitudes ajenas a las que las proas de los buques de la Armada Nacional, acostumbraban a arar en sus laboriosos cruceros, estaría apenas tratando de componer un escueto croquis, sobre la diferencia entre los hemisferios de operación, y si agrego, que serían otras las estrellas y los horizontes, en los que pondría el lente de mi sextante, entonces lograría más nítidamente darle color a los fondos de los dos grandes mundos, de los que metafóricamente trato de explicar sus enormes diferencias.

Tres selectas Academias Navales.
Cursando el primer semestre del segundo año de escuela (1955), o mejor dicho, cuando ya lucía dos (2) estrellas en mis palas de Cadete, siendo una tradición en la Escuela Naval, premiar a los alumnos que se distinguieran en sus estudios y servicio, con becas para continuar su carrera, en renombradas Academias Navales en el exterior, la Dirección de la Escuela me ofreció a escoger, en un concurso con otros pocos compañeros, entre las academias de Minneapolis (USA), Livorno (Italia) y Valparaíso (Chile). Personalmente elegí a Livorno (centro) en primer lugar, y Minneapolis (izquierda) en segundo. Noticia sobre el resultado del certamen, se comunicaría finalizándose el semestre. La razón de mi elección, se basaba en el aspecto netamente cultural, que caracterizaba al país de destino. ¿A caso no fuera genovés Cristóbal Colón? Además, fue en italiano, que Dante Alighieri escribiera su gran poema “Commedia”, llamada Divina en la posteridad [1304-1321]. Y qué decir de Lacio, la cuna del Latín, la lengua de las lenguas, la lengua del Imperio Romano, y de la liturgia cristiana. Cuando me anoté a Livorno, me hacía ilusiones del poderoso ¡Bravo! que el Dr. Rogelio Eraso, exclamaría al yo informarle que salía becado para Italia. Sobre mi viaje a Suecia nunca le escribí, a razón del secretismo y la incertidumbre que eclipsaba aquella maniobra, como describiré más adelante.

Para fines de mayo del año 1955, la Escuela se embarca en las fragatas ARC Capitán Tono y ARC Almirante Brión, en crucero de entrenamiento. A mí me correspondió embarcarme en la primera mencionada. Después de una semana en maniobras en aguas del Caribe, a lo largo de la costa desde Cartagena hasta el Cabo de la Vela en la Guajira, giramos en redondo poniendo proa a Bocas de Ceniza, por donde entramos aguas arriba del imponente Magdalena, hasta los malecones de la ciudad de Barranquilla. El cambio en las condiciones de navegación, de aguas marinas a fluviales, fue una grata experiencia que daba reposo a mi alborotado estómago, estropeado por la fuerte marea, que tuviéramos durante los últimos días en el Caribe. El tremendo calor, que por el contrario nos ofrecía el bajo Magdalena amarrados en la Arenosa (1955.06.04-Sá.), hacía insoportable la vida bajo cubierta.

ARC Capitán Tono.
Al día siguiente, domingo 5 de junio de 1955, en las horas de la mañana, oí mencionar mi nombre por los altavoces de la unidad, entre otros de compañeros conocidos, dándosenos orden de formar inmediatamente, en la segunda (2ª) cubierta a estribor, ante la cámara del Señor Comandante. La orden fue repetida cuando yo ya iba trepando, todo sudoroso, por las escalas que allí conducían. Éramos una decena de cadetes los llamados a formación, y nos íbamos acomodando en dos filas, a medida que llegábamos, mirándonos unos a otros en catedral silencio, buscando una explicación de lo que estaba aconteciendo. Todos éramos del Contingente XXIV, unos embarcados en la Tono y otros en la Brion, asunto que intensificaba nuestra curiosidad al borde del nerviosismo. Un Oficial, cuyo nombre no recuerdo, a la sazón a órdenes de la Dirección de la Escuela Naval en Bocagrande, luego de ponernos alto y saludarnos, lista en mano procedió a comprobar nuestra presencia. Lo que vino luego fue tan sorpresivo para todos nosotros, que nos dejó mudos por un largo rato, más aún, cuando en nuestras caras brotaban claras señales de alta complacencia, por la sencilla razón de hacernos sospechar, de un procedimiento completamente diferente, de aquellos en los que se repartían “chicharrones” poco populares.

─ Ustedes han sido preliminarmente seleccionados, por el Comando de la Escuela, como candidatos a una comisión en el exterior.

Real Escuela de Guerra Naval de Suecia.
Cortas y claras palabras, con un mensaje que nada tenía en común con la continuidad de nuestro crucero, hacia las aguas de Cuba, como estaba programado. Lo primero que se me vino a la cabeza, refrescada a la sombra de un bote salvavidas, asegurado e esa altura por el costado de estribor, fue la esperada repartición de las becas antes mencionadas, pero mirando a mi rededor, pronto me di cuenta que, entre los presentes, se encontraban compañeros que yo supiera, nunca se habían expresado interesados en aquél certamen. Una aclaración a este fenómeno no se dejó esperar. El portavoz de la grata noticia, sin duda buen conocedor de nuestras hojas de vida, pronto nos dejó aclarado que, los destinos antes señalados para becas en el exterior, habían sido eliminados en esta ocasión. Lo vigente ahora con máxima prioridad, seguía las especificaciones de la llamada Operación Firpo que, en nuestro caso de aceptar la oferta, y de individualmente resultar seleccionados, los estudios se cursarían en la Escuela Naval de Suecia (KSKS). Muy importante era la aclaración de que, para la selección preliminar de los candidatos, que nos encontrábamos allí congregados, se había partido de una minuciosa evaluación de nuestra competencia académica, siguiendo los resultados de los últimos exámenes semestrales, junto con las calificaciones de nuestro servicio militar, y conducta personal. En otras palabras, y muy placentero en anotarlo con toda la humildad del caso, a la sazón se nos estaba considerando, como los cadetes mejor calificados de nuestro Contingente, sin preferencia alguna.

Dos (2) importantísimas condiciones se nos amonestó a tener presente y observar a priori, antes de dar respuesta sobre nuestra voluntad y disponibilidad, aceptando o declinando la nominación, como candidatos a ser becados con destino a Europa: la primera trataba sobre la alta clasificación confidencial, con la que se nos exigía tratar todo en conexión con esta Operación Firpo, y la segunda, sobre una duración aproximada de cuatro (4) años en el exterior, sin incluir viajes de vacaciones, o visitas no oficiales, de vuelta a Colombia. Más información se nos daría en la Escuela en Cartagena a los que aceptásemos, debiendo desembarcar en las horas de la tarde, este mismo día domingo.

Puestos a discreción, se nos dio oportunidad para un diálogo abierto entre nosotros mismos, con la posibilidad de formular preguntas. La primera expresión que se oyó, casi al unísono, a forma de una auto corroboración de lo que estábamos escuchando, fue «…Suecia…», acompañada de numerosas miradas, que decían más que cualquier pregunta. En verdad, fue muy poco lo que se trajo a colación, y en caso de precisar de alguna aclaración, la respuesta que se nos daba era aquella misma, de que en la Escuela se nos daría toda la información de rigor.

Pronto a iniciarse el chequeo de nuestras respuestas, se nos ilustró responder con un «…Positivo…» al escuchar nuestro nombre en caso de querer continuar en el concurso, o con un «…Negativo…» en caso contrario. Llegándome el turno en un chequeo que me parecía avanzaba vertiginosamente, tremendamente emocionado se me enredaron las palabras exclamando «…Positivo mi Teniente …Firmes…». Todo era válido en aquellos momentos de efervescencia y calor, más aún cuando segundos antes había escuchado una respuesta negativa de mi compañero que se encontraba a mi lado, que me había dejado estupefacto. Se trataba de uno de los mejores estudiantes y camaradas de nuestro Contingente. Él no se había anotado para ninguna de las alternativas mencionadas anteriormente, y en esta ocasión no dudó en agregar un elegante «…Positivo mi Teniente…» sin dar mayor explicación, cuando el Oficial le indagara por segunda vez si estaba seguro del «…Negativo…» que acababa de dar. Su nombre lo mencionaría yo más que encantado, pero estoy seguro de que apreciaría mi discreción, limitándome en agregar que él se luciría siendo el más premiado de los Oficiales de la Promoción XXIV, graduados dos y medio (2½) años más tarde en Cartagena (1957.12.07).

─ Sólo los positivos permanecen en la formación. Los negativos pueden retirarse recordando la discreción ordenada.

Así de claro, sencillo y determinante fue el proceso que cambiaría la vida de los siete (7) cadetes que permanecimos allí mirándonos atónitos en la cara. De pronto alguien dio un amable puñetazo en el pecho del compañero al lado, otro par se abrazaba dándose fuertes palmadas en la espalda. En segundos nuestra alegría se tornó en jolgorio cargado de apretones, risas y expresiones de sorpresa empapa de gratitud, ahogando las preguntas que sin esperar respuesta nos hacíamos sobre Suecia y el por qué precisamente ese país.

En las horas de la tarde de aquel feliz domingo (1955.06.05) desembarcamos los siguientes cadetes mencionados por el apellido en orden alfabético:
  • Bermúdez Cunha, Edgardo.
  • Campos Castañeda, Alvaro.
  • Fernández Tovar, Oscar.
  • Gomez Lecompte, Roberto.
  • Schroeder Soto, Luis Eduardo.
  • Torres Herrera, Jorge Alfredo.
  • Trujillo Gomez, Camilo.
De éstos yo era el “Benjamín”, cumplidos diecisiete (17) años el 1º de octubre del anterior año 1954, seguido en mayoría de edad por “Tico” Gómez Lecompte cumplidos los (17) el 19 de agosto del mismo año.

El viaje en bus de regreso a la Escuela en Cartagena fue veloz, feliz, cortísimo y sobrecargado de sensaciones de todo género, entre otras la de poderme duchar apenas llegando, y esa noche dormir en una de las rígidas literas, en alguno de los ranchos que se encuentran vacíos, con sus ventanales abiertos de par en par. Al día siguiente lunes 6 en las horas de la mañana, formamos temprano ante la Dirección de la Escuela, los ahora llamados Cadetes Firpo. El Sr. Director Capitán de Fragata Julio Cesar Reyes Canal salió en persona a saludarnos, y después de resumirnos la agenda tentativa que nos esperaba, nos dejó en manos de su ayudante para una sesión de información general, previa a una entrevista individual con cada uno de nosotros. Informados en términos generales sobre la construcción de un par de destructores en astilleros en Suecia, y el plan de entrenamiento de personal en todas las categorías para su tripulación, me tocó el turno de mi entrevista personal con mi Capitán Reyes. Muy amable me dejó entender que quería asegurarse de mi conformidad y disposición, para continuar mis estudios en la Escuela Naval en Estocolmo, y mi concepto sobre la posible reacción y consecuente aprobación de mis padres, a quienes él informaría personalmente, antes de que yo lo hiciera. También me dejó debidamente aclarado, el gran compromiso que se iniciaba entre las partes, y la prolongada ausencia en el exterior durante los cuatro (4) años de estudios y entrenamiento. Igualmente quedó sentado que el proceso definitivo para la comisión, tomaría algunos días más, calculando que, para fines de junio o principios de julio, se podría entrar a concretar una fecha tentativa para el viaje, de quienes salieran favorecidos. Este mismo lunes 6 a las 9 y 41 P. M., se trasmitía el siguiente mensaje “Vía Marconi” destinado a mi Padre:
SENOR AUGUSTO SCHROEDER CAICEDO CALLE 63 A NR 19-18 BOGOTAREQUIERESE SU AUTORIZACION EXPLICITA FIN CADETE EDUARDO SCHROEDER SOTO FORME PARTE CONCURSO SELECCION COMISION ESTUDIOS CUATRO ANOS PAIS EUROPEO Y SI CASO SALIR FAVORECIDO ESTA DISPUESTO FIRMAR NUEVA FIANZA LA RESPUESTA CON CARACTER URGENTE DEBE DARLA POR CABLE O TELEGRAFOCAPITAN DE FRAGATA JULIO CESAR REYES CANAL DIRECTOR DE LA ESCUELA NAVAL DE CADETES
Temprano al día siguiente martes 7, contestaba mi Padre con el siguiente cable:
CAPITAN DE FRAGATA JULIO CESAR REYES CANAL DIRECCION ESCUELA NAVAL MILITAR CARTAGENACOMPLACIDO AUTORIZO MI HIJO CADETE EDUARDO SCHROEDER SOTO FORME PARTE CONCURSO SELECCIÓN COMISION ESTUDIOS PAIS EUROPEO STOP ESTOY DISPUESTO OTORGAR NUEVA FIANZA STOP ATENTAMENTE AUGUSTO SCHROEDER CAICEDO
"De acuerdo"
CN Julio Cesar Reyes Canal - Sr. Augusto Schroeder Soto.
Recibida esta respuesta afirmativa de mi Padre, se me autorizó mantenerme en contacto con él, en conexión con los adelantos del concurso. Me supongo que los trámites y correspondencia relativos a mis compañeros, serían similares. Como decía con anterioridad, de mi parte yo conservo un valiosísimo tesoro, comprendido por los originales y copias de todos los documentos producidos en estas diligencias, junto con mis anotaciones y cartas personales, además de cantidad respetable de fotografías tomadas por mí, que cubren los años de mi gran aventura en Suecia, y que felizmente, resultó de gran utilidad a estas horas de la vida.

En un comienzo, esperando los resultados del concurso, me parecía que el tiempo transcurría velozmente. Pasábamos los días ocupados con estudios adicionales, haciendo foco especial en el país de destino, su historia y geografía, recobrándonos en inglés, y haciendo deportes para fortificar nuestro estado físico, no faltando las remadas en ballenera a la playa del Club Naval en Castillo Grande, y los trotes a lo largo de los entonces desérticos acantilados de Bocagrande. Obviamente, fuimos sometidos a los correspondientes exámenes médicos.

Pasando las semanas, sin acaecer gran cosa en el frente de nuestra retenida “selección preliminar”, que ya empezaba a originar en mí, incómoda incertidumbre, ni mucho menos tener noticia alguna, sobre una fecha para el tentativo viaje a Europa, el tiempo empezaba a marchar con extremada lentitud. Terminándose el mes de junio, los siete (7) cadetes desembarcados en Barranquilla, fuimos retirados del servicio, pasando a vestirnos sólo en camisa y pantalones kaki, sin gorra alguna. Entrando el mes de julio, siendo los planes de la Armada que fuera un número de diez (10), los cadetes a ser becados con destino a Suecia, se determinó completar el grupo, seleccionando tres (3) cadetes del Contingente XXV, presente en la Escuela sin haberse embarcado. Los siguientes cadetes pasaron a engrosar la fila de los Firpo, dependiendo directamente de la Ayudantía de la Dirección de la Escuela:
  • Acuña Patiño, Raúl.
  • Beltrán Gutiérrez, Jorge Enrique.
  • Laborde Restrepo, Antonio.
Transcurridos un (1) mes y veintitrés (23) días, contados de la fecha de nuestro desembarco en Barranquilla (1955.06.05-Do.), súbito empieza a ocurrir cosas en conexión con el concurso y el viaje a Europa. El Sr. Director de la Escuela escribía a mi Padre las siguientes líneas:

«…Cartagena, julio 28 de 1955.
Nr 00910 / ENC-CBC-106
Señor
AUGUSTO SCHROEDER
Bogotá.
La Dirección de la Escuela Naval se complace en participar a Usted que su hijo el Cadete EDUARDO SCHROEDER SOTO, ha sido seleccionado para continuar sus estudios en el Reino Unido de Suecia.
Además, informo a Usted que debido a que el viaje debe realizarse en la próxima semana, es imposible que los Cadetes se despidan personalmente de sus familiares como esta Dirección lo desearía, pero tiene mucho gusto en comunicarle que su hijo se encuentra muy contento de haber salido favorecido, se halla en excelentes condiciones, y va dispuesto a aprovechar la oportunidad que le da la Armada de seguir sus estudios en el exterior para satisfacción de Usted, de la sociedad y de la Patria.
Capitán de Fragata Julio Cesar Reyes Canal
Director de la Escuela Naval…»
En este mismo día jueves 28 de julio, recibo mi Pasaporte Oficial expedido en Cartagena por la Gobernación del Departamento de Bolívar, válido por dos (2) años hasta el 28 de julio de 1957. Además, informándosenos a última hora, sobre una estadía nuestra en cursos preparatorios en la ciudad de Gotemburgo, sobre la costa Suroeste de Suecia, antes de nuestro ingreso en la Escuela Naval sueca al Norte de la capital Estocolmo, la Dirección de la Escuela nos recomienda llevar con nosotros, ropa de civil y equipo personal, propios para aquellas latitudes en estación de otoño, asunto por el cual, procedo a enviar urgentemente, el siguiente cable a mi Madre en Bogotá:
BETTY SCHROEDER CALLE 63 A 19.18 BOGOTAVUELO MARTES SUECIA REMITANME 2 VESTIDOS PANO CHAQUETA CUERO ZAPATOS MARRON BUFANDA DEMAS PRENDAS TIERRA FRIA TIO LUIS AQUÍ LLAMARALES MANANA TELEFONO ABRAZOS EDUARDO
El día lunes 1º de agosto, el Cónsul de Suecia en Cartagena, registra en mi pasaporte la siguiente Visa de Cortesía:
«…Visado en este Consulado para viajar a Suecia en misión Oficial de Estudios del Gobierno de Colombia…»
Foto en el Pasaporte Oficial.
La carta del Sr. Director de la Escuela, llegaría a manos de mi Padre el día miércoles 3 de agosto, cuando ya estaríamos volando destino a Europa, por lo que mi cable les llegó como una bomba, pero gracias a que un tío mío, se encontraba en negocios de paso por Cartagena, y felizmente se le había ocurrido visitarme en la Escuela, complacido se hizo cargo colaborándome en todas las diligencias, para informar a mi familia los detalles de mi viaje, coordinar localmente las urgentes maniobras para: proveerme de la ropa que afanosamente estaba solicitando de Bogotá, junto con la adquisición de algunos importantes utensilios personales que me hacían falta, y naturalmente, brindarme su calor familiar, en el difícil y extremadamente emocionante momento por el que estaba pasando, a vísperas de los largos años de destierro voluntario, que tenía por delante. Era lamentable que, habiendo pasado casi dos (2) meses en una parsimoniosa espera, no se hubiesen planificado estas importantes operaciones de logística, con más holgura y menos costos.

A propósito de la prolongada espera, que llegaría a un total de dos (2) meses completos [1955.06.05-1955.08.03], quedaba prácticamente demostrado que nosotros los siete (7) Cadetes del Contingente XXIV, que muy optimistas respondiéramos con un patente y jubiloso «…Positivo…», a bordo del ARC Capitán Tono, salíamos todos en un santiamén premiados a continuar estudios en Suecia, en un proceso de selección sui géneris”, que obviamente dejaba indelebles huellas en nuestras almas, y en la de nuestros padres, que se acentuaban con los efectos de la rigurosa condición de los cuatro (4) años, sin derecho a regresar de Suecia en vacaciones, y la súbita abolición de la posibilidad de despedirnos personalmente de ellos.. De esta última determinación, felizmente se libraban tres (3) compañeros, que tenían sus hogares en las proximidades: un cartagenero (Roberto), un barranquillero (Edgardo), y un samario (Antonio).

Queda en su lugar, incluir un modesto balance de los años que, en total, yo llegaría a completar «…desprendido…» de un hogar, persiguiendo aquello de «…poder ser lo que yo debiera llegar a ser…». A los cuatro (4) años recluido en un requi-internado, agrego uno y medio (1½) en la Escuela Naval de Cartagena, más cuatro (4) tentativos en la Escuela Naval de Suecia, dando la módica suma de nueve y medio (9½) años. ¿No sería éste un factor que llegaría a influir drásticamente, en lo que a fin de cuentas yo llegara a ser?  ¡Claro que sí!  …pero para estas sabias conclusiones, no había cupo en aquellos tiernos abriles, completamente henchidos de ambición y de optimismo. Además, ya veremos los efectos de otras sorpresas, que por el camino me esperaban, ocurriendo la primera extravagantemente pronto.

Gratos fueron de todas maneras, esos sesenta (60) días en los que se fundió entre nosotros, un compañerismo que se convertía, en la mejor herramienta y arma que llevaríamos con nosotros, compartiéndola fraternalmente con los tres (3) compañeros del Contingente XXV, que se nos unían en la gran empresa de nuestras vidas, con una misma meta: la de convertirnos en Oficiales de nuestra Armada Nacional, sirviendo en ella para «…satisfacción de nuestros padres, de la sociedad y de la Patria…», como escribía mi Capitán Reyes.

Terminando este primer capítulo de mi relato Yo Cadete Firpo, me es muy grato compartir las palabras que mi Padre escribiera al Sr. Director de la Escuela Naval, en respuesta a su nota de fecha 28 de julio citada anteriormente.
«…Señor Capitán de Fragata
JULIO CESAR REYES CANAL
Director de la Escuela Naval
Cartagena.
Muy apreciado señor Director:Tengo el honor de acusar recibo de su atenta nota número 00910 de fecha 28 de julio próximo pasado, con la cual se sirve comunicarme que mi hijo el Cadete EDUARDO SCHROEDER SOTO, ha sido seleccionado para continuar sus estudios en el Reino Unido de Suecia.
Mi familia se une a mí para expresar a la Dirección de la Escuela Naval, al digno cargo de Usted, nuestra viva complacencia por esta honrosa distinción y nuestra absoluta confianza en que EDUARDO sabrá corresponder, Dios mediante, con indefectible sentido de responsabilidad y con verdadero ánimo patriótico a esta excelente oportunidad que le ha brindado la Armada para perfeccionar su carrera Naval.
Me place suscribirme de Usted, con mi más distinguida consideración y aprecio,
Atento y seguro servidor,
Augusto Schroeder Caicedo…»

Terminado con las máquinas.

Luis Eduardo Schroeder Soto.





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