Yo Cadete Firpo, V

Crucero HMS Tre Kronor, buque Insignia de la Real Flota de Suecia, 1956.

Por:
Luis Eduardo Schroeder Soto
24-026 Desde Suecia.



Yo Cadete Firpo, Portada: Introducción al Relato. Contiene enlaces para todos los capítulos.




Remembranzas de una juventud fugaz.


En esta ocasión me es muy grato traer a colación, una muestra de nuestro “intensivo” servicio a bordo de diferentes tipos de buques de la Flota de Suecia, conforme a la misión primordial adjudicada a la Real Escuela de Guerra Naval (KSS). Comentaré luego, algo tan exclusivo para nosotros los Firpos, como fuera la grata oportunidad de embarcarnos en las fragatas de nuestra Armada, durante su visita a Suecia en 1956, e incluiré finalmente un par de reseñas sobre actividades tradicionales, que ilustran sobre la diversidad de las ocupaciones, que no sólo amenizaban nuestra vida cotidiana, cargada de estudios y maniobras de servicio, sino que igualmente nos aportaban experiencias, tanto en la vida social como en los deportes. Empezaré, sin embargo, con un pequeño pasatiempo cargado de caloroso simbolismo, que teníamos los cadetes en Näsby Park, íntimamente relacionado con nuestros embarques.

El “Ancla de los Cadetes”


Mencionaba en “Yo Cadete Firpo, II” los cuatro (4) años de instrucción en la KSS, correspondiendo a los cuatro (4) grados por los que se pasaba, a saber: uno de Aspirante, dos de Cadete regular, y uno de Cadete Abanderado (Guardiamarina). Durante cada uno de éstos, aproximadamente el 55% del adiestramiento trataba de estudios teóricos en las aulas de Näsby Park, junto con cursos complementarios en otras dependencias en tierra, y el 45% restante con práctica y teoría, embarcados como tripulantes a bordo de diferentes tipos de buques de la Real Flota, siguiendo programas previamente especificados sobre los servicios a prestar y fechas de traslado entre las unidades.

La instrucción en tierra, con sede en Näsby Park, se iniciaba entrado el otoño a fines de octubre, una vez terminados los embarques de verano, que a su turno empezaban entrada la primavera a fines de abril. Durante los cinco (5) meses de servicio a bordo (mayo a septiembre) se registraba gran actividad en todas las divisiones de la Flota, con entrenamiento, maniobras entre las flotillas, y maniobras conjuntas con la Artillería de Costa. A esto se agregaba numerosos viajes y visitas a países europeos, en conexión con delegaciones y operaciones militares de carácter internacional, sin faltar cruceros de instrucción visitando países remotos. El entrenamiento de los cadetes se organizaba en tal forma, que pudieran participar al máximo en ese diversificado menú de actividades. Como se entenderá, los cadetes quedábamos organizados en grupos menores, prestando servicios esparcidos en diferentes unidades, y llegándose al grado de Guardiamarina, era muy raro que más de dos fueran embarcados en un mismo buque, persiguiendo así, dárseles el estatus de oficiales con alojamiento en camarotes para tal rango.

El ancla de los Cadetes.
En las instalaciones de la Real Escuela en Näsby Park, los cadetes teníamos una tradición muy significativa con un ancla de tipo “Almirantazgo” o de “Cepo” tamaño pequeño, con un tramo de cadena, que sumergíamos en un aljibe instalado en el jardín trasero del Palacio de Näsby, de vuelta a las aulas en otoño, terminados los embarques de verano, significando el fondeo de la Escuela en su base, durante siete (7) meses cubriendo el otoño, el invierno y el deshielo. Entrada la primavera al año siguiente, teniendo en mano un intensivo programa de embarque, izábamos el ancla el último día de aulas, significando el añorado zarpe de la Escuela. El “Ancla de los Cadetes”, como yo la he llamado, quedó en las instalaciones de Näsby Park, al ser convertidas éstas en Centro de Conferencias de las Fuerzas Militares de Suecia (1987), y posteriormente, en sofisticado centro social y de congresos en todas las artes y oficios. La foto que he incluido es tomada de un elegante panfleto sobre las actuales instalaciones, mostrando el ancla asegurada a una pesada plataforma de concreto, convirtiéndose en una bella reliquia y motivo para fotografías particulares. Ni una sola palabra se menciona de haber pertenecido a los Cadetes que, durante casi medio siglo, se habían valido de ésta para expresar su gran entusiasmo en convertirse en hombres de mar.

Recuerdo las palabras del Comodoro Hermelin, Director de la KSS, cuando en nuestra primera ceremonia en abril de 1956, nos ilustraba sobre la misión de la Real Escuela. Ésta, decía:
«…está orientada en transformar un joven que, hasta el día de ser admitido como Aspirante, había vivido una tranquila y holgada vida en casa de sus padres, en un Oficial Naval, capaz de valerse de su pétrea y exhaustiva formación profesional. El joven Teniente estaría entonces capacitado a ejercer comando cabal- y eficientemente, tomar decisiones importantes con toda responsabilidad, navegar y conducir buques de guerra a plenitud y con destreza, y ser ducho en comunicaciones visuales. La experiencia marinera, agregaba, es la base para toda actividad a bordo de unidades a flote, siendo así que, su habilidad con el armamento la lograría perfeccionar posteriormente, con las propias armas en el mar, poniendo en práctica sus avanzados conocimientos adquiridos en las aulas técnicas, y centros especializados para tales propósitos…».

Nuestro primer crucero de instrucción.


HMS Älvsnabben.
Recién incorporados a la Escuela en Näsby Park (1955.10.02-Do.), al mes siguiente ya integrados con nuestros compañeros suecos, nos embarcamos (1955.11.15-Ma.) en el HMS Älvsnabben, un buque artillado, especializado en la siembra de minas marinas. Zarpamos de Estocolmo navegando hacia el Sur, a lo largo de la costa de Suecia sobre el Mar Báltico, y luego de una corta visita a la ciudad de Visby (1955.11.16-Mi.), capital de la isla Gotland, la mayor del país en ese mar, pusimos rumbo destino a la Base Naval en Karlskrona, a la que arribamos el martes 29 de noviembre. Al día siguiente nos embarcamos en el crucero HMS Gotland, uno de los más poderosos entre los antiguos a servicio de la Real Marina de Suecia, que estaba siendo acondicionado para emprender su último viaje internacional de instrucción para Aspirantes KSS.

HMS Gotland, crucero-portaviones en la Antillas, 1936.
El HMS Gotland, construido en los astilleros de Götaverken, fue entregado a la Real Marina de Suecia en 1934.12.14, clasificado como “Crucero portaviones” siendo dotado de una estación aérea a popa, con una capacidad para diez (10) aviones Hawker-Osprey, lanzados por una catapulta de aire comprimido, sobre una rampla desplegable de 22 m, alcanzando los aviones una velocidad de 100 km/hora. Por medio de una grúa eran rescatados luego que acuatizaban en el mar.

Avión Hawker-Osprey pronto a ser disparado.
Sus dimensiones eran: eslora 134,7 m; manga 15,4 m; calado 4,5 m; desplazamiento 5550 toneladas; propulsión con dos (2) turbinas de vapor “de Laval”; velocidad 27,5 nudos. Durante la Segunda Guerra Mundial, estando el Gotland en el estrecho de Kattegatt (1941), detectó la salida al Atlántico del acorazado alemán Bismarck, escoltado por el crucero pesado Prinz Eugen, y siguiéndolos a distancia prudente, captó sus intenciones e informó a la Marina Británica, originándose así la persecución que condujera a la famosa batalla naval en aguas del Atlántico Norte (1941.05.27), en la que el primero nombrado fuera hundido. Una de las batallas más grandes de la historia naval de todos los tiempos.

HMS Gotland, Armas.
Terminada la guerra, la estación de aviones fue remplazada por un poderoso complejo de artillería antiaérea, siendo el crucero acondicionado para servir inclusive como nave de instrucción y entrenamiento durante los meses de invierno, alcanzando a realizar diez (10) largos cruceros internacionales. Nuestro curso de Aspirantes sería el último en embarcarse para prácticas en este renombrado buque, que sería luego retirado con pompa, a una fase de mantenimiento en reserva, en la que permanecería hasta ser dado de baja para desmantelamiento (1960.07.01). Se trataba entonces, de una comisión y programas cargados de gran expectativa y publicidad.

A la sazón, el Gotland contaba con el siguiente armamento: dos (2) torres dobles (4 cañones) de 152 mm Bofors M/30; ocho (8) cañones antiaéreos automáticos de 40 mm Bofors M/36; cuatro (4) cañones antiaéreos automáticos de 40 mm Bofors M/48; dos (2) piezas antiaéreas automáticas de 25 mm, Bofors M/32; tres (3) piezas de 20 mm Bofors M/40; seis (6) tubos para torpedos de 53 cm M/34; y cien (100) minas marinas.

¡Firpos al cañón! …a bordo del HMS Gotland (1955.12.03-Sá.)

Pieza doble antiaérea de 40 mm.
El zarpe oficial debería realizarse del puerto de Gotemburgo, así que después de doce (12) días de introducción y preparativos en Karlskrona, partimos en horas de la mañana del lunes 12 de diciembre, hacia aquella ciudad tan apreciada por nosotros los Firpos, integrando una tripulación de 430 hombres, de los cuales 83 éramos Aspirantes de las categorías Naval Militar, activos y de reserva, y de Artillería de Costa. Como Comandante del crucero estaba el Kommendör-Kapten (Capitán de Navío) S. M. G. Hammar.

Al día siguiente, fiesta de Santa Lucía (diciembre 13) muy celebrado en Suecia, zarpamos bajo las salvas de los cañones sobre las rocas de la Base naval a la salida del puerto de Gotemburgo. Íbamos llenos de ilusión y ávidos de adquirir experiencia en el arte naval militar, destino a latitudes templadas y tropicales, a lo largo de la costa occidental de África, escapándonos del crudo invierno que ya teníamos encima.



Como se puede apreciar, el plan del viaje contemplaba visitas a lugares realmente exóticos, como eran Abidjan en Costa de Marfil entonces colonia francesa, Luanda en Angola entonces colonia portuguesa, Takoradi en Costa de Oro entonces colonia británica (hoy día Ghana), y Monrovia en la república independiente de Liberia. A esto se sumaban las más “convencionales” Lisboa, Dakar, Gibraltar, Burdeos y Amberes. Con tal composición se adquiría una magnífica posibilidad de múltiples experiencias culturales, y de poder comparar las condiciones de vida en aquellas primeras colonias que, aun contando con climas, riquezas naturales y “primitivismo” semejantes, se desarrollaban entre sí en formas muy diferentes, a razón de sus divergentes condiciones comerciales y políticas.



Roberto Gómez, Álvaro Campos, Contramaestre (centro), Eduardo Schroeder, Jorge Beltrán y Edgardo Bermúdez (abajo).
Las visitas a los diferentes puertos eran relativamente cortas, pero los anfitriones en todas partes se lucían ofreciéndonos estupendos programas muy bien concertados, que variaban entre actividades culturales, excursiones locales y tierra adentro, recreación en las playas o en magníficas piscinas, y a veces estupendas fiestas en las horas frescas después del atardecer. Las Navidades las celebramos navegando de Lisboa a Las Palmas, y el Año Nuevo lo recibimos atracados en esta ciudad canaria.

Antonio y Eduardo preguntan dirección en Las Palmas.
Lo más importante, sin embargo, era el programa meticulosamente coordinado entre instrucción teorética y práctica a bordo, saturado al máximo de actividades colectivas e individuales, desde las más modestas como eran los servicios de vigía y timonel, hasta los ejercicios más ostentosos de tiro con los poderosos cañones de 152 mm. Naturalmente no faltaron las divertidas y estruendosas salvas “cazando” enormes globos con la artillería antiaérea, y simulacros de ataque con torpedos contra blancos colocados en el mar. Con la consigna de mantenernos siempre ocupados, muchas fueron las horas empleadas en practicar las comunicaciones visuales, de semáforo con banderolas durante el día, y lámparas manuales para morse con luz, en la noche, divididos en grupos sobre la larga cubierta del crucero. Pese a que el calor tropical se hacía insoportable, especialmente al medio día, nosotros los Firpos la pasábamos de lo lindo, mientras que los compañeros suecos hacían piruetas procurando la sombra, y refrescándose con los chorros de las mangueras para incendios, dispuestas sobre cubierta para continuamente mitigar con agua de mar, los candentes aceros del enorme crucero construido para condiciones nórdicas.

De guardia, Raúl Acuña, Camilo Trujillo y Oscar Fernández (al frente después del trompeta).
Una grata sorpresa se nos tenía reservada durante la navegación de Abidjan a Luanda, el domingo 15 de enero de 1956, en el Golfo de Guinea, cuando alcanzando su zenit el astro Sol a las 12:00 horas locales, traspasamos en marcha muy lenta, simultáneamente del Poniente al Levante, el Meridiano de Greenwich longitud “0”, y del hemisferio Norte al Sur, la Línea Ecuatorial, latitud “0”, manteniendo casi sin viada la proa al rumbo 135º.

Neptuno es recibido por el Comandante del Gotland.
Entonces, al estampido intermitente del poderoso Pito, y el ensordecedor rechifle de la Sirena inagotable, consumiendo este par de enormes flautas, el vapor sobrante de las calderas, estando cesadas las turbinas, súbito hizo aparición sobre la recalentada cubierta del magnífico Gotland, el mismísimo Emperador y Señor de los Mares y sus profundidades, el Rey Neptuno, sin causar en esta ocasión sismo o terremoto alguno, con la misión de dedicarse en su lugar, a administrarnos el “Bautismo Ecuatorial” para nuestra aceptación en el “Imperium Neptuni Regis”, a un par de centenares de inexpertos tripulantes, reconociéndonos igualmente como genuinos “Marinos de Guerra”.

Enfermeros y peluqueros / Purgada de tripulantes / Abrazos de esclavos negros.
Siendo nuestro caso, un suceso verdaderamente excepcional, dado que no sólo cruzábamos la Línea Ecuatorial, sino simultáneamente el Meridiano de Greenwich, como quedó descrito, “Neptunus Rex” se apareció acompañado de una representación histriónica de su Corte Imperial compuesta por un médico con enfermeros, una manada de esclavos negros, piratas y asistentes varios. Después de ser recibido cordialmente por el Comandante Hammar, se dio inicio a los rituales de purgada, afeitada, peluqueada, masajes con grasa, embellecimiento con pintura, y a falta de una piscina en cubierta para ser sumergidos, sometidos al fuerte chorro de una manguera para incendios, substituyendo el agua bautismal.


Después del cálido y movido ceremonial, recibimos nuestros respectivos certificados, en prenda y reconocimiento por haber traspasado la Latitud y ser aceptados en los Dominios del Emperador Mitológico. Está en su lugar agregar que, nuestros “despachos” fueron confeccionados con retazos de lona para velas, de 22 x 35,5 cm, con un diseño rústico que por su sencillez los hace valiosos, más aún cuando su cantidad no pasa de dos cientos (200) ejemplares, y muy especialmente a razón de ser testimonio de un hecho histórico, acerca del destino de un famoso buque muy querido por su pueblo que, cumplidos veinticinco y medio (25½) años de servicio, entre ellos durante toda la Segunda Guerra Mundial, sería dignamente retirado de la Real Flota de Suecia.

En ese retazo de lona fijé el medallón en bronce, conmemorativo del último crucero del HMS Gotland, (esquina derecha inferior), junto con tres pequeñas medallas en “Memoria Dulcis” de mi servicio como Guardiamarina, en tres destructores, entre ellos el HMS Smålland (la superior a la izquierda), con motivo del primer lanzamiento de un robot contra blancos de superficie (Anécdota Intrépida en Yo Cadete Firpo, III). Aquel domingo 15 de enero de 1956 fuimos premiados con una exquisita cena, y de los altavoces de la unidad salían gratas melodías a borbotones.

El crucero de instrucción tomó tres (3) meses completos, pero habiéndonos embarcado a mediados de noviembre 1955.11.15-Ma.) en el HMS Älvsnabben, cumplimos cuatro (4) meses redondos de embarque, que de cinco (5) de permanencia en nuestra nueva Escuela, da una excelente calificación a la formación naval que nos esperaba en Suecia.


El HMS Gotland es recibido con salvas de cañón y alegre Banda de Música, sobre las rocas de la Base Naval de Gotemburgo. Bloques de hielo aún se ven correr en las aguas del Río Göta. Diez cadetes colombianos vamos a bordo.

Encuentro deportivo entre Escuelas Navales Nórdicas.


Veintitrés (23) días habían pasado de la botadura del ARC 20 de Julio en Malmö (1956.06.26-Ma.), cuando después de unas cortas vacaciones, llegó la hora de un nuevo embarque, en esta ocasión de toda la Real Escuela, a bordo de unidades estacionadas en la Base Naval de Karlskrona (1956.07.19-Ju.). Buena parte de los cadetes se embarcaron en el HMS Älvsnabben (M01) y el resto en los destructores HMS Gävle (J9) y HMS Uppland (J17), tocándome a mí a bordo del último nombrado. Estos destructores pertenecían a “Clases” diferentes, siendo el Uppland más moderno de la llamada “Clase Öland”, que serviría de inspiración para la “Clase Halland” (prototipo del ARC 20 de Julio) cuya mezcla a su vez, daría origen a la “Clase Östergötland”, la mejor de las mejores en la historia de los destructores suecos y, por cierto, la última generación de esta categoría de buques, que desaparecería por completo a mediados de 1982. Más sobre esta interesante historia, en mi artículo “Los destructores que armaron a Colombia”, en un futuro próximo.

HMS Uppland (J17), haciendo 35 nudos.
De Karlskrona zarpamos hacia el Sur de Suecia, y redondeando la península de Skanör, giramos a estribor hacia el Norte saliendo del Mar Báltico, y por el estrecho de Öre entramos luego al Kattegatt, para seguir por el Skagerrak directo al puerto de Sandefjord a la entrada por el poniente del gran fiordo de Oslo. Después de haber tenido una fuerte marejada por el Skagerrak, fue realmente grato entrar en aguas tranquilas del largo y estrecho fiordo de Sandefjord. en donde arribamos en la mañana del viernes 27 de julio. En este idílico puerto ballenero, se congregaron las Escuelas Navales de Noruega, Dinamarca y Suecia, para celebrar un “fin de semana olímpico”, permaneciendo tres (3) días.

HMS Uppland, Armas
Sobre los juegos deportivos, debo reconocer que, de parte nuestra, recién salidos de la interminable y agotadora fase de “Aspirantes”, con un embarque de cuatro (4) meses a las costillas, viajes por tierra a los “Cuatro Vientos”, botaduras en Gotemburgo y Malmö, estrés intelectual con exámenes para ascenso a Cadetes, etc., etc., fue muy poco lo que pudimos prestar en las pistas de atletismo. Yo hice un intento en natación, pero habiéndose celebrado la competencia en el mar, como correspondía a nuestro “género”, en aguas que a duras penas pasaban de los dieciséis (16) grados Celsius (físico y astrónomo sueco), se me estaba congelando hasta el alma. Así que prefiero concentrarme en lo mío: la belleza de la naturaleza en los archipiélagos, fiordos y bosques de Noruega, la alegría y el buen apetito de los camaradas daneses, la enorme hospitalidad de los compañeros noruegos, los cantos y picardías de nuestros aliados suecos, y el carismático compañerismo de los Firpos, haciendo de tripas corazón, para superarnos sobre esas manadas de “Vikingos”.

La corta jornada deportiva fue coronada con un “Banquete bailable” en el que, a la entrada, nos colocábamos los marinos haciendo un enorme círculo, dentro del cual, cogidas de la mano, formando un círculo interior, rotaban al son de una alegre marcha, las hermosas, elegantes y coquetas “Sandefiorsinas” que, al terminarse la marcha después de algunas vueltas, tomaban como caballero acompañante, al cadete que resultara estar al frente suyo, y de par en par, continuar luego a la ceremonia de recepción con saludo a nuestros anfitriones. Que yo recuerde, todo se desarrolló dentro de la mayor etiqueta establecida para estos casos de nerviosismo incontrolable e inocultable entre las damas, y supremamente emocionante entre los caballeros, …y como dice el cuento, hubo francachela y hubo comilona, bailamos tango a falta de cumbia, celebramos el triunfo de los noruegos, y lo pasamos de lo lindo, quedando de acuerdo en que la próxima “olimpiada” sería en Rönne, puerto principal de la isla danesa Bornholm (588 km2) localizada en el mar Báltico, al Este de Dinamarca, entre la costa Sur de Suecia y Norte de Polonia. Allí nos esperarían los arenques ahumados más deliciosos del mundo, y el encuentro deportivo de tres (3) días, sería tradicionalmente coronado con la “comilona bailable”, pero en esa ocasión con lindísimas “Bornholminas”.

Embarque en barreminas, septiembre 1956.
A Sandefjord volveríamos a mediados de septiembre, pero sólo nuestro curso, tripulando cuatro (4) pequeños barreminas (M10, M11, M13 y M14) de la Base Naval en Gotemburgo, construidos en madera como protección contra minas magnéticas. Con una eslora de 25 m, manga 5 m, calado 1,4 m, y sin armamento, tenían un desplazamiento de 51 toneladas, así que la navegación por el temidísimo Skagerrak a velocidad máxima de 13 nudos, no quiero ni recordarme, pudiendo decir que una cáscara de nuez en aquellas aguas, se portaría más benignamente. Los barreminas estaban comandados por Guardiamarinas, siendo Comandante de la escuadra un Teniente de Corbeta, y el motivo de esa intrépida maniobra, era el de templarnos las tripas apenas empezando a calentar butacas en las aulas de Näsby Park.

Retornando a nuestro tema, temprano el lunes 30 de julio de este año 1956, llamaron a “Estaciones” por los altavoces de los destructores HMS Gävle y HMS Uppland, para zarpar a cumplir un “Rendezvous” con el poderoso crucero sueco HMS Tre Kronor (Tres Coronas) en la Base Naval de Karlskrona, de donde habíamos partido inicialmente, arribando allí en la tarde del día siguiente martes 31 de julio.

Visita oficial a Riga, capital de Letonia.


HMS Tre Kronor.
En la mañana del miércoles 1 de agosto, hizo entrada en la ensenada de la Base en Karlskrona el majestuoso crucero HMS Tre Kronor, luciéndose con un espectacular atraque en el malecón principal, sin asistencia de remolcadores. Nuestro destructor HMS Uppland estaba atracado en un muelle próximo al pasaje de entrada, y los que estábamos reunidos en cubierta después de la izada del Pabellón Naval, tuvimos la suerte de presenciar este imponente show del buque insignia de la Real Flota, al vivo y en directo. El coloso se aproximaba con una viada respetable, pasando casi rosando nuestra popa que sobresalía del corto muelle. Soplaba un fuerte viento en dirección contraria al crucero, por lo que tenía que tener fuerza avante. En esas aparecieron los remolcadores que casi en pánico se aproximaban a la proa del crucero para asistirlo en lo que fuera, a lo que se oyó la voz del Comandante por los potentes altavoces, ordenándoles en voz cortante… ¡Manténganse a distancia! …y segundos después, utilizando el mismo sistema abierto, se oyó que agregaba… ¡Soltar ancla de estribor! …y ¡No pasar amarras! …a lo que el estrepitoso traqueteo producido por los latigazos de los pesados eslabones contra la cubierta de proa, eran acompañados por el poderoso bruñido de los gases y humareda expulsados por las chimeneas, a la vez las hélices sobre-revolucionadas, primero en marcha atrás, perecía que clavaban la popa del enorme buque en un remolido de aguas revueltas, para luego con una fuerza atronadora cambiar intermitentemente entre marcha avante y atrás, hasta de pronto quedar completamente inertes, como si algo las hubiera trabado.

Contralmirante Erik af Klint, y Comandante
 
Åke Lindemalm a bordo del HMS Tre Kronor .
Con una extraña sensación de vacío, en un silencio húmedo que súbito se apoderó de todo lo metálico, la última orden que se oyó del puente del Tres Coronas, como un eco parecía que venía de todas partes… ¡Pasar líneas y amarrar como está! Las nueve mil (9000) toneladas del crucero flotaban paralelas al largo atracadero, y lentamente se desplazaban de costado, hasta recostarse suavemente contra las defensas de los hormigones. Entonces eran nuestras carcajadas las que rebotaban sobre las aguas de la ensenada. Sin darnos cuenta, estábamos agarrados de lo que podíamos, para no salir volando con el tremendo bamboleo de nuestro buque y los duros golpes que se daba el casco contra las defensas del muelle. Unos a otros nos mirábamos como haciendo inventario para constatar que, sobre cubierta, seguíamos los mismos que hacía unos minutos, boquiabiertos quedábamos eclipsados por la enorme mole gris que pasaba casi por encima de nuestras cabezas. Ese miércoles no se hablaba de otra cosa que no fuera el “verraco atraque” del Kommendör-Kapten Åke Lindemalm, Comandante del HMS Tre Kronor, y no hubo sujeto en toda la Base Naval que no fuera a darle un vistazo a la cadena de su ancla de estribor, que se perdía por debajo de la proa del crucero. Algunas huellas en la pintura del casco blindado, eran testigo de la severidad como el ancla y su cadena habían servido como freno de un caballo salvaje ensillado por primera vez. También se hablaba de los “pobrecitos” patrones de los remolcadores que, por no haber cumplido puntualmente con la cita a la entrada del puerto para asistir al crucero, habían originado la lanzada maniobra de su Comandante.

Destructores Uppland y Gävle escoltan
 al HMS Tre Kronor en visita a Riga.
El “Tres Coronas” llegaba de una visita que había hecho a Leith, en la desembocadura del río “Water of Leith”, puerto de Edimburgo, Escocia, del 25 al 30 de julio 1956, escoltado por los destructores HMS Halland y su gemelo el HMS Småland, los más recientes puestos al servicio de la Real Flota (1955.06.08 y 1956.01.12, respectivamente). Durante todo el miércoles hubo gran actividad en torno al crucero y los destructores, que integraban la nueva escuadra que visitaría a Riga, capital de Letonia. Gente iba y venía a toda hora, cantidad de invitados se embarcaban en el crucero, y las tres unidades recibían provisiones y combustible. El Comandante de la Flota de Costa, Contralmirante Erik af Klint visitó la escuadra, y cada uno de los buques le rindieron los honores reglamentarios. En el Uppland se encontraba embarcado su hijo el Cadete af Klint compañero de nuestro curso.

Nótese la enorme diferencia en tamaño
entre el crucero y el destructor.
Unas cortas palabras también se merece el formidable crucero HMS Tre Kronor. Construido en los astilleros de Götaverken en Gotemburgo, fue entregado a la Marina sueca el 25 de octubre de 1947, convirtiéndose, junto con su gemelo HMS Göta Lejon, construido en los astilleros de Eriksberg en la misma ciudad, en los buques más poderosos al servido en la Real Flota, terminándose la Segunda Guerra Mundial, con 180,2 m de eslora, 16,7 de manga, 5,7 de calado, y 8200 / 9200 toneladas de desplazamiento. Con turbinas de 90000 hp para su propulsión, alcanzaba una velocidad de 33 nudos y un radio de acción de 4350 millas náuticas. Su tripulación era de 445 hombres, y de armamento tenía a la sazón: siete (7) cañones de 152 mm M/42; veintiuna (21) piezas de 40 mm Bofors M/36; seis (6) de 40 mm Bofors M/48; seis (6) tubos para torpedos de 53 cm M/44; 120 minas y 160 cargas de profundidad. El HMS Göta Lejon, fue posteriormente vendido a la Armada de Chile (1971) siendo bautizado Almirante Latorre.

Proa del Uppland fondeado en la rada de Riga.
Al día siguiente jueves 2 de agosto de 1956, zarpó la escuadra hacia Riga al otro lado del Mar Báltico, y entrando en aguas del río Daugava hasta el corazón de la bella capital de Estonia, el Tre Kronor amarró entre dos boyas, y el Uppland y Gävle cada uno en su boya a popa del crucero, todos a distancia prudente del paseo peatonal, en donde desembarcábamos con los botes de las unidades. A propósito de la bajada a tierra, a nosotros los Cadetes colombianos, se nos cohibió hacerlo, hasta no aclararse la posición de Colombia, con respecto a la entonces situación de la Unión Soviética y Letonia, así que el primer día pasamos largas horas en ascuas, esperando instrucciones del Departamento de Relaciones Exteriores en Estocolmo, que felizmente no demoraron en llegar siendo positivas, permitiéndosenos desembarcar sin problema alguno.

La visita de la Real Flota de Suecia a Letonia, era altamente significativa, convirtiéndose en la primera fuerza naval de un país diferente a Rusia y Alemania, que lo hiciera en muchísimos años, y en su caso, en legítima cortesía para con el pueblo letonio. Que la visita la hiciera un crucero escoltado, habiendo pasado un decenio de la confrontación mundial, y en plena Guerra Fría, era un hecho tan elocuente como cuestionable, más aún, estando Letonia sometida por Rusia, a la vez que Suecia justificaba abiertamente las enormes cargas en sus presupuestos, para financiar una defensa lo más moderna y efectiva posible, con el principal objetivo de poner resistencia en caso de una invasión de su territorio por fuerzas del Pacto de Varsovia.

Antonio Laborde y Camilo Trujillo, flanquean a dos camaradas rusos.
Con estas primicias quedaba entonces algo difícil de entender la estrategia sueca, llevando a mostrar a los almirantes rusos, sus buques recientemente repotenciados, a la vez que prodigaba un cortejo familiar a los letonios, aunque no faltaron los maléficos críticos que sostuvieran, que éste iba dirigido a los rusos. Ésta era sin duda alguna, una de esas maniobras que representaban la idiosincrasia sueca, siempre atenta, y con el mayor denuedo, en mantener relaciones diplomáticas, y comerciales claro está, con todos los países del mundo, bajo la parola de salvaguardar siempre viva y libre, la palabra entre las naciones y sus pueblos. Además, es digno de recordar que Letonia hizo parte de Suecia en el siglo XVII, convirtiéndose Riga en su ciudad más grande e importante. Que, en varias ocasiones, durante el transcurrir de los siglos también hubiera sido ocupada por los rusos, e invadida por los alemanes, hace que la Historia de este país báltico sea fascinantemente interesante, aclarando que lo fascinante está en el heroísmo de su pueblo, y en el excepcional grado de su cultura. Riga, fundada en los primeros años de la Edad Media (probablemente entre 1100 y 1200), es en verdad una de las más hermosas ciudades del mundo, apodada “París del Este”, con un centro histórico declarado Patrimonio de la Humanidad. Su localización en el bello Golfo de Riga, en la desembocadura del río Daugava, le ha dado una posición privilegiada en el Mapamundi turístico y cultural, convirtiéndola en nuestros días en una Meca para congresos, festivales, exposiciones, negocios, y “turismo de calidad”.

Monumento a la Libertad, en Riga.
Se debe agregar que, en reciprocidad, una escuadra de la Marina rusa, comprendida por el crucero Molotovsk y dos (2) destructores, hacían simultáneamente una visita oficial a la ciudad de Gotemburgo. Si ésta fue tan exitosa como la nuestra a Riga, no lo estoy sabiendo, complaciéndome en constatar que la noble visita del HMS Tre Kronor y su escolta, se convirtió en un feliz evento del que disfrutamos todos sus habitantes y nosotros sus visitantes. La cordialidad reinó durante los seis (6) días de estadía, con programas de toda naturaleza, entre ellos algunos muy especiales, como fuera visitas familiares a bordo del crucero, con fiestas infantiles mostrando películas de Walt Disney, trucos de magos, etc., sin faltar las bombas infladas, los biscochos y tortas horneados a bordo, juguetes, golosinas y ¡Coca Cola! que los fascinados niños encantados también recibieron para llevar a sus casas. Todo un espectáculo de dimensiones, colorido, sabores, y fascinación, nunca antes experimentados ni conocidos por ellos. Para los mayores se organizaron ratos amenos con músicos traídos de Suecia, que interpretaban melodías modernas, y las que el auditorio les pedía, sin faltar el buen Te con correspondiente repostería. Súmese a esto, un espectacular concierto en un enorme teatro al aire libre, ofrecido por la Banda de Músicos de la Real Flota, concentrando un auditorio entre 30000 y 35000 entusiastas personas.

Estatua de "Milda" en bronce.
En tierra se realizó una ceremonia especial, programada desde Suecia, trayendo a bordo representantes de asociaciones Sueco-Letonas que, durante largos años, habían deseado oficiar una ofrenda floral en el famoso “Monumento a la Libertad”, inaugurado en 1935 en memoria de los soldados fallecidos en la guerra de Independencia. Con sus 42 m de altura construido en granito travertino y cobre, es símbolo de la libertad y soberanía de Letonia. Considerado el monumento en sí, como una valiosa obra de arte, se escapó que los rusos lo demolieran durante la Segunda Guerra Mundial, aun así, trataron de reemplazarlo por otro, y a la larga, encontraron más práctico cambiarle su simbolismo, sosteniéndose entre otras cosas que, terminada la guerra, había sido erigido en gratitud popular hacia el líder soviético Iósif Stalin, por la liberación de los países bálticos, y de allí las tres (3) estrellas que supuestamente simbolizaban las recién creadas «…Repúblicas Soviéticas del Báltico…». Lo correcto es que la estatua de cobre de nueva (9) metros representa la Libertad, apodada “Milda” por los letones, levantando tres (3) estrellas doradas que simbolizan los distritos constitucionales de Letonia. Desde su inauguración, el monumento ha tenido permanentemente Guardas de Honor durante el día.

Con la mayor gratitud y alegría, los habitantes de Riga recibieron a los marinos suecos, pero estoy a punto de sostener que nosotros lo colombianos… ¡Nos robamos el show! …o por lo menos tres (3) de nosotros: Antonio Laborde, Camilo Trujillo y el suscrito colaborador, y fotógrafo, embarcados en el HMS Uppland. En nuestra franquicia, fuimos de paseo por la larga y bella avenida que lleva al monumento descrito anteriormente, y allí conocimos a un par de marineros rusos que se interesaron mucho por nuestros uniformes, muy diferentes de los suecos. Hablando en la lengua internacional de la “mezcolanza” compaginamos de lo lindo, y reposando en un pequeño parque aledaño tomé unas fotos, con mi famosa cámara cartagenera. Estando en esas, empezaron a concentrarse algunos curiosos, que sencillamente también se sentían atraídos por nuestra exótica presencia, y haciendo multitud de preguntas que no entendíamos, más que encantados, los camaradas rusos se encargaban de enaltecer nuestro origen en su propia lengua. En pocos minutos nos encontramos en medio de un verdadero tumulto de gentes que se peleaban por saludarnos en la mano, darnos abrazos, y meternos billetes de rublos en los bolsillos. Por suerte, en el público apareció un hombre que hablaba perfectamente el español, y poniendo orden asumió muy complacido el papel de intérprete. Lo que siguió luego fue realmente placentero. Los curiosos querían saber sobre todo lo imaginable, acerca de nuestro país, nuestra gente y costumbres tropicales, lo que hacíamos entre los suecos, si teníamos novia, cuánto tiempo llevábamos por esos lares, etc., etc.

Eduardo Schroeder y Antonio Laborde, en grata tertulia pública en Riga (1956.08.02)
Notando nuestro traductor que la tertulia no terminaría nunca, a razón de que continuamente rotaba el público, determinó rescatarnos sacándonos a un lado, a la vez que exigía recato y consideración de parte de los curiosos. A un par de cuadras entramos a una taberna, y allí en una atmosfera tranquila enjuagamos nuestras gargantas, con un merecido par de cervezas, que nos cayeron de perlas. Alejandro, como se llamaba nuestro nuevo amigo, resultó ser español de origen, y con un pasado digno de respeto y admiración. Nos contó su historia personal de haber sido uno de los 2895 niños españoles evacuados a Rusia entre 1937 y 1939, durante la Guerra Civil Española, 1676 niños y 1219 niñas, entre los tres (3) y catorce (14) años de edad. Varias fueron entonces las expediciones humanitarias enviando niños a diferentes países: 20000 a Francia, 5000 a Bélgica, 4000 al Reino Unido, 800 a Suiza, 455 a México y 100 a Dinamarca, todos con la finalidad de evitarles los rigores de la guerra.

Alejandro se encontraba en Riga, junto con un grupo de “niños de la guerra” hechos adultos, en espera de su repatriación, tan añorada durante tantos años, que por fortuna habían logrado la autorización del gobierno en Moscú, después de mucho batallar con el auxilio de la Cruz Roja Internacional, entre otras organizaciones, y algunos de los gobiernos de los mencionados países. Serían los primeros, y se encontraban supremamente preocupados y nerviosos. Un buque de bandera francesa, vendría por ellos a principios de octubre.

Antonio, Camilo y amigos españoles en Riga.
Con Alejandro y sus compatriotas, entablamos una cálida amistad. Todos hechos profesionales en distintos oficios, nos hicieron una bella atención en una de sus casas, con excelente cena de platos rusos y delicioso vodka. Pasamos muy contentos, especialmente ellos que nos expresaban enorme gratitud por nuestras palabras infundiéndoles ánimos y optimismo, para su viaje a una nueva vida. En el fondo reconocían que en Rusia habían sido tratados con respeto, con excelentes oportunidades para estudiar, y convertirse en elementos de gran provecho para la comunidad. Para que no se olvidaran de su lengua natal, recibieron clases a diferentes niveles durante sus estudios, y se habían mantenido muy unidos entre ellos.

Volviendo a los rublos en los bolsillos, ese gesto de hospitalidad se convirtió en un verdadero problema para nosotros los visitantes. Cuando andábamos por las calles, a cualquier momento se nos acercaba gente que, sorpresivamente y sin decir palabra, nos daban cartas junto con billetes, o sencillamente los metían directamente en nuestros bolsillos y dentro de las marineras. Rápido se extendió la noticia del “correo sueco” por toda la ciudad, y tomó tales proporciones que en torno al pequeño muelle en donde atracaban nuestros botes a motor, se presentaban verdaderas avalanchas de gente que, inicialmente, en folclórica procesión, lanzaban al interior de los botes cartas y pequeños paquetes, llevando amarrados billetes de rublos de todos los valores. Cuando las autoridades rusas acorralaron el pequeño embarcadero, con discretos cabos marineros indicando prohibición de acercamiento de particulares, la multitud esperaba escondida en los jardines y construcciones aledañas, y al momento que notaban que los botes se preparaban para soltar amarras, todos pegaban vertiginosa carrera en un completo despelote, no faltando los empujones y los que caían al suelo enredados en los cabos, o entre ellos mismos.

Billete de 5 rublos visto por ambas caras,
emitido en 1947.
Cuando estuve de guardia, me tocó tripular el bote del Uppland junto con un motorista, recibiendo instrucciones especiales para proceder con prudencia estando atracados al pequeño amarradero en tierra, y a la vez ser condescendientes con la gente que tratara de entregarnos sus correos. Acercándome al muelle noté que la “costa” estaba desértica, así que lo tomé con calma preparado para lo que viniera… y en verdad que vino, pues súbito, llegando el momento de soltar amarras para regresar al buque, vi que de la nada salía gente a montones, todos dirigiéndose a toda carrera hacia nosotros dando gritos de ¡Wait! ¡Wait! y, “en orden”, corrían a lo largo de nuestra borda de proa a popa evitando enredos, y con sonrisas en los labios diciéndonos cosas, entre las que se oía ¡Love you! y algo que sonaba “tibyá liubliú”, iban arrojando sus cartas, paquetes, y los rublos bien enrollados en jotos.

HMS Tre Kronor,
Armas.
A bordo de los buques también se organizó la recepción del correo, ordenándolo por países de destino, y reuniendo el dinero por valores, se contaba y depositaba en sacos aparte, y todo junto se enviaba al crucero Tre Kronor, en donde una comisión especial se encargó de la bella y sagrada misión de hacerlo llegar a sus destinatarios. Cuando zarpamos de Riga, el martes 7 de agosto, multitud de gente se volcó a despedirnos en grupos a lo largo de la rivera, batiendo en alto sus brazos, y conjuntos musicales entonaban alegres melodías. Del dinero que el primer día metieron en mis bolsillos, sin carta alguna, una parte financió las deliciosas cervezas, y del sobrante conservé en mi poder un billete de cinco (5) Rublos, con fecha de emisión 1947, que presento copiado por ambas caras. Nunca llegué a saber a cuánto podría equivaler en coronas o dólares, y en verdad no me he molestado en averiguar, puesto que, para mí, es una invaluable reliquia que me recuerda encantadoras personas y fascinantes momentos, que siempre llevaré muy pegaditos a mi corazón. Al día siguiente, miércoles 8 de agosto, arribamos a la Base Naval de Hårsfjärden, en el archipiélago al Sur de la capital Estocolmo. En par de días, los alumnos de la Real Escuela ya estábamos instalados de vuelta para reanudar aulas en Näsby Park, sin embargo, para los colombianos se nos tenía un programa especial en Gotemburgo, a donde viajaríamos en tren, diez días más tarde.

Visita de Fragatas colombianas a Suecia.


Si Mahoma no va a la montaña, la montaña irá a Mahoma” --formulación correcta de esta conocida frase que, Mahoma nunca pronunció, pero que, para lo mío, cuadra espléndidamente--. Los Firpos habíamos completado recientemente un (1) año de estadía, estudios y labores por las latitudes nórdicas de Suecia, sin haber tenido unas vacaciones en nuestra querida tierra, a razón de haber aceptado la condición de no volver a Colombia, antes de graduarnos de Oficiales, excepto en casos relacionados con el servicio. Así que la visita de las fragatas ARC Almirante Padilla y ARC Almirante Brión a Suecia en agosto de 1956, fue para nosotros un grato acontecimiento, que nos prodigó buena dosis de templados ánimos propios de nuestro añorado hábitat de origen. Encantados dejamos temporalmente las aulas en Näsby Park el sábado 18 de agosto, y junto con seis (6) compañeros suecos viajamos a Gotemburgo, con la misión de estar presentes al arribo de la Escuadra colombiana, y embarcarnos en ésta para participar en las actividades reservadas a los cadetes durante su visita en Suecia.

Armas de Gotemburgo.
A bordo de las fragatas ARC Almirante Padilla y ARC Almirante Brión, llegaron un total de veintiocho (28) Oficiales, 145 Cadetes y 214 miembros de sus tripulaciones de dotación. Además, venían dos (2) Oficiales de Ecuador, uno (1) de El Salvador, más quince (15) Cadetes de la Aviación colombiana. Como Comandante de la Escuadra venía el Capitán de Corbeta Carlos Prieto Silva, la ARC Almirante Padilla estaba comandada por el Capitán de Corbeta Eduardo Wills Olaya y la ARC Almirante Brión por el Capitán de Corbeta Aurelio Perico.

Volver a encontrarnos con los compañeros de la Escuela en Cartagena, saber de sus cosas, sus vidas y sus futuros designios, llenó un enorme vacío que se venía arraigando en nuestros adentros. Igual de lisonjera fue la oportunidad de compartir con ellos nuestras experiencias, la rigidez de la disciplina, el abarque de los estudios en nuestra nueva Escuela, y la enorme responsabilidad de prestar al máximo en todos nuestros cometidos y demandas. Algo que llamó su atención, fue el hecho de nosotros estar portando uniforme colombiano, y constatar que aún estábamos con dos (2) estrellas, los del contingente XXIV, cuando ellos ya llevaban tres (3) mareadas con la pátina del tiempo.

Un detalle que nos hizo sentir, que en efecto estábamos en casa, fue la orden, a forma de bienvenida, que recibimos los Firpos para, de inmediato, pasar por la “botica” del peluquero. No faltó sin embargo la nota folclórica de uno de nosotros, pasándole la orden a nuestros compañeros suecos, que aterrados nos miraban pidiendo auxilio. Esta anécdota se comentó más tarde, con gran suceso, por los corredores en Näsby Park.

Estando abiertas al público las Fragatas el domingo 19 de agosto, fueron visitadas por unas 3.000 personas, y entrada la noche, el Comandante Prieto Silva ofreció un “cocktailparty” a bordo, para invitados y autoridades civiles y militares, todos acompañados de damas, que disfrutaron de una velada animada con bellas melodías interpretadas por un conjunto musical propio. Entre los invitados se encontraban el Contraalmirante M. Östberg, y el Coronel Niels Juel, comandantes de las fuerzas naval y ejército del distrito, y el Director K. E. Jacobson de los astilleros Götaverken, que durante el día amablemente invitó a cuatro (4) Oficiales y sesenta (60) Cadetes, a una comida y recreación en el famoso parque de atracciones Liseberg, de la ciudad, en donde éstos últimos se lucieron incrementando el regocijo púbico, al interpretar en coro algunas de las más populares melodías latinoamericanas. En Götaverken se construía el destructor ARC 7 de Agosto, habiendo sido bautizado y botado hace dos (2) meses (1956.06.19-Ma.).

Rubias populares.

“El Correo de Gotemburgo” lunes 20 de agosto de 1956.

Nota a pie de foto: Nuestra gotemburguesa Käth Larsson y el cadete Eduardo Schroeder son viejos amigos. Él cursa en la Real Escuela de Guerra Naval en Estocolmo, y se encontraron por primera vez hace un año.

Resumen del texto del artículo: Gotemburgo vive con los colores amarillo, azul y rojo del pabellón de la Marina colombiana. Corta e intensiva fue la visita de los marinos suramericanos. Nuestras hermosas gotemburguesas se abstuvieron encantadas de ir a recolectar zetas en los bosques aledaños, y de otros de nuestros goces campestres tradicionales, para permanecer en la ciudad, y poder adquirir un pequeño caimán disecado, o una banderola de fragata, como recuerdo de algún marinero de ojos castaños.

Si aquello que se dice, que “los caballeros las prefieren rubias”, no ha sido definitivamente comprobado, en el caso de los colombianos a bordo de las fragatas Almirante Padilla y Almirante Brión, de visita en Gotemburgo, no queda la menor duda que así sea. Tan pronto como una rubia hacía entrada por el portalón, en horas de visitas ayer domingo, de popa a proa del Almirante Padilla, la más cercana atracada al muelle, se oía un claro murmullo de admiración, que apenas recuperada la respiración de los guardiamarinas, cadetes y demás tripulantes, se convertía en feliz desahogo de los admiradores, dando libertad a sus rebuscados piropos y otras formas de expresar el embeleso.

Se concentra el autor del artículo en describir la popularidad de los marinos visitantes, su hospitalidad, caballerosidad y don de gentes, y hablando del idioma que se empleaba en las comunicaciones, explica que el inglés se oía por todas partes, pero con gran sorpresa había encontrado un selecto grupo de diez cadetes colombianos, que dominaban el sueco, a razón de estar siguiendo curso para oficiales, en la Real Escuela de Guerra Naval en Estocolmo. Agrega que, entre ellos, el cadete Eduardo Schroeder escoltaba galantemente a la señorita Käth Larsson, de familia establecida en esta ciudad, con quien había entablado una bella amistas desde hace más de un año. Dice que Eduardo había participado en el último crucero del HMS Gotland, visitando países de África, y que tiene dos años más de estudios en Suecia, para luego regresar a su país.

Käth y Eduardo, en el portalón del ARC Almirante Padilla (1956.08.19-Do.)
Anota el autor que posiblemente los marinos de las fragatas “Almirantes”, sentían frío en el verano sueco, puesto que muchos portaban chaquetas con cuellos de piel. Habla de la juventud del Comandante de la Escuadra, Carlos Pietro Silva, con sólo 40 años de edad, y que la causa de ello radicaba en la limitada dotación de oficiales en la Marina colombiana, pero que estaba seguro de que esa escasez, pronto sería superada con sólo mostrar en la televisión de su país, la gran acogida que sus marinos habían tenido en su visita a Suecia. Lo de la tv. lo decía, a razón de que a bordo venía el fotógrafo Helmut Scheldemann, con la misión de documentar el crucero de las fragatas, filmando y fotografiando todos sus programas y experiencias. El producto de su trabajo sería explotado en una campaña publicitaria, que la Armada colombiana se había propuesto poner en marcha al regreso de los buques. Scheldemann estaba seguro que, con el material logrado en Gotemburgo, sería suficiente para que el ejército colombiano, tuviera enormes dificultades en competir con la Armada, reclutando voluntarios.

Visita a Estocolmo.

ARC Almirante Brión en el Báltico.
En la tarde del lunes 20 de agosto de 1956, Las fragatas ARC Almirante Padilla y ARC Almirante Brión, zarparon de Gotemburgo destino a la ciudad de Malmö al Sur, en donde el destructor ARC 20 de Julio se encontraba en construcción, habiendo sido bautizado y botado hace un (1) mes y veinticuatro (24) días en los astilleros de Kockums (1956.06.16-Ma.). Su visita a esta ciudad fue realmente corta, continuando al día siguiente miércoles 22, viaje hacia Estocolmo, capital de Suecia.

Durante el crucero por el Mar Báltico, que tomó dos (2) días, empleándolos para ejercicios, se practicó, entre otras delicadas maniobras navales, el traspaso de personal entre las dos unidades en marcha. Una agilidad muy bien entrenada en nuestra Armada, fascinando a los compañeros suecos que nos acompañaban.

Traspaso de personal entre las fragatas.
Temprano en la mañana del viernes 24 de agosto, las Fragatas entraron en el bello archipiélago de Estocolmo, y al medio día ya estaban atracadas en los muelles de Skeppsholmen (el Islote de los Barcos), en pleno corazón de la ciudad. Hasta aquí se extendía nuestra comisión de los Firpos, teniendo que regresar a Näsby Park junto con los seis (6) compañeros suecos que nos acompañaban.

El sábado 25 alcancé a tomar algunas fotos de la parada militar, que hicieron los cadetes colombianos hasta proximidades del Palacio Real, pero infelizmente, el tiempo no fue favorable. El día estuvo lluvioso y oscuro, así que mis fotos no resultaron tan buenas que digamos. De todas formas, la gente que presenció la marcha, admiraban su marcialidad, y la banda de guerra con sus instrumentos y uniformes, siendo en verdad un espectáculo muy raro por estas latitudes. Yo me movilizaba libremente entre el público, que lógicamente no se esperaba que entendiera su lengua, así que disfrutaba de lo lindo escuchando sus comentarios. Las fragatas zarparon el martes 28 de agosto, para continuar con visitas a Ámsterdam, Antwerpen, Le Havre, Portsmouth, y Ferrol.


Parada militar en Estocolmo.

Tradiciones en febrero.

Armas de Estocolmo.
Dos eventos “tradicionales” en febrero, o sea que se realizaban todos los años en este mes, eran: un “Baile de Gala” también llamado “Baile de Crucero” (Kryssarbal) de la Escuela en el Palacio de Näsby, el primer sábado del mes, y una “Campaña Invernal” en las montañas al norte de Suecia, en la última semana.

Con respecto al “Baile de Gala”, éste era el festejo principal anual de los Cadetes en “Chaqué” y las damas en vestido largo, ofreciendo una exquisita cena de tres (3) platos con respectivos vinos, y espléndido baile amenizado por una buena orquesta. Los cadetes notificaban a la junta organizadora, el nombre y dirección postal de su dama de honor, y la Escuela le enviaba una cortés invitación, organizando transporte colectivo entre Estocolmo y Näsby Park. Naturalmente, muchas de las damas venían de partes lejanas a la capital.

Bailando con la Princesa Désirée, en el Palacio de Näsby Park (1958.02.01)
El evento se desarrollaba siguiendo la más rigurosa etiqueta y tradición social de la oficialidad sueca, con la participación de miembros de la Familia Real, como aconteció en la Fiesta de febrero de 1958, en la que estuvo presente Désirée Elisabeth Sibylla Bernadotte, Princesa de Suecia., a quien tuve el gusto y honor de sacar a bailar un par de veces, y compartir una amena charla con ella.

En Campaña Invernal (1957.02.22)
En cuanto a la “Campaña Invernal”, se trataba en la vida común de los suecos, de una semana libre que en febrero celebraban los colegios, para que sus alumnos pudieran practicar deportes de invierno, aprovechando muchos para ir a las montañas con sus familias, preferiblemente a la sierra nórdica, para esquiar y reposar en cabañas. Nuestra Escuela también acompañaba esta tradición, pero convirtiéndola en “maniobras de invierno” para entrenarnos a guerrear y sobrevivir a la intemperie en las montañas, a una temperatura que no subía de los 25 grados bajo cero.

Edgardo, Roberto y Oscar a la vanguardia.
En esta ocasión, que era la primera para nuestro curso, dado que, en febrero de 1956, aún estábamos en el trópico africano a bordo del crucero HMS Gotland, hicimos un largo viaje de doce (12) horas en tren el 21 de febrero 1957, a un pequeño pueblo llamado Björnänge, latitud 63º 20´ N, en donde las fuerzas militares tenían unas casetas para alojamiento de tropas en maniobras. Naturalmente, ya veníamos entrenados desde la Escuela en Näsby Park, en donde también nevaba y todo estaba helado, así que los latinos Firpos también nos bandeábamos en el arte de movilización en la nieve con esquíes, remolcando trineos individuales cargados de provisiones, armamento, municiones, y un equipo adicional, que en conjunto pesaba tanto como nosotros mismos.

Un factor que hacía estas maniobras aún más exhaustivas físicamente, era la oscuridad del invierno, con días muy cortos y noches interminables. La semana la finalizamos con una marcha de tres (3) días en alturas de casi 1500 m, pasando un par de noches en socavones individuales que excavábamos en los “acantilados” de nieve, en donde difícilmente pegábamos el ojo, a razón del… ¡Insoportable calor! … que se originaba dentro de éstos por aquello de la refracción del hielo, que se formaba cubriendo todo el interior del hueco. Esta experiencia de campaña invernal, que repetiríamos en febrero de 1958, posiblemente no le sirva a uno en el mar, pero como deporte y recreación es insuperable, además de ser una efectiva y grata forma de incentivar el compañerismo, y afianzar la tenacidad en la dura jornada.

Hasta aquí me alcanzó la tinta y el papel, quedándome muchísimo en el cofre de mis recuerdos por contar, de aquellos felices años de mi fugaz juventud. Confío que este largo viaje que hemos hecho juntos, atravesando la línea ecuatorial y el meridiano “0” un par de veces, y visitando lugares desde el infernal trópico, hasta el más crudo frío del polo, valiéndonos para nuestra movilización desde veloces naves de guerra en los salados océanos, hasta trineos remolcados por uno mismo en las congeladas alturas polares, haya sido tan grato para el lector, como para mí haberlo escrito.

¡Terminado con las máquinas!

Luis Eduardo Schroeder Soto.









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