Balandra Real "Vasaorden", con 18 Cadetes remeros. |
Por:Luis Eduardo Schroeder Soto.
24-026 Desde Suecia.Publicado en la Cyber Corredera No. 179
(2016.01.29)
Una escuela para Caballeros que se hacen a la Mar.
Armas del Reino de Suecia. |
En esta idílica villa, a orillas de la ensenada Näsby, en el
archipiélago interno de Estocolmo, sobre el Mar Báltico, se encuentra el
señorial Palacio de Näsby (Näsby Slott). construido en 1665 para el Conde Per
Larsson Sparre, Almirante de la Real Armada de Suecia. En 1897 un incendio
destruyó una parte de la gran mansión, pero relativamente pronto, en 1905, fue
comprado por otra familia noble, que le devuelve su esplendor, y lo habita
hasta 1941, cuando fuera adquirido por la Real Escuela de Guerra Naval fundada
en 1756 (Kungliga Sjökrigsskolan, KSS), como sede para la formación de
Oficiales, incorporando para ello modernas edificaciones adyacentes, destinadas
a aulas, laboratorios, armería, servicios de intendencia, alojamientos, un
magnífico coliseo cubierto con amplios locales para gimnasia, deportes menores,
sauna, etc., y harmoniosamente integradas con los hermosos jardines aledaños,
canchas y campos para ejercicios y deportes mayores. Lógicamente no podía
faltar un amarradero para embarcaciones menores, botes veleros y balleneras.
Todas estas magníficas instalaciones para saludable recreación, eran
compartidas con los colegios y organizaciones deportivas de la Comuna. En 1987,
este popular establecimiento pasó a convertirse en un Centro de Conferencias de
las Fuerzas Militares de Suecia, siendo trasladada la Escuela Naval a locales íntegramente funcionales dentro de una de las Bases de la Armada.
Palacio de Näsby. |
Gustaf VI Adolf. |
El lunes 3 de octubre de 1955, empezaba nuestra nueva vida con
un “da capo” en reclutada que nos enorgullecía, cobijados con el Pabellón de
Guerra del Reino de Suecia, ciñéndonos a sus leyes y tradiciones, integrándonos
en la cultura e idiosincrasia de su pueblo, y contribuyendo nosotros con
nuestro mayor respeto, agradecimiento, y alegría, haciendo nuestros sus
avanzados conocimientos y experiencias, en las artes que, un día coronando
nuestros estudios, llevaríamos con nosotros de regreso a nuestra Patria. De
ahora en adelante, diaria y cumplidamente a las ocho de la mañana durante
cuatro largos años consecutivos, izaríamos con honores la Insignia de la Armada
de Suecia.
Pabellón de Guerra e Insignia de la Armada de Suecia. |
Los diez (10) Cadetes Firpos nos iniciábamos como Aspirantes en
la línea Naval Militar de Servicio Activo de la Real Armada de Suecia. De ser
yo Cadete 24-026 Schroeder en la Escuela Naval de Cadetes (ENC) en Cartagena,
pasaba a ser Aspirante 143 Schroeder en la Kungliga Sjökrigsskolan (KSS) en Näsby
Park. A Cadete de primer curso, sería ascendido con el mismo número a fines de agosto
de 1956.
Vicealmirante Stig H:son Ericson. |
Vale agregar que la categoría de “Suboficiales”, no existe en
las Fuerzas Armadas de Suecia, considerándose tal denominación poco acertada laboralmente,
a razón del sentido de “inferioridad de situación” que conlleva el prefijo
“sub”. Entonces, aquellos también son clasificados como Oficiales, siguiendo un
escalafón paralelo compuesto de grados con nombres e insignias propios, acuerdo
a la respectiva fuerza armada. Además, el grado más alto al que éstos llegan,
es equiparable con el de Capitán en nuestro Ejército, o Teniente de Navío en la
ARC. Resumiendo, tenemos que la categoría castrense de “Oficial” en las Fuerzas
Armadas de Colombia, corresponde a la llamada en Suecia “Oficial de Regimiento”,
y la de “Suboficial” colombiano, a la de “Oficial de Compañía” sueco. Sin duda,
tal homogenización retórica de la oficialidad castrense en Suecia, redunda en
harmoniosa y respetuosa fortificación de la solidaridad del elemento humano, en
una organización que se identifica con una misma conciencia social.
Real Escuela de Guerra Naval. |
En conexión con este asunto, se presentó un imprevisto impasse con
lo que regiría para los alumnos colombianos. Todo empezó en ocasión de una
charla que yo tuviera con mi compañero sueco, en nuestro camarote. Habiendo
recibido él su salario, se interesó por saber si yo también había firmado la
correspondiente nómina, a lo que tuve que explicarle que, nosotros los
colombianos, por no ser nacionales suecos, no teníamos derecho de recibir
remuneración alguna de Suecia, como tampoco lo hacíamos de nuestra Armada.
Sorprendido, me indagaba sobre la forma como yo atendía mis gastos personales,
no quedándome entonces otra alternativa fuera de confesarle que, tenía la
suerte de bandearme con algunos dólares que mi Padre me facilitara y, además,
no era mucho lo que yo precisaba para mis gastos a cuenta de mi propio
bolsillo. Alarmado mi compañero por lo que él interpretaba como “menoscabo de
un derecho”, dio noticia de esto al Comandante de nuestra Compañía, y pronto la
propia Dirección de la Real Escuela tomó cartas en el asunto para esclarecer y
solucionar lo que acontecía. Relativamente pronto, quedó confirmado por la
instancia competente, que los cadetes en la Escuela de Cartagena, no recibían
remuneración alguna y, además, que los enviados a Suecia “no dependían
administrativamente” de aquella, habiendo sido trasladados a la correspondiente
Escuela de formación en Suecia, bajo la supervisión del Comando de la Operación
Firpo con sede en Gotemburgo. Ésta a su turno, declaró no tener asignado
presupuesto para atender tales costos. En resumen, sencillamente quedó
constatado que los Firpos nos encontrábamos en un vacío estipendial.
Lo confirmado por la ENC en Cartagena, de haberse desprendido de
responsabilidades administrativas para con los alumnos becados en Suecia, es un
dato de suma importancia al que, a su debido tiempo, Mi Teniente Schroeder se
referirá llegándole su turno de aclarar ciertos asuntos de crucial
trascendencia, que definirían su continuidad en su carrera como Oficial de la ARC.
Pasados unos días, la Dirección de la Real Escuela había llegado
a una diplomática solución. El Sr. Comodoro Hermelin nos hizo llegar
información sobre lo determinado por las autoridades suecas, resumiéndose en
que, independientemente de cómo la parte colombiana solucionara el impasse de
la falta de remuneración para los cadetes venidos de Cartagena, los diez (10)
Firpos recibiríamos mensualmente del Estado de Suecia, la suma asignada como
subsidio para estudios concedido, sin excepción alguna, a los estudiantes en
universidades y escuelas técnicas en todo el país, incluyendo a los extranjeros
becados en éstas. ¡Santo remedio! …proveniente de una democracia y burocracia
funcionales. Esto no era otra cosa que un derecho obvio, en una sociedad que
valora los esfuerzos de sus ciudadanos. Consecuentemente, de Colombia no
recibiría yo un solo centavo asignado a mi bolsillo particular, durante todos
los años de mis estudios y labor, que en efecto hacía integrado en el sistema
de vida en Suecia, y confieso que lo que me prodigaba este Reino, no sólo me
bastaba para atender mis costos y obligaciones personales con honorabilidad,
sino que henchía mi espíritu de orgullo y agradecimiento. Esta reflexión no
quedaría plenamente ecuánime, si en mi pretenciosa ecuación de autonomía, no reconociera
con agradecimiento, la elevada fianza que mi Padre cumpliera en aportar a la
Escuela Naval en Cartagena, sin la cual jamás hubiera yo tenido ni el mero
chance, de poner mis asentaderas en un aula de la Real Escuela en Näsby Park.
Garantías de tal índole nunca tuvieron que satisfacer mis compañeros suecos,
como tampoco oyeron hablar de costos de incorporación y matrículas previas, y
aun así todos sin excepción se graduaron de oficiales de la Real Armada de
Suecia.
Fue en verdad mucho lo que me impactara, apenas iniciándome en
las rutinas y actividades en la Real Escuela. Lo primerísimo fue el trato
respetuoso y gentil entre todos los integrantes de la gran familia naval en
Suecia. Una conciencia de honorabilidad, profesionalidad, responsabilidad y camaradería,
impregnaba el ambiente desde lo cotidiano hasta lo extraordinario, y obviamente
el deber, la intención, y la palabra, lucían con la caballerosidad del marino
de pura cepa. La disciplina era severa por antonomasia, y no por implantación a
la fuerza. La “letra” se transmitía con inteligencia, y nunca introduciéndola
con sangre. Bajo tales atmósfera y primicias, no había cupo para “citas a relación” y, consecuentemente, los plantones con
remo, las tendidas con flexiones, los trotes nocturnos, las rutinas
disciplinarias, y tantos otros métodos tropicales, que en la ENC de Bocagrande
sólo redundaban en deteriorar la salud, y por ende la concentración y
prestación en los estudios de los cadetes, ni siquiera se asomaban en la mente
de los más lanzados a concebir extravagantes fantasías en la KSS de Näsby Park.
Puedo agregar que, durante todo el tiempo de mis estudios y formación en
Suecia, nunca llegué a enterarme de que algún cadete hubiese sido públicamente
sancionado por algo. Obviamente, no siendo ésta una escuela para “santurrones”,
no faltaban las llamadas de atención, y las oportunas correcciones, en tono
severo y explícito, si necesario.
Ese respetuoso y esmerado trato entre personas, se observaba
igualmente para con lo material, puesto en las manos, al servicio, o bajo la
responsabilidad del individuo. Así, por ejemplo, el equipo personal, los
uniformes y prendas para el servicio, eran completamente gratuitos y
renovables, lo que no implicaba que siempre fueran nuevos. La ropa más cercana
al cuerpo, se recibía en cantidad suficiente para una semana, pudiendo cambiar
la usada los días viernes por mudas lavadas y aplanchadas, de la misma talla
del usuario. El calzado era igualmente trocable por un par remontado, o con
suerte, hasta por uno completamente nuevo. Los uniformes de calle, propios para
las diferentes estaciones del año, eran de fabricación nueva, pero las prendas
exteriores más pesadas, como capotes, impermeables, camuflajes, guantes y
gorros para invierno, perfectamente podían ser nuevos o de segunda mano en
perfecto estado, y en todos los casos ajustados a las dimensiones del alumno.
Para las franquicias y en ocasiones especiales, a los Firpos se
nos instruyó emplear nuestros propios uniformes, acuerdo al reglamento y
ceremonial de nuestra Armada. Ante tal excepción en algo tan importante y
trascendental como es el uniforme, que identifica la nacionalidad y arma del
usuario, pronto entendí que, no sólo se trataba de un gesto de grato aprecio
hacia lo nuestro, sino que detrás de esto se traslucía un genuino interés en
aras de provechosa publicidad, no sólo por parte de la KSS, sino en verdad de todas
las unidades de la Real Armada, en las que prestábamos nuestro servicio, siendo
así que, con legítima complacencia hacían pública nuestra presencia a bordo, en
ocasiones de representación o de justificada y permitida publicidad en visitas que
se hacían a puertos, en certámenes entre escuelas de los países vecinos, etc.
Así fue que, con cierta frecuencia, se publicaban en diarios y revistas, amenos
artículos con fotografías de los exóticos cadetes colombianos, incluyendo los
comentarios que nos sacaban en sus lanzadas entrevistas, con prioridad acerca
de nuestras experiencias integrándonos en el hábitat nórdico, no faltando las
lisonjas que nos prodigaban, a razón de los avanzados conocimientos de la
lengua sueca. En verdad todo un fenómeno publicitario, rotundamente opuesto, o
poco equitativo respecto a los intereses de nuestra Armada, que nos había
exigido mantener bajo rigurosa confidencialidad, todo lo relacionado con nuestra
presencia en entrenamiento en Suecia. No obstante, en este país en donde reina
una legítima libertad de prensa, la noticia sobre la importantísima adquisición
por parte de Colombia, de dos destructores construidos en Suecia, de la más
alta tecnología, dotados del armamento más moderno, y sofisticados sistemas
para la guerra en el mar, era lo primerísimo que se “trombonaba” por doquier.
Como ejemplo, incluyo una fotografía tomada a bordo del destructor HMS Uppland
(1956.08.02), que encabeza un largo artículo en un periódico, con el estrambótico
título “Cadete de Colombia a bordo del Uppland. Prefiere naturalmente la Flota
y las damas antes que el pescado”. Como se ve, nuestro propio Comandante de
curso, Teniente Wilhelm Frithz, hace
parte de la coreografía.
No era sólo en Suecia que se divulgaba la presencia de los
Cadetes Firpos, sino también en Colombia, como lo hizo la revista Semana de
marzo 1958, con un extenso artículo de cuatro páginas (24 a 27), incluyendo
significativas fotografías, de las que incluyo una tomada durante maniobras en
el invierno de 1957.
De izq. a der. Oscar Fernández, Roberto Gómez, Camilo Trujillo, Edgardo Bermúdez y Álvaro Campos. En maniobras de invierno 1957. Revista Semana de marzo 1958. |
Luger Naval, 9 mm. Parabellum. |
Calibrando pistolas. Eduardo espera su turno. |
Escolta del Pabellón de Colombia en el Palacio de Näsby Park. Izq. Roberto Gómez - Cen. Eduardo Schroeder - Der. Oscar Fernández. |
Hablando del Rey… por aquel entonces era la Cabeza de la Iglesia
de Suecia; una iglesia evangélica luterana de episcopado histórico, habiendo
abandonado su obediencia al episcopado romano, tras adherirse a los postulados
de la Reforma Protestante, decidida en Suecia por un Consejo de Gobierno en
1527. Es de importancia anotar que el nombre de Iglesia de Suecia, es
anacrónico, como lo es el de la Iglesia Católica Apostólica y Romana, y que tan
tarde como es el año 2000, se separó del Estado de Suecia, identificándose como
la “Iglesia Evangélica Luterana de la Población del Reino de Suecia”, habiendo
atendido durante siglos, con ejemplar celo y eficacia, el registro civil de
todos los habitantes de Suecia. Hasta 1951 era obligación de la población,
pertenecer o asociarse a una organización religiosa aprobada por el Reino,
antes de poder separarse de la Iglesia de Suecia, o sea que aquel año se
estableció la libertad de culto.
Esto lo traigo a colación a razón de que, para ser Oficial de nuestra
querida Armada, era “obligación” no sólo pertenecer, sino también practicar la
Confesión Católica en todos sus mandamientos; una evidencia en la que yo no había
reflexionado, hasta presentarse el caso de uno de nuestros compañeros,
candidato a convertirse en Firpo, al haberse abstenido de asistir a misa un
domingo, durante los meses de nuestra larga espera en Cartagena (Yo Cadete
Firpo, I). Citado a “relación” por tal motivo, al dar una explicación el
compañero sostenía no ser católico, haciéndose por tal razón acreedor a una
llamada de atención, en la que se le recordaba que, para ingresar a la Escuela
Naval, un requisito ineludible era ser bautizado y confirmado en la Iglesia
Católica Apostólica y Romana. Entonces, habiendo él aportado copias de las
correspondientes “Partidas”, se le había dado crédito a su Confesión y, por consiguiente,
tenía la obligación de cumplir, entre tantos otros, con el “Primer mandamiento
de la Santa Madre Iglesia”, que impone «…Oír misa entera
los domingos y fiestas de precepto…». Ante tal
certidumbre, el aludido tuvo que someterse, pero más tarde, una vez cobijado
por la Ley en Suecia, se vanagloriaba reconociendo que, por estas latitudes, no
había nadie que le recriminara las libertades que sólo atañían a su conciencia.
Queda en su lugar agregar que, durante el par de meses de estudios
universitarios en Gotemburgo, susodicho camarada, encantado y voluntariamente,
claro está, nos acompañaba a misa los domingos.
Mencionaba con anterioridad el limitado uso del fusil en el
servicio, lo que me invita a agregar que los alumnos de la Escuela en Suecia,
no eran involucrados en actividades que no siguieran el saturado pensum,
estipulado para su formación profesional como marinos de guerra, u ocupaciones que
interfirieran en sus estudios y rutinas establecidas. Por tal razón no
participaban en eventos tales como paradas militares, pelotones de escolta, o haciendo
calles de honor en ceremonias de bienvenida, inauguración de congresos,
celebraciones varias, y mucho menos como “edecanes” de señoritas candidatas en
concursos de belleza, sólo a razón de contribuir con su presencia y gallardos
uniformes, en la coreografía de los espectáculos. Y ya que me encuentro
dilucidando las grandes diferencias que existían, en el empleo del valiosísimo
tiempo destinado a la formación de hombres de mar, en la KSS era completamente
ajeno poner a los cadetes a tocar instrumentos de bandas de guerra, prefiriendo
dejar esas artes en manos y bocas de expertos enrolados y asalariados para
tales fines. Se debe reconocer que, detrás de estas desproporciones, juega un
papel fundamental las tradiciones, tan estrechamente asociadas con el folclor de
los pueblos. Además, queriendo ser condescendiente con lo nuestro, la
comparación resultaría más ponderada si agrego que, por un largo tiempo, yo fui
tambor de la Banda de Guerra en Bocagrande, pudiendo hacer alarde de haberlo hecho
bastante bien. No obstante, al estropeársele el tambor a un Cadete de un curso
superior, sencillamente me “aplicó la antigüedad” apoderándose él del mío,
resultando en que, en aquella ocasión, me tocó someterme a marchar en la tropa
con fusil. El relato lo redondeo a mi favor, agregando que, no sólo por
fortuna, me escogieron para formar la primera fila del batallón del desfile, sino
que, me agradó de tal manera, que no dudé en definitivamente cambiar el tambor
por el fusil.
Reina Elizabeth II de Gran Bretaña visita Estocolmo, 1956.06.08. Aspirantes del Contingente 1955, tripulan la Balandra Real "Basaorden". |
La balandra, del tipo de “salón”, es de propiedad de la Armada
de Suecia. La original, inspirada en balandras y góndolas antiguas, de
magnífico diseño y costosa elaboración, fue construida en 1774, pero al ser
totalmente destruida por un incendio en 1921, una copia exacta fue puesta en
servicio en 1923. Tiene una eslora de 17,9 m, manga 3,1 m y calado 1,2 m, con
un desplazamiento de 12 toneladas. Es comandada por un oficial con el grado de Capitán,
que hace de timonel a popa, y lo asisten dos (2) oficiales para la retrasmisión
de órdenes, y otros oficios especiales de ceremonial naval, uno a media
cubierta y otro a proa, todos en uniforme de gala. Para su propulsión se
emplean nueve (9) pares de remeros, y uno de reserva también va a bordo presto
a actuar. Yo me inscribí entre los voluntarios a ser entrenados para remarla,
pero echada a la suerte los escogidos a tripularla, infelizmente no salí
favorecido, perdiéndome así de tan grande honor.
Royal Yacht Britannia. |
Para tomar los alimentos, por ejemplo, unos minutos antes de la hora
señalada nos congregábamos a discreción en el patio, frente a la entrada del
comedor, o adentro en el foyer, dependiendo de las condiciones meteorológicas
de la estación, y allí compartíamos jovialmente entre compañeros, correctamente
uniformados acuerdo a la etiqueta del momento. Era el “Ama de casa”, jefa de la
Comisión de Alimentación en persona, quien puntualmente saliera a invitarnos a
pasar al gran salón, lo que hacíamos en completo silencio, siendo recibidos por
una decena de “doncellas” más jóvenes las más, y menos jóvenes las menos, refinadamente
uniformadas, quienes, con una delicada inclinación de su cabeza, se adherían al
cortés saludo de su jefa. Una vez llegados a nuestros puestos señalados,
esperábamos de pie, frente a mesas elegantemente acicaladas con manteles blancos,
cubiertos resplandecientes y servilletas individuales. Al tomar asiento el
Guardiamarina de servicio, en mesa destacada junto con tres cadetes invitados,
el resto seguíamos su ejemplo, y así el refrigerio se tornaba en un acto que invitaba
a disfrutar de los alimentos, que las amables camareras nos traían a la mesa.
Que yo recuerde, nadie se perdía voluntariamente de asistir a esos ratos
sociales, que se hacían aún más gratos con las cortas visitas que nuestra
amable anfitriona nos hacía a las mesas, acompañada de una de sus ayudantes, siempre
atenta en verificar que todo lo que se nos ofrecía, estuviese a nuestra plena
satisfacción.
Hablando de rutinas y procedimientos, otro asunto en el que
infelizmente se presentaron discrepancias, entre las normas de la Real Escuela
en Näsby Park, y lo determinado por la Escuela Naval en Cartagena, estaba en
conexión con lo estipulado para las vacaciones de los alumnos colombianos. Es
de recordar que una de las cláusulas, acordadas entre las partes para poder
viajar a Suecia (Yo Cadete Firpo, I), versaba textualmente como sigue:
«…La duración aproximada de su ausencia en el exterior será de cuatro (4) años, sin incluir viajes de vacaciones, o visitas no oficiales, de vuelta a Colombia…».
Al llegar el momento de las vacaciones programadas para los
alumnos en Näsby Park, estaba entendido que todos, sin excepción, deberían salir
a disfrutar de ellas. La Ley en Suecia no sólo obligaba al patrono, o instancia
correspondiente, a conceder vacaciones reglamentarias al empleado, o personal
bajo su tutela, sino también obligaba al aludido a descansar de su labor o
actividad, haciendo uso de éstas. En esta forma la KSS suspendía actividades,
incluyendo servicios de logística, y aprovechaba para poner en marcha trabajos
de mantenimiento, implicando que nadie tuviera acceso a sus instalaciones, lo
que súbito resultaba en que los Firpos, voluntaria y temporalmente alejados de
la tierra patria, no tenían para dónde coger.
Nuevamente, la Dirección de la Real Escuela se vio involucra en
un delicado problema, más aún cuando éste se presentaba con muy corto aviso
previo. Otra vez ésta salía en laudable auxilio nuestro. No entro a reseñar la
forma como lo hiciera, tan personal para cada uno de nosotros, pero respecto a
lo mío, confieso que fui felizmente privilegiado, gracias a la familia de mi queridísima
“Fröken” en Gotemburgo (Yo Cadete Firpo, II). Su padre, Herr Larsson, no sólo hacía
mío su propio hogar, invitándome a pasar mis vacaciones en su residencia de
verano, sino también optó muy cordialmente, en dar noticia de esto al Comodoro
Hermelin, Director de la Real Escuela, quien más que complacido, impartiera
instrucciones para que se me proveyera con los pasajes necesarios para mi
transporte. A partir de entonces, durante los años de mis estudios en la KSS,
gozaría sin falta de tan grande beneficio, partiendo del lugar en que a la
sazón me encontrara, coordinando mi retorno destino a la localidad de mi
próximo servicio.
Mencionaba un par de veces anteriormente, al Guardiamarina de
servicio, y no de guardia, a razón de que ningún sistema de división por
guardias, estaba establecido para los cadetes con pie en tierra en Näsby Park,
o sea que no estábamos involucrados en prestar servicio como centinelas, como
tampoco funcionaban imaginarias de ninguna naturaleza. Existía sí un plan
detallado para la defensa de la Escuela, pero para los servicios específicos de
vigilancia de las instalaciones, y otros conexos como control de incendios,
emergencias varias, etc., se empleaba unidades de la Real Armada especializadas
para tales tareas. Todo siguiendo la política que inicialmente mencionaba,
basada en minimizar el empleo del tiempo de los alumnos, en labores que los apartaran
de sus intensivos estudios, y actividades adicionales. Cabe agregar que el
sistema de “Brigadieres” tampoco existía, y consecuentemente un “Brigadier
Mayor” no se requería. Los cadetes abanderados (guardiamarinas), rotaban
ejerciendo el mando pertinente en áreas, maniobras y ocasiones específicamente
militares.
Tocando el tema de los estudios, la Real Escuela de Guerra Naval,
era una institución educativa que, como mínimo, cabalmente cumplía con el
pensum y requisitos académicos de una Escuela Superior (Universidad) en el área
técnica, en este caso especializada en la preparación de profesionales
altamente competentes para tripular y comandar las unidades de tierra y mar, de
la Armada de un país que, durante siglos, se ha mantenido a la vanguardia en la
construcción y mantenimiento de su propia flota, famosa por su más avanzado
diseño, sofisticado armamento, y ultramodernos equipos y sistemas de
operatividad en todas las ramas de las artes navales. Es digno de destacar que,
las patentes, y la industria de armamento a emplear en el aire, mar y tierra, eran,
y son en ese orden, las más valiosas “joyas” de las exportaciones de Suecia,
seguidas por la industria nuclear no bélica, junto con una amplísima gama de
ecosistemas alternativos para la generación de energía; una combinación “sui
generis” que dice todo sobre la idiosincrasia sueca.
En ese mar tecnológico, navegábamos los Cadetes Firpos empleando la propia lengua de nuestros anfitriones, cláusula que se nos exigió respetar desde el primerísimo día en Näsby Park. Para dar una idea del grado de fidelidad profesional, al que mi consciente proclive a la noble competencia, había evolucionado durante mis años de formación en éste, me es muy grato incluir el siguiente relato.
Estando de Guardiamarina (Flaggkadett), en la recta decisiva con
exámenes finales, para coronar mis estudios de Oficial en la KSS (Kungliga
Sjökrigsskolan), entrado el otoño de 1958, al segundo día después del examen
final en la conspicua asignatura sobre el “Torpedo” como arma; su complicada
construcción, sofisticada autonomía, sus alternativas de propulsión, cargas
explosivas, opciones de ignición, empleo en unidades de superficie y
submarinas, rutinas de mantenimiento, maniobras y tácticas de combate, etc.,
etc., fui llamado a la Dirección de Estudios en las horas de la mañana, el
viernes 5 de septiembre previo a la divulgación pública de los resultados. Llegado
a la oficina correspondiente en el Palacio de Näsby Park, allí me esperaba el Capitán
Director de Estudios, el Teniente Wilhelm Frithz Comandante de nuestro curso y el
Teniente experto que nos había guiado en la avanzada asignatura. Cumplida mi
presentación de rigor, el primero de los mencionados me dio la bienvenida, y me
explicó que el propósito de mi citación estaba en conexión con el reciente
examen sobre torpedos, y en tono afable agregó:
Quedé atónito. ¿Qué se me estaba sugiriendo? Negándome a creer en
lo que me parecía escuchar, mi subconsciente optó por quitarme la palabra,
hasta que algo desatara la enorme confusión que me embargaba. El peculiar vacío
del silencio violentado, invadió el recinto. Los oficiales se miraban unos a
otros. En ademán de impaciencia, el Capitán descolgó sus brazos con mis papeles
en la mano. Los otros oficiales nos miraban intermitentemente, con un gesto solícito.
El primero en reaccionar fue el Teniente Frithz Comandante de mi curso, quien,
entendiendo mi resoluta posición, avanzó hacia mí trayendo unos papeles en la
mano. Era una copia del largo formulario de la prueba realizada, y señalando un
texto en la última página, me dijo en tono afectuoso:
A bordo del mencionado destructor HMS Småland, entregado recientemente
a la Armada de Suecia por los astilleros de Eriksberg en Gotemburgo (1956.01.12), tuve la gran
oportunidad de presenciar las pruebas con los primeros misiles de la Real
Flota, Saab Robot 08, pensados como “torpedos volantes” contra blancos de
superficie, cuyo impacto era monitoreado a control remoto por radar. Una
valiosísima experiencia permitiéndoseme empaparme de su avanzada tecnología,
objetivos, y obviamente tácticas y procedimientos para su uso en combate; un
paquete de la más alta clasificación confidencial. Tal amplitud de nuestros
respetables anfitriones, se podría interpretar con el mayor optimismo, como una
cordial invitación dirigida a nuestra Armada Nacional, a considerar en un
futuro próximo, una similar repotenciación con misiles Saab para sus nuevos
destructores, a ser entregados en el otoño que se avecinaba.
Volviendo a mi entrevista en el Palacio de Näsby, intuía yo que
estaba tocando un punto neurálgico que atañía, en grado particular, al Oficial
instructor en el área de los torpedos, quien me prodigaba una mirada de pocos
amigos. No era mi intención ponerlo en aprietos. Yo no hacía otra cosa que
destacar la evidencia de lo acontecido. Un diálogo abierto se entabló entre los
oficiales. Lamentablemente, algo había fallado. Reconozco que, en cierto
momento, tuve tremenda dificultad en ocultar una espontánea sonrisa, que se
empeñaba en desvelar la honesta complacencia, que iba fraguando en mis adentros.
Me había dado cuenta que, mediante mi intachable honradez, y mi pleno
convencimiento de total descargo de culpabilidad, por algo que aquí estuviera
vetado a mi libre autoría, había hecho posible que fuera yo, quien, sin rodeos
y tomando la iniciativa, había logrado canalizar el discernimiento, llevándolo
al campo del arte por mi más preferido... ¡La Retórica!
Llegando el correcto momento de yo retomar la palabra, con
holgura opté por explicar en primer término, mi natural predisposición a
familiarizarme con la biblioteca más a mano en mi hábitat de turno, en este
caso nuestra propia biblioteca de la Escuela, en la que no sólo encontraba
libros relacionados con nuestro extenso programa profesional, sino además, había
descubierto que por su conducto, podía adquirir en préstamo, ensayos y novelas
inclusive en mi propia lengua, disponibles en la Biblioteca Central de
Estocolmo; un excelente servicio del que se favorecían los vecinos de la comuna
de Täby. Así, entrando en el sagrado terreno del conocimiento, se me ocurrió
mencionar que en mis veinte (20) años de vida que llevaba, lo más que había
hecho era estudiar y presentar exámenes, dos (2) actividades en las que había
alcanzado particulares experiencias. En relación con la primera, era corriente
que también me valiera de libros de texto adicionales, en las asignaturas para
las que existieran disponibles ayudas alternativas, como en el caso de
Matemáticas, habiendo encontrando en la Biblioteca de la Escuela, un formidable
tomo del tamaño de una Biblia familiar, conteniendo solamente ejercicios, miles
de ellos, en los niveles de las derivadas y cálculo diferencial e integral,
editado por una universidad en Inglaterra, del que el amable bibliotecario me
había colaborado a adquirir en compra, un ejemplar particular que todavía
conservaba. Y acerca de la segunda, los exámenes, en ellos aplicaba la misma
estrategia válida para las Matemáticas, o sea, la de dar respuesta a todos los
puntos de un examen, a sabiendas de que, en los casos que no consiguiera llegar
a una solución acertada del problema o teorema que se planteaba, algún puntaje
recibía con sólo alcanzar a esbozar correctamente, los pasos en pos de la
pretendida solución. Un punto no atendido por mí, era una horrible e
irreparable pérdida que, durante largo tiempo, me atormentaría sin clemencia
alguna.
Mis superiores escuchaban con agrado. Sus relajados semblantes daban
testimonio de ello, y una que otra leve inclinación de sus cabezas, lo
confirmaba entre ellos mismos. Entendí que debía cuidarme de ser prolijo, por
lo que preferí dar término a mi exposición, refiriéndome expresamente al examen
de torpedos. Reiteré que, no había reparado en el anuncio exonerándonos a los
colombianos, de dar respuesta a los últimos puntos y que, lógicamente, nunca
vacilé en atenderlos, mucho menos al darme cuenta que cómodamente podía entrar
a responderlos, atreviéndome, de pasada, a desvelar mi desvergonzada
complacencia, al enterarme de los buenos resultados en mi osado intento.
Expliqué que, infelizmente, no podía dar razón de qué libro había adquirido mis
conocimientos al respecto, asegurando que toda la literatura sobre torpedos, la
había adquirido de tiempo atrás, y que precisamente en el día de ayer, jueves 4
posterior a la prueba, en su totalidad la había devuelto cumplidamente a la Biblioteca.
Al hacer yo una pausa, escuché que los señores Oficiales
intercambiaban entre sí, algunas impresiones que tocaban las rutinas de la
Biblioteca, lo que me llevó a considerar prudente, agregar unas palabras que
ilustraran sobre nuestro intachable cumplimiento, por parte del bibliotecario y
mía, respecto al severo reglamento sobre el manejo del material clasificado.
Aclaré que el día en que había retirado los libros, a solicitud mía, impulsado
yo por mi honesto y habitual deseo de plenamente proveerme de la literatura
disponible sobre la asignatura a estudiar, el señor encargado de la Biblioteca,
muy amablemente me facilitó los textos que luego me acompañaron hasta cumplido
el examen. Todas las respectivas tarjetas de registro, las había yo firmado de
mi puño y letra, siendo debidamente refrendadas por el bibliotecario, tanto a
la entrega, como a la devolución del material. Y terminé asegurando que,
respecto a la información vetada a mi conocimiento, al igual que el resto acerca
del material que atañía a mi ilustración sobre torpedos, la velaría yo como
estipula el reglamento, con los sigilos garantes de mi formación en la Kungliga
Sjökrigsskolan.
En ese mar tecnológico, navegábamos los Cadetes Firpos empleando la propia lengua de nuestros anfitriones, cláusula que se nos exigió respetar desde el primerísimo día en Näsby Park. Para dar una idea del grado de fidelidad profesional, al que mi consciente proclive a la noble competencia, había evolucionado durante mis años de formación en éste, me es muy grato incluir el siguiente relato.
Anécdota intrépida.
Destructor HMS Småland. |
─
Guardiamarina. Los aquí presentes quisiéramos conocer su opinión sobre el
abarque y grado de dificultad de lo planteado en el formulario de la prueba
final.
De entrada, me encontré ante la inesperada tarea de tener que
dilucidar la exacta razón de la consulta, preguntándome si posiblemente se
trataba de un honor que se hacía, solicitándoseme mi concepto, o simplemente fuera
una continuación oral del mismo examen. De pie, en posición a discreción, me
tomé unos instantes para seleccionar y ordenar en mi cabeza, las palabras justas
para responder a mi superior, a la vez que me garantizaba la oportunidad de
que, al siguiente paso, mi incertidumbre se deshiciera.
─ Con
toda sinceridad, Capitán, en términos generales lo encontré más extenso que
difícil, por lo que, aun estando seguro de haber satisfecho todos los puntos
del cuestionario, me temo que, posiblemente, no haya sido lo suficientemente extenso
en alguno de ellos.
En Suecia no se emplea el artículo posesivo, en primera persona
del singular “mi” que, en Colombia, pretendiendo una actitud de respeto, se
antepone al grado del superior a quien se dirige la palabra. Mostrando en su
mano lo que inmediatamente reconocí como las hojas de mis respuestas, el
Capitán agregó:
─ De
ninguna forma Guardiamarina. Aquí está demostrado que Ud. cumplió con generosidad,
en responder a la totalidad de los puntos en el formulario.
Lo decía sorteando mis papeles en sus manos, y destacando uno de
ellos, continuó diciendo:
─
Inclusive demostró excepcional lucidez en los detalles de sus respuestas,
especialmente en conexión con los últimos puntos, lo que me lleva a preguntarle
Guardiamarina… ¿En dónde y cómo adquirió Ud. la información para atender éstos?
¡Corto y tajante! Era evidente que lo único que interesaba a mi
auditorio, estaba en conexión con algo específico en lo tratado en los últimos
puntos del examen, pero… ¿Cómo demonios iba yo a recordar de qué versaban? Lo
que inicialmente interpretara yo como una invitación a una cordial entrevista, ésta
tomaba el carácter de una incómoda indagatoria, que a más de injusta me tomaba
por sorpresa, sin siquiera habérseme permitido la oportunidad para prepararme
mentalmente. No demoré en entender que, ante tal situación, estaba en mi pleno
derecho a ser prudente y medir con prudencia mis respuestas, y para marcar la
actitud de legítima tutela que yo optaba, me puse en posición de firmes, y
mirando de uno en uno a mis superiores presentes, pronuncié:
─ ¡Capitán!
¡Teniente! ¡Teniente!
De un solo manotazo, el señor Director de Estudios había extinguido
la lisonja con la que iniciara su interpolación; una clara señal que, a mi
turno, me inducía y permitía a responder con cortés sobriedad. En Suecia la
palabra es libre, y el respeto es obvio y equitativamente compartido, por lo
que expresiones tales como «…Permiso para hablar…» y
«…Respetuosamente…», son superfluas. Dejé pasar unos
segundos, y agregué:
─ ¡Supuestamente
de los libros! ¡Capitán!
Confieso que la ironía envuelta en mi respuesta, me nacía de lo
más íntimo de mi espíritu, forjado en la cruda realidad, desde mis años como
estudiante de bachillerato, enclaustrado en un Gimnasio en Bogotá. ¡Mi amor a
los libros se lanzaba en mi defensa!
─ De
eso no queda la menor duda, Guardiamarina. Ahora es de interés prioritario que
Ud. indique cómo los adquirió.
Torre No. 1 para 4 torpedos de 533 mm a bordo del HMS Småland, destructor gemelo del HMS Halland, prototipo del ARC 20 de Julio. |
─ Eduardo, mira aquí. Estos últimos puntos estaban
destinados exclusivamente a los muchachos suecos. Tú los has atendido sin ser
necesario y, por cierto, tus respuestas y soluciones están enteramente
acertadas, lo que, en sí, es meritorio.
Con el dedo me indicaba una anotación que, en lugar
inmediatamente anterior a iniciarse las cuatro últimas preguntas, versaba: «…Los siguientes puntos están destinados a los alumnos suecos. Sólo
ellos deben atenderlos…». Tomé la palabra y dije:
─ Lo
siento Teniente. No lo había notado, además no entiendo que atendiéndolos yo,
sea motivo causante de esta indagatoria.
─ No se trata, en absoluto, de una indagación. Esto no pasa
de ser una consulta de rutina. Lo que acontece con estos puntos, es que tocan
material clasificado, y nuestro oficio aquí es cumplir con hacerle el
seguimiento reglamentario, en lo que respecta a su divulgación y uso.
Me apresuré a contestar:
─ Teniente, todo el formulario de la prueba toca material
clasificado. Yo contaba… por lo menos así lo creo, con buena parte de la
literatura disponible sobre torpedos. Todo lo había retirado reglamentariamente
de la Biblioteca.
Hablábamos en voz alta, y todos los presentes seguían, con aguda
atención, los detalles que intercambiábamos.
─
Claro, claro. Creo que debo esclarecer que, solamente los suecos, habían recibido
la debida instrucción al respecto y, consecuentemente, se entiende que sólo
ellos deberían tener acceso al correspondiente material bibliográfico. Me da la
impresión que aquí, posiblemente se ha presentado un malentendido, o la
información no ha sido suficiente.
─ De mi
parte, Teniente, yo no tenía la menor noticia sobre esa instrucción adicional
de mis compañeros suecos. Sin duda debió realizarse con el mayor sigilo, en
lugar y ocasión extraordinarias. Nunca noté que mi confidente compañero de
camarote siguiera una agenda diferente a la mía. En ocasiones anteriores,
cuando a los colombianos se nos cohibía enterarnos de asuntos especialmente
clasificados, previa y abiertamente se nos ilustraba al respecto, lo que
nosotros, como corresponde, siempre hemos entendido y respetado. En este caso,
además, esas preguntas que me dice corresponden a material extra-clasificado,
están expuestas en un formulario común para todos.
Pude haber entrado a referirme, por ejemplo, a mi más reciente embarque,
en realidad el último que tuviera este verano de 1958, como Guardiamarina a bordo
del destructor HMS Småland, gemelo del HMS Halland, conocido como prototipo de
los destructores ARC 20 de Julio, y ARC 7 de Agosto, pero me abstuve de
hacerlo, entendiendo que todo lo relacionado con mi diligente entrenamiento,
debería ser tema bien conocido por mi respetado auditorio, hasta el último
detalle. No obstante, reconozco que debí haberlo hecho, dado que explica hasta
qué extremos podían llegar, tanto el entendible celo por la parte sueca,
respecto a compartir con representantes de una nación extranjera, sus
modernísimos sistemas de defensa nacional, como, simultáneamente, su inflexible
voluntad y laudable sentido de responsabilidad, cumpliendo en hacer de nosotros
los Firpos, genuinos Oficiales Navales graduados en la KSS. El caso merece que
le dedique un par de líneas, como sigue.
Rampla de misiles "Saab Robot 08" sobre torre de torpedos No. 2, a bordo del destructor HMS Småland. |
Como curiosidad, en aquellas mismas maniobras de verano, acontecía
otra novedad altamente secreta, siendo resguardado por primera vez un destructor,
en uno de los túneles marinos bajo rocas, en la Base Naval de Muskö (Isla
Musk), también recientemente inaugurada (1955), cumpliendo con los costosísimos
compromisos de defensa nacional, requeridos por los efectos de la Guerra Fría. En
esta ocasión, por el contrario, iniciándose las correspondientes maniobras de
aproximación a la isla, se me solicitó mantenerme bajo cubierta, durante todo
el tiempo que tomara la avanzada estratagema. Así que, durante unas tantas y
largas horas cómodamente confinado en un camarote para oficial, como me
correspondía por mi grado de Flaggkadett, tuve tiempo suficiente para estudiar a
fondo, no sólo lo relacionado con los “torpedos voladores”, sino además, sobre lo
relacionado con los interesantísimos morteros “Anti-submarine Rockets” Bofors
de 375 mm, que estaríamos empleando en ejercicios de caza de submarinos, una
vez salidos del secretísimo dique seco taladrado en el granito de la Isla Musk.
HMS Småland en tunel de Muskö. |
Armas del HMS Småland. |
Torpedero HMS Plejad (T 102). Velocidad 37,5 nudos, con 6 tubos para torpedos de 533 mm. |
Armas del HMS Plejad. |
Siguió otro diálogo abierto, más corto en esta ocasión, y para unas
pocas preguntas adicionales que me formularan, sólo precisé de monosílabos para
satisfacerlas. Con un semblante de inconfundible complacencia, el señor
Director de Estudios se acercó a mí, dio a sus colegas amables miradas batiendo
su cabeza en sentido positivo, y extendiendo luego su mano derecha invitándome
a un apretón, expresó:
─ Todo
está aclarado. Inclusive no queda el menor vestigio de haberse presentado un
mal entendido por ninguna de las partes. Ud., Guardiamarina, no sólo ha
demostrado plausible talento en esclarecer las cosas, sino ha dado prueba de
ejemplar conducta y valioso sentido de responsabilidad. Y que se diga… además es
todo un perito en torpedos. ¡Felicitaciones!
Lo de “perito”, prodigado con inconfundible barniz de sátira
entre “conmilitones”, causó espontáneas carcajadas de sus colegas, que también
se acercaron a felicitarme. Mi Comandante Frithz, que no ocultaba su pleno
deleite por el feliz desenlace de la consulta, poniendo una mano sobre mi
hombro, agregó:
─ ¡Bien
hecho, Eduardo!
Terminándose la entrevista, el jefe de Estudios, cerciorándose
de que todos pusiéramos atención, añadió que confiaba en que, lo tratado en la
reunión sólo quedaba entre nosotros, y nos despidió expresándonos sus
agradecimientos. En horas de la tarde, aprovechando un descanso en las aulas, el
Teniente instructor de torpedos, reunió a nuestro curso para dar los resultados
del examen final, dejando para lo último, la noticia de mi sobresaliente prestación,
haciéndome acreedor a la más alta calificación. Un grato anuncio que originó espontáneos
aplausos y efusivas felicitaciones de mis compañeros, acompañadas de uno que
otro apretado abrazo, y los tradicionales mojicones en el pecho o joviales palmadas
en la espalda. Lógicamente, nada fue desvelado acerca de la excepcional
prodigalidad en mis respuestas.
Lo expuesto en esta intrépida anécdota, ilustra fielmente sobre
la más genuina inflexibilidad de procedimiento, la estimulante dificultad de
las tareas propuestas, y el óptimo profesionalismo inducido, garante de una
eficiente solución, todo en harmonía con una hidalga filantropía, que caracterizaba
el ámbito en el que los Cadetes Firpos nos forjamos. Aquel primer viernes de mi
último mes como Guardiamarina en Suecia, pude constatar que en mí se había fraguado
sólidamente, el Oficial de Marina de Guerra pronto a servir con el mayor
entusiasmo, a bordo de una nave que con su proa surcara las añoradas aguas de
nuestros bellos mares, llevando a tope el Pabellón de la Patria, cuyo bello
Azul había jurado defender.
Ahora era sólo esperar 18 días más para la espartana ceremonia,
en la que, con el Cantar de Claros Clarines, se festejaría la loable aprobación
de nuestro “Examen” de Oficial de la Real Armada de Suecia, a ser
posteriormente refrendado para los Firpos, como Oficiales de la Armada de la
República de Colombia.
¡Terminado con las máquinas!
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