Yo Cadete Firpo, III

Balandra Real "Vasaorden", con 18 Cadetes remeros.



Por:Luis Eduardo Schroeder Soto.
24-026 Desde Suecia.

Publicado en la Cyber Corredera No. 179
(2016.01.29)



Yo Cadete Firpo; Portada: Introducción al Relato. Contiene enlaces para todos los capítulos.


Una escuela para Caballeros que se hacen a la Mar.

Armas del Reino de Suecia.
Cumplidos dos (2) meses (1955.08.05-1955.10.02) en la bella ciudad de Gotemburgo, atendiendo intensivos estudios de la lengua sueca, y profundo repaso en otras asignaturas, en la Escuela Superior de Comercio (Universidad de Gotemburgo), llegué por fin junto con mis compañeros Firpos a la capital Estocolmo, en horas de la tarde del domingo 2 de octubre de 1955. El placentero viaje en tren había tomado seis (6) horas, y en la Estación Central, luego de despedirnos de nuestro Capitán Jorge Berrio Posada, que viajaba en el mismo vagón, abordamos un bus que nos conduciría a la pequeña población Näsby Park, en la Comuna de Täby, a una (1) hora por carretera al Norte.

En esta idílica villa, a orillas de la ensenada Näsby, en el archipiélago interno de Estocolmo, sobre el Mar Báltico, se encuentra el señorial Palacio de Näsby (Näsby Slott). construido en 1665 para el Conde Per Larsson Sparre, Almirante de la Real Armada de Suecia. En 1897 un incendio destruyó una parte de la gran mansión, pero relativamente pronto, en 1905, fue comprado por otra familia noble, que le devuelve su esplendor, y lo habita hasta 1941, cuando fuera adquirido por la Real Escuela de Guerra Naval fundada en 1756 (Kungliga Sjökrigsskolan, KSS), como sede para la formación de Oficiales, incorporando para ello modernas edificaciones adyacentes, destinadas a aulas, laboratorios, armería, servicios de intendencia, alojamientos, un magnífico coliseo cubierto con amplios locales para gimnasia, deportes menores, sauna, etc., y harmoniosamente integradas con los hermosos jardines aledaños, canchas y campos para ejercicios y deportes mayores. Lógicamente no podía faltar un amarradero para embarcaciones menores, botes veleros y balleneras. Todas estas magníficas instalaciones para saludable recreación, eran compartidas con los colegios y organizaciones deportivas de la Comuna. En 1987, este popular establecimiento pasó a convertirse en un Centro de Conferencias de las Fuerzas Militares de Suecia, siendo trasladada la Escuela Naval a locales íntegramente funcionales dentro de una de las Bases de la Armada.

Palacio de Näsby.
Era Rey de Suecia, Gustaf VI Adolf, desde el 29 de octubre de 1950. Sus nombres completos eran: Oscar Fredrik Wilhelm Olaf Gustaf Adolf. Comandante de la Real Flota de Suecia el Vicealmirante Stig H:son Erikson (1953-1961), ascendido a Almirante en 1961. Como Director de la Escuela (1953-1958), se desempeñaba el Comodoro Sven Samuel Gustaf David Hermelin, de familia de alta alcurnia, quien sería relevado del cargo en la primavera de 1958, por el Comodoro Hans Gustaf Otto Carlsson Uggla (1958-1964), también de ascendencia noble. El Teniente de Fragata (Löjtnant) C. H. W. G:son Frithz, nos acompañaría como Comandante de Curso, durante toda nuestra formación en la Real Escuela. A la sazón, Colombia no contaba con Embajador en Suecia, siendo representada por un Encargado de Negocios.

Gustaf VI Adolf.
El Teniente de Corbeta (Fänrik) Friefelt, destinado a ser nuestro superior más inmediato, fue la primera persona en darnos una cordial bienvenida, y acto seguido, nos guio en nuestra instalación en cómodos camarotes para dos (2) alumnos, compartiéndolos con compañeros suecos. Nuestro curso ocupaba un piso completo en uno de los dos (2) edificios destinados para alojamientos. Cada piso contaba con una amplia sala de estar en uno de sus extremos. Allí, antes de llegar la hora para la cena, recibimos las primeras instrucciones y orientación, sobre las instalaciones de la Escuela, servicios, reglamentos, horarios, rutinas, y los programas más inmediatos que nos esperaban.

El lunes 3 de octubre de 1955, empezaba nuestra nueva vida con un “da capo” en reclutada que nos enorgullecía, cobijados con el Pabellón de Guerra del Reino de Suecia, ciñéndonos a sus leyes y tradiciones, integrándonos en la cultura e idiosincrasia de su pueblo, y contribuyendo nosotros con nuestro mayor respeto, agradecimiento, y alegría, haciendo nuestros sus avanzados conocimientos y experiencias, en las artes que, un día coronando nuestros estudios, llevaríamos con nosotros de regreso a nuestra Patria. De ahora en adelante, diaria y cumplidamente a las ocho de la mañana durante cuatro largos años consecutivos, izaríamos con honores la Insignia de la Armada de Suecia.

Pabellón de Guerra e Insignia
 de la Armada de Suecia.
Los contingentes de alumnos en la KSS no se identificaban con un número específico, sino se valían para su registro, del año en que se iniciaban los “cursos”, correspondiendo el nuestro a 1955. Estábamos divididos en dos (2) líneas de estudios a saber: la Naval Militar y la de Artillería de Costa. La Naval Militar estaba a su tuno dividida en dos (2) grupos: el de Servicio Activo, y el de Servicio en Reserva, que permanecerían integrados siguiendo exactamente el mismo pensum de formación. Los primeros seguiríamos la carrera naval regular al ser graduados, y los segundos, pasarían a la vida civil prestando anualmente un par de meses en servicio regular, y atendiendo cursos para sus correspondientes ascensos. En el grupo de Servicio Activo, había alumnos en las líneas de Ingeniería y Economía, que sólo nos acompañarían durante la primera fase de Aspirantes, pasando luego a continuar sus estudios profesionales en sus respectivas Universidades, incorporándose anualmente algunos meses en unidades a flote y dependencias en tierra, hasta su respectivo grado en la Real Armada. Los oficiales destinados a la Marina Mercante, no eran considerados como profesionales militares, y por consiguiente no se formaban en la Real Escuela, siendo preparados en cursos especiales en algunas Universidades Técnicas (Politécnicos) del país, y lógicamente tampoco pertenecían al escalafón de reservistas. En nuestro curso en la línea Naval Militar para Servicio Activo, éramos inicialmente 32 Aspirantes en total, y llegados al segundo grado de cadetes, se nos unieron dos Tenientes de Corbeta de la categoría de Oficiales de Compañía, con el objeto de refrendar su carrera en la categoría de Oficiales de Regimiento, que era la nuestra. Sobre estas categorías trataré abajo.

Los diez (10) Cadetes Firpos nos iniciábamos como Aspirantes en la línea Naval Militar de Servicio Activo de la Real Armada de Suecia. De ser yo Cadete 24-026 Schroeder en la Escuela Naval de Cadetes (ENC) en Cartagena, pasaba a ser Aspirante 143 Schroeder en la Kungliga Sjökrigsskolan (KSS) en Näsby Park. A Cadete de primer curso, sería ascendido con el mismo número a fines de agosto de 1956.

Vicealmirante Stig H:son Ericson.
Queda en su lugar mencionar los grados por los que pasaríamos en la KSS, para llegar al “Examen” (promoción) para Oficial. Se iniciaba con un año completo como Aspirante, seguido por dos años como Cadete, denominados sencillamente Primero y Segundo cursos, y se finalizaba como Cadete Abanderado (Flaggkadett). equivalente a Guardiamarina en la ARC. Estos grados estaban equiparados en el escalafón de servicio, con los respectivos altos grados en la línea de mando, que en la ARC corresponden a “Suboficiales”, para efectos de la asignación de las correspondientes tareas, durante el tiempo de embarque, siendo así que, la instrucción que se recibía en la KSS, comprendía una parte de estudios teoréticos en tierra, alternados con otra parte de servicio activo a bordo de unidades a flote, prácticamente de la misma duración e intensidad. En esta forma se conseguía mantener las añejas tradiciones que, durante siglos, regían para la formación de hombres de mar, destinados a ejercer el mando como Oficiales de la Real Flota. Sobre mi servicio a bordo de diferentes buques de la Flota sueca, trataré más adelante en otro Capítulo de Yo Cadete Firpo.

Vale agregar que la categoría de “Suboficiales”, no existe en las Fuerzas Armadas de Suecia, considerándose tal denominación poco acertada laboralmente, a razón del sentido de “inferioridad de situación” que conlleva el prefijo “sub”. Entonces, aquellos también son clasificados como Oficiales, siguiendo un escalafón paralelo compuesto de grados con nombres e insignias propios, acuerdo a la respectiva fuerza armada. Además, el grado más alto al que éstos llegan, es equiparable con el de Capitán en nuestro Ejército, o Teniente de Navío en la ARC. Resumiendo, tenemos que la categoría castrense de “Oficial” en las Fuerzas Armadas de Colombia, corresponde a la llamada en Suecia “Oficial de Regimiento”, y la de “Suboficial” colombiano, a la de “Oficial de Compañía” sueco. Sin duda, tal homogenización retórica de la oficialidad castrense en Suecia, redunda en harmoniosa y respetuosa fortificación de la solidaridad del elemento humano, en una organización que se identifica con una misma conciencia social.

Real Escuela de Guerra Naval.
Volviendo a la profesionalización de los estudios y servicios de los alumnos de la KSS, ésta los hacía lógicamente acreedores, a una justa y puntual remuneración mensual, con primas y viáticos acuerdo a lo estipulado en la ley laboral de Suecia. El hecho de que un joven ciudadano, para ingresar a la Real Escuela, no sólo debería cumplir con los más estrictos requisitos para su admisión, siendo nacional sueco, mayor de edad, con las mejores cualidades físicas, sociales y académicas cumplido un grado de Bachiller, alcanzado con las mejores calificaciones, sino que inclusive ofrendaría voluntariamente otras oportunidades e intereses de la vida civil, en aras de tener el honor de convertirse en Oficial de la Real Armada, era, y es, una razón de peso para hacerse acreedor a una justa indemnización durante la larga fase de su formación profesional.

En conexión con este asunto, se presentó un imprevisto impasse con lo que regiría para los alumnos colombianos. Todo empezó en ocasión de una charla que yo tuviera con mi compañero sueco, en nuestro camarote. Habiendo recibido él su salario, se interesó por saber si yo también había firmado la correspondiente nómina, a lo que tuve que explicarle que, nosotros los colombianos, por no ser nacionales suecos, no teníamos derecho de recibir remuneración alguna de Suecia, como tampoco lo hacíamos de nuestra Armada. Sorprendido, me indagaba sobre la forma como yo atendía mis gastos personales, no quedándome entonces otra alternativa fuera de confesarle que, tenía la suerte de bandearme con algunos dólares que mi Padre me facilitara y, además, no era mucho lo que yo precisaba para mis gastos a cuenta de mi propio bolsillo. Alarmado mi compañero por lo que él interpretaba como “menoscabo de un derecho”, dio noticia de esto al Comandante de nuestra Compañía, y pronto la propia Dirección de la Real Escuela tomó cartas en el asunto para esclarecer y solucionar lo que acontecía. Relativamente pronto, quedó confirmado por la instancia competente, que los cadetes en la Escuela de Cartagena, no recibían remuneración alguna y, además, que los enviados a Suecia “no dependían administrativamente” de aquella, habiendo sido trasladados a la correspondiente Escuela de formación en Suecia, bajo la supervisión del Comando de la Operación Firpo con sede en Gotemburgo. Ésta a su turno, declaró no tener asignado presupuesto para atender tales costos. En resumen, sencillamente quedó constatado que los Firpos nos encontrábamos en un vacío estipendial.

Lo confirmado por la ENC en Cartagena, de haberse desprendido de responsabilidades administrativas para con los alumnos becados en Suecia, es un dato de suma importancia al que, a su debido tiempo, Mi Teniente Schroeder se referirá llegándole su turno de aclarar ciertos asuntos de crucial trascendencia, que definirían su continuidad en su carrera como Oficial de la ARC.

Instalaciones de la KSS. Primer plano Plaza de Arnas con proa, ancla y cañones de antiguo navío. Detrás, edificio de Aulas y Laboratorios. Fondo, dos edificios para alojamientos y servicios especiales.
Pasados unos días, la Dirección de la Real Escuela había llegado a una diplomática solución. El Sr. Comodoro Hermelin nos hizo llegar información sobre lo determinado por las autoridades suecas, resumiéndose en que, independientemente de cómo la parte colombiana solucionara el impasse de la falta de remuneración para los cadetes venidos de Cartagena, los diez (10) Firpos recibiríamos mensualmente del Estado de Suecia, la suma asignada como subsidio para estudios concedido, sin excepción alguna, a los estudiantes en universidades y escuelas técnicas en todo el país, incluyendo a los extranjeros becados en éstas. ¡Santo remedio! …proveniente de una democracia y burocracia funcionales. Esto no era otra cosa que un derecho obvio, en una sociedad que valora los esfuerzos de sus ciudadanos. Consecuentemente, de Colombia no recibiría yo un solo centavo asignado a mi bolsillo particular, durante todos los años de mis estudios y labor, que en efecto hacía integrado en el sistema de vida en Suecia, y confieso que lo que me prodigaba este Reino, no sólo me bastaba para atender mis costos y obligaciones personales con honorabilidad, sino que henchía mi espíritu de orgullo y agradecimiento. Esta reflexión no quedaría plenamente ecuánime, si en mi pretenciosa ecuación de autonomía, no reconociera con agradecimiento, la elevada fianza que mi Padre cumpliera en aportar a la Escuela Naval en Cartagena, sin la cual jamás hubiera yo tenido ni el mero chance, de poner mis asentaderas en un aula de la Real Escuela en Näsby Park. Garantías de tal índole nunca tuvieron que satisfacer mis compañeros suecos, como tampoco oyeron hablar de costos de incorporación y matrículas previas, y aun así todos sin excepción se graduaron de oficiales de la Real Armada de Suecia.

Aspirantes Contingente 1955 - Marcha de la Escuadra (Musköteri) para izada de la Insignia Naval en el Patio de Armas. Sobre las Aulas a la izquierda, una central de Meteorología. Al fondo el edificio de Administración y comedores.
Fue en verdad mucho lo que me impactara, apenas iniciándome en las rutinas y actividades en la Real Escuela. Lo primerísimo fue el trato respetuoso y gentil entre todos los integrantes de la gran familia naval en Suecia. Una conciencia de honorabilidad, profesionalidad, responsabilidad y camaradería, impregnaba el ambiente desde lo cotidiano hasta lo extraordinario, y obviamente el deber, la intención, y la palabra, lucían con la caballerosidad del marino de pura cepa. La disciplina era severa por antonomasia, y no por implantación a la fuerza. La “letra” se transmitía con inteligencia, y nunca introduciéndola con sangre. Bajo tales atmósfera y primicias, no había cupo para “citas a relación” y, consecuentemente, los plantones con remo, las tendidas con flexiones, los trotes nocturnos, las rutinas disciplinarias, y tantos otros métodos tropicales, que en la ENC de Bocagrande sólo redundaban en deteriorar la salud, y por ende la concentración y prestación en los estudios de los cadetes, ni siquiera se asomaban en la mente de los más lanzados a concebir extravagantes fantasías en la KSS de Näsby Park. Puedo agregar que, durante todo el tiempo de mis estudios y formación en Suecia, nunca llegué a enterarme de que algún cadete hubiese sido públicamente sancionado por algo. Obviamente, no siendo ésta una escuela para “santurrones”, no faltaban las llamadas de atención, y las oportunas correcciones, en tono severo y explícito, si necesario.

Ese respetuoso y esmerado trato entre personas, se observaba igualmente para con lo material, puesto en las manos, al servicio, o bajo la responsabilidad del individuo. Así, por ejemplo, el equipo personal, los uniformes y prendas para el servicio, eran completamente gratuitos y renovables, lo que no implicaba que siempre fueran nuevos. La ropa más cercana al cuerpo, se recibía en cantidad suficiente para una semana, pudiendo cambiar la usada los días viernes por mudas lavadas y aplanchadas, de la misma talla del usuario. El calzado era igualmente trocable por un par remontado, o con suerte, hasta por uno completamente nuevo. Los uniformes de calle, propios para las diferentes estaciones del año, eran de fabricación nueva, pero las prendas exteriores más pesadas, como capotes, impermeables, camuflajes, guantes y gorros para invierno, perfectamente podían ser nuevos o de segunda mano en perfecto estado, y en todos los casos ajustados a las dimensiones del alumno.

Para las franquicias y en ocasiones especiales, a los Firpos se nos instruyó emplear nuestros propios uniformes, acuerdo al reglamento y ceremonial de nuestra Armada. Ante tal excepción en algo tan importante y trascendental como es el uniforme, que identifica la nacionalidad y arma del usuario, pronto entendí que, no sólo se trataba de un gesto de grato aprecio hacia lo nuestro, sino que detrás de esto se traslucía un genuino interés en aras de provechosa publicidad, no sólo por parte de la KSS, sino en verdad de todas las unidades de la Real Armada, en las que prestábamos nuestro servicio, siendo así que, con legítima complacencia hacían pública nuestra presencia a bordo, en ocasiones de representación o de justificada y permitida publicidad en visitas que se hacían a puertos, en certámenes entre escuelas de los países vecinos, etc. Así fue que, con cierta frecuencia, se publicaban en diarios y revistas, amenos artículos con fotografías de los exóticos cadetes colombianos, incluyendo los comentarios que nos sacaban en sus lanzadas entrevistas, con prioridad acerca de nuestras experiencias integrándonos en el hábitat nórdico, no faltando las lisonjas que nos prodigaban, a razón de los avanzados conocimientos de la lengua sueca. En verdad todo un fenómeno publicitario, rotundamente opuesto, o poco equitativo respecto a los intereses de nuestra Armada, que nos había exigido mantener bajo rigurosa confidencialidad, todo lo relacionado con nuestra presencia en entrenamiento en Suecia. No obstante, en este país en donde reina una legítima libertad de prensa, la noticia sobre la importantísima adquisición por parte de Colombia, de dos destructores construidos en Suecia, de la más alta tecnología, dotados del armamento más moderno, y sofisticados sistemas para la guerra en el mar, era lo primerísimo que se “trombonaba” por doquier. Como ejemplo, incluyo una fotografía tomada a bordo del destructor HMS Uppland (1956.08.02), que encabeza un largo artículo en un periódico, con el estrambótico título “Cadete de Colombia a bordo del Uppland. Prefiere naturalmente la Flota y las damas antes que el pescado”. Como se ve, nuestro propio Comandante de curso, Teniente Wilhelm Frithz, hace parte de la coreografía.

Los Aspirantes Eduardo Schroeder y Torbjörn Hullman, de Bogotá y Estocolmo respectivamente, cumplen el mismo servicio a bordo del Destructor HMS Uppland. Es el Teniente Wilhelm Frithz quien da la orden.
No era sólo en Suecia que se divulgaba la presencia de los Cadetes Firpos, sino también en Colombia, como lo hizo la revista Semana de marzo 1958, con un extenso artículo de cuatro páginas (24 a 27), incluyendo significativas fotografías, de las que incluyo una tomada durante maniobras en el invierno de 1957.

De izq. a der. Oscar Fernández, Roberto Gómez, Camilo Trujillo, Edgardo Bermúdez y Álvaro Campos. En maniobras de invierno 1957. Revista Semana de marzo 1958.
Luger Naval, 9 mm. Parabellum.
Como armamento de servicio en la Real Escuela, una vez obtenido el ascenso a Cadete de primer curso, recibí de dotación una poderosa pistola “Luger Naval” de fabricación alemana, con munición de 9 mm Parabellum, en lugar del tradicional fusil en la ENC en Cartagena. Los fusiles se retiraban de la armería, sólo para ejercicios de tiro, o ser empleados como armamento de la escolta del Pabellón Naval, y honores a su izada diaria. Como curiosidad vale agregar que, el fusil no se portaba “al hombro”, sino “a la correa” colgando del hombro.


Calibrando pistolas. Eduardo espera su turno.
La única ocasión durante toda mi estadía en la KSS, en que yo registrara el porte de un fusil al hombro, ocurrió cuando mis compañeros Roberto Gómez y Oscar Fernández, escoltaron nuestro Pabellón de Colombia, siendo yo el “abanderado”, en ceremonia especial organizada para los Firpos en el Palacio de Näsby, el sábado 2 de febrero de 1957, a razón de que los tres compañeros del Contingente XXV, Raúl Acuña, Jorge Beltrán y Antonio Laborde, cumplieran con nuestro tradicional “Juramento a la Bandera”. Una ceremonia por cierto algo excepcional a los ojos de nuestros colegas suecos, dado que juramentos de tal índole no hacían parte del ceremonial militar en Suecia. De “prometerse” algo sería al Rey, pero esto sólo acontecía de forma simbólica cuando se entonaba la “Canción al Rey”, no teniendo Suecia por aquellos años un himno nacional, como tampoco un día de celebración nacional, sencillamente porque Suecia era, y es, una Monarquía y no una República.

Escolta del Pabellón de Colombia en el Palacio de Näsby Park.
Izq. Roberto Gómez - Cen. Eduardo Schroeder - Der. Oscar Fernández.
Volviendo a la pistola de “dotación”, ésta estaba destinada a acompañar al Cadete, y hecho Oficial, el resto de su vida de servicio activo, al igual que retirado en la reserva. En esta forma, debía yo llevarla y utilizarla siempre como parte de mi equipo militar, en todas partes a la que fuera trasladado, e inclusive tenerla conmigo durante las vacaciones. A la víspera de nuestro viaje de regreso a Colombia, luego de nuestro grado de Oficiales, facultativamente, los Firpos entregamos de vuelta nuestras pistolas, sin que nadie nos lo requiriera.

Juramento a la Bandera de Colombia. Ceremonia en el Palacio de Näsby Park.
Juran de izq. a der: Raúl Acuña, Jorge Beltrán y Antonio Laborde.
Acompañan en fila de atrás: Edgardo Bermúdez, Camilo Trujillo y Jorge Torres.
Hablando del Rey… por aquel entonces era la Cabeza de la Iglesia de Suecia; una iglesia evangélica luterana de episcopado histórico, habiendo abandonado su obediencia al episcopado romano, tras adherirse a los postulados de la Reforma Protestante, decidida en Suecia por un Consejo de Gobierno en 1527. Es de importancia anotar que el nombre de Iglesia de Suecia, es anacrónico, como lo es el de la Iglesia Católica Apostólica y Romana, y que tan tarde como es el año 2000, se separó del Estado de Suecia, identificándose como la “Iglesia Evangélica Luterana de la Población del Reino de Suecia”, habiendo atendido durante siglos, con ejemplar celo y eficacia, el registro civil de todos los habitantes de Suecia. Hasta 1951 era obligación de la población, pertenecer o asociarse a una organización religiosa aprobada por el Reino, antes de poder separarse de la Iglesia de Suecia, o sea que aquel año se estableció la libertad de culto.

Esto lo traigo a colación a razón de que, para ser Oficial de nuestra querida Armada, era “obligación” no sólo pertenecer, sino también practicar la Confesión Católica en todos sus mandamientos; una evidencia en la que yo no había reflexionado, hasta presentarse el caso de uno de nuestros compañeros, candidato a convertirse en Firpo, al haberse abstenido de asistir a misa un domingo, durante los meses de nuestra larga espera en Cartagena (Yo Cadete Firpo, I). Citado a “relación” por tal motivo, al dar una explicación el compañero sostenía no ser católico, haciéndose por tal razón acreedor a una llamada de atención, en la que se le recordaba que, para ingresar a la Escuela Naval, un requisito ineludible era ser bautizado y confirmado en la Iglesia Católica Apostólica y Romana. Entonces, habiendo él aportado copias de las correspondientes “Partidas”, se le había dado crédito a su Confesión y, por consiguiente, tenía la obligación de cumplir, entre tantos otros, con el “Primer mandamiento de la Santa Madre Iglesia”, que impone «…Oír misa entera los domingos y fiestas de precepto…». Ante tal certidumbre, el aludido tuvo que someterse, pero más tarde, una vez cobijado por la Ley en Suecia, se vanagloriaba reconociendo que, por estas latitudes, no había nadie que le recriminara las libertades que sólo atañían a su conciencia. Queda en su lugar agregar que, durante el par de meses de estudios universitarios en Gotemburgo, susodicho camarada, encantado y voluntariamente, claro está, nos acompañaba a misa los domingos.

Mencionaba con anterioridad el limitado uso del fusil en el servicio, lo que me invita a agregar que los alumnos de la Escuela en Suecia, no eran involucrados en actividades que no siguieran el saturado pensum, estipulado para su formación profesional como marinos de guerra, u ocupaciones que interfirieran en sus estudios y rutinas establecidas. Por tal razón no participaban en eventos tales como paradas militares, pelotones de escolta, o haciendo calles de honor en ceremonias de bienvenida, inauguración de congresos, celebraciones varias, y mucho menos como “edecanes” de señoritas candidatas en concursos de belleza, sólo a razón de contribuir con su presencia y gallardos uniformes, en la coreografía de los espectáculos. Y ya que me encuentro dilucidando las grandes diferencias que existían, en el empleo del valiosísimo tiempo destinado a la formación de hombres de mar, en la KSS era completamente ajeno poner a los cadetes a tocar instrumentos de bandas de guerra, prefiriendo dejar esas artes en manos y bocas de expertos enrolados y asalariados para tales fines. Se debe reconocer que, detrás de estas desproporciones, juega un papel fundamental las tradiciones, tan estrechamente asociadas con el folclor de los pueblos. Además, queriendo ser condescendiente con lo nuestro, la comparación resultaría más ponderada si agrego que, por un largo tiempo, yo fui tambor de la Banda de Guerra en Bocagrande, pudiendo hacer alarde de haberlo hecho bastante bien. No obstante, al estropeársele el tambor a un Cadete de un curso superior, sencillamente me “aplicó la antigüedad” apoderándose él del mío, resultando en que, en aquella ocasión, me tocó someterme a marchar en la tropa con fusil. El relato lo redondeo a mi favor, agregando que, no sólo por fortuna, me escogieron para formar la primera fila del batallón del desfile, sino que, me agradó de tal manera, que no dudé en definitivamente cambiar el tambor por el fusil.

Reina Elizabeth II de Gran Bretaña visita Estocolmo, 1956.06.08.
Aspirantes del Contingente 1955, tripulan la Balandra Real "Basaorden".
Un par de excepciones, por cierto, muy honrosas, existían en la regla de asiduidad en torno al servicio de los Cadetes Navales en Suecia, sólo en vigor para los alumnos del curso de Aspirantes y, como comentaba, muy aferradas a la tradición. La primera consistía en prestar guardia de honor en el Palacio Real, un solo día al año, preferiblemente un domingo, y la segunda, tripular como remeros la pomposa Balandra Real llamada “Vasaorden” (Orden de Vasa), que exclusivamente se usa en ocasiones de visitas reales, o de Jefes de Estado que llegasen a bordo de buques de sus respectivas Marinas de Guerra, y también en opulentas ceremonias oficiales de la Corona. En esta forma correspondió a nuestro curso remarla en conexión con la visita oficial que la Reina Elizabeth II, de Gran Bretaña, hiciera a Estocolmo en compañía del Príncipe Consorte Philip, el día viernes 8 de junio de 1956, arribando en el HMY Britannia (Royal Yacht Britannia), recientemente (1954.12.11) asignado como Yate de Estado o representación de la Corona Británica. El cortejo fue recibido entonces por el Rey Gustaf VI Adolf de Suecia.

La balandra, del tipo de “salón”, es de propiedad de la Armada de Suecia. La original, inspirada en balandras y góndolas antiguas, de magnífico diseño y costosa elaboración, fue construida en 1774, pero al ser totalmente destruida por un incendio en 1921, una copia exacta fue puesta en servicio en 1923. Tiene una eslora de 17,9 m, manga 3,1 m y calado 1,2 m, con un desplazamiento de 12 toneladas. Es comandada por un oficial con el grado de Capitán, que hace de timonel a popa, y lo asisten dos (2) oficiales para la retrasmisión de órdenes, y otros oficios especiales de ceremonial naval, uno a media cubierta y otro a proa, todos en uniforme de gala. Para su propulsión se emplean nueve (9) pares de remeros, y uno de reserva también va a bordo presto a actuar. Yo me inscribí entre los voluntarios a ser entrenados para remarla, pero echada a la suerte los escogidos a tripularla, infelizmente no salí favorecido, perdiéndome así de tan grande honor.

Royal Yacht Britannia.
Otro de los asuntos en la Real Escuela, que contrastaba acentuadamente de lo establecido en la Escuela Naval en Bocagrande, en la que los Firpos fuéramos inicialmente educados, estaba en el plano de la rutina diaria, específicamente en conexión con el número de “formaciones generales” de los cadetes en el curso de 24 horas, lo que supuestamente influyera directamente en el nivel y calidad de la autonomía, tanto en lo que atañe al desempeño individual, como en la coordinación de las facultades profesionales del elemento humano que se pretendía forjar. Tratando yo de recordar la cuota de formaciones del Batallón de Cadetes completo en Bocagrande, llegaba a un total de nueve (9) diarias por aquel entonces (1955), a saber: al alza arriba, para paso al desayuno, paso a las aulas, izada del Pabellón Nacional, paso al almuerzo, paso a las aulas, paso a la comida, para actividades varias, y previa a la recogida. Es posible que se me haya escapado alguna pudiendo acontecer, por ejemplo, que saliendo de los comedores también se formara alguna vez. Este alto número de formaciones generales, desentonaba marcadamente con una (1) sola de todos los alumnos en la Escuela en Näsby Park, siendo la tradicional para la izada del Pabellón de Guerra a las 08:00 horas.

Para tomar los alimentos, por ejemplo, unos minutos antes de la hora señalada nos congregábamos a discreción en el patio, frente a la entrada del comedor, o adentro en el foyer, dependiendo de las condiciones meteorológicas de la estación, y allí compartíamos jovialmente entre compañeros, correctamente uniformados acuerdo a la etiqueta del momento. Era el “Ama de casa”, jefa de la Comisión de Alimentación en persona, quien puntualmente saliera a invitarnos a pasar al gran salón, lo que hacíamos en completo silencio, siendo recibidos por una decena de “doncellas” más jóvenes las más, y menos jóvenes las menos, refinadamente uniformadas, quienes, con una delicada inclinación de su cabeza, se adherían al cortés saludo de su jefa. Una vez llegados a nuestros puestos señalados, esperábamos de pie, frente a mesas elegantemente acicaladas con manteles blancos, cubiertos resplandecientes y servilletas individuales. Al tomar asiento el Guardiamarina de servicio, en mesa destacada junto con tres cadetes invitados, el resto seguíamos su ejemplo, y así el refrigerio se tornaba en un acto que invitaba a disfrutar de los alimentos, que las amables camareras nos traían a la mesa. Que yo recuerde, nadie se perdía voluntariamente de asistir a esos ratos sociales, que se hacían aún más gratos con las cortas visitas que nuestra amable anfitriona nos hacía a las mesas, acompañada de una de sus ayudantes, siempre atenta en verificar que todo lo que se nos ofrecía, estuviese a nuestra plena satisfacción.

Hablando de rutinas y procedimientos, otro asunto en el que infelizmente se presentaron discrepancias, entre las normas de la Real Escuela en Näsby Park, y lo determinado por la Escuela Naval en Cartagena, estaba en conexión con lo estipulado para las vacaciones de los alumnos colombianos. Es de recordar que una de las cláusulas, acordadas entre las partes para poder viajar a Suecia (Yo Cadete Firpo, I), versaba textualmente como sigue:
«…La duración aproximada de su ausencia en el exterior será de cuatro (4) años, sin incluir viajes de vacaciones, o visitas no oficiales, de vuelta a Colombia…».
Al llegar el momento de las vacaciones programadas para los alumnos en Näsby Park, estaba entendido que todos, sin excepción, deberían salir a disfrutar de ellas. La Ley en Suecia no sólo obligaba al patrono, o instancia correspondiente, a conceder vacaciones reglamentarias al empleado, o personal bajo su tutela, sino también obligaba al aludido a descansar de su labor o actividad, haciendo uso de éstas. En esta forma la KSS suspendía actividades, incluyendo servicios de logística, y aprovechaba para poner en marcha trabajos de mantenimiento, implicando que nadie tuviera acceso a sus instalaciones, lo que súbito resultaba en que los Firpos, voluntaria y temporalmente alejados de la tierra patria, no tenían para dónde coger.

Nuevamente, la Dirección de la Real Escuela se vio involucra en un delicado problema, más aún cuando éste se presentaba con muy corto aviso previo. Otra vez ésta salía en laudable auxilio nuestro. No entro a reseñar la forma como lo hiciera, tan personal para cada uno de nosotros, pero respecto a lo mío, confieso que fui felizmente privilegiado, gracias a la familia de mi queridísima “Fröken” en Gotemburgo (Yo Cadete Firpo, II). Su padre, Herr Larsson, no sólo hacía mío su propio hogar, invitándome a pasar mis vacaciones en su residencia de verano, sino también optó muy cordialmente, en dar noticia de esto al Comodoro Hermelin, Director de la Real Escuela, quien más que complacido, impartiera instrucciones para que se me proveyera con los pasajes necesarios para mi transporte. A partir de entonces, durante los años de mis estudios en la KSS, gozaría sin falta de tan grande beneficio, partiendo del lugar en que a la sazón me encontrara, coordinando mi retorno destino a la localidad de mi próximo servicio.

Mencionaba un par de veces anteriormente, al Guardiamarina de servicio, y no de guardia, a razón de que ningún sistema de división por guardias, estaba establecido para los cadetes con pie en tierra en Näsby Park, o sea que no estábamos involucrados en prestar servicio como centinelas, como tampoco funcionaban imaginarias de ninguna naturaleza. Existía sí un plan detallado para la defensa de la Escuela, pero para los servicios específicos de vigilancia de las instalaciones, y otros conexos como control de incendios, emergencias varias, etc., se empleaba unidades de la Real Armada especializadas para tales tareas. Todo siguiendo la política que inicialmente mencionaba, basada en minimizar el empleo del tiempo de los alumnos, en labores que los apartaran de sus intensivos estudios, y actividades adicionales. Cabe agregar que el sistema de “Brigadieres” tampoco existía, y consecuentemente un “Brigadier Mayor” no se requería. Los cadetes abanderados (guardiamarinas), rotaban ejerciendo el mando pertinente en áreas, maniobras y ocasiones específicamente militares.

Tocando el tema de los estudios, la Real Escuela de Guerra Naval, era una institución educativa que, como mínimo, cabalmente cumplía con el pensum y requisitos académicos de una Escuela Superior (Universidad) en el área técnica, en este caso especializada en la preparación de profesionales altamente competentes para tripular y comandar las unidades de tierra y mar, de la Armada de un país que, durante siglos, se ha mantenido a la vanguardia en la construcción y mantenimiento de su propia flota, famosa por su más avanzado diseño, sofisticado armamento, y ultramodernos equipos y sistemas de operatividad en todas las ramas de las artes navales. Es digno de destacar que, las patentes, y la industria de armamento a emplear en el aire, mar y tierra, eran, y son en ese orden, las más valiosas “joyas” de las exportaciones de Suecia, seguidas por la industria nuclear no bélica, junto con una amplísima gama de ecosistemas alternativos para la generación de energía; una combinación “sui generis” que dice todo sobre la idiosincrasia sueca.

En ese mar tecnológico, navegábamos los Cadetes Firpos empleando la propia lengua de nuestros anfitriones, cláusula que se nos exigió respetar desde el primerísimo día en Näsby Park. Para dar una idea del grado de fidelidad profesional, al que mi consciente proclive a la noble competencia, había evolucionado durante mis años de formación en éste, me es muy grato incluir el siguiente relato.


Anécdota intrépida.

Destructor HMS Småland.
Estando de Guardiamarina (Flaggkadett), en la recta decisiva con exámenes finales, para coronar mis estudios de Oficial en la KSS (Kungliga Sjökrigsskolan), entrado el otoño de 1958, al segundo día después del examen final en la conspicua asignatura sobre el “Torpedo” como arma; su complicada construcción, sofisticada autonomía, sus alternativas de propulsión, cargas explosivas, opciones de ignición, empleo en unidades de superficie y submarinas, rutinas de mantenimiento, maniobras y tácticas de combate, etc., etc., fui llamado a la Dirección de Estudios en las horas de la mañana, el viernes 5 de septiembre previo a la divulgación pública de los resultados. Llegado a la oficina correspondiente en el Palacio de Näsby Park, allí me esperaba el Capitán Director de Estudios, el Teniente Wilhelm Frithz Comandante de nuestro curso y el Teniente experto que nos había guiado en la avanzada asignatura. Cumplida mi presentación de rigor, el primero de los mencionados me dio la bienvenida, y me explicó que el propósito de mi citación estaba en conexión con el reciente examen sobre torpedos, y en tono afable agregó:

Guardiamarina. Los aquí presentes quisiéramos conocer su opinión sobre el abarque y grado de dificultad de lo planteado en el formulario de la prueba final.

De entrada, me encontré ante la inesperada tarea de tener que dilucidar la exacta razón de la consulta, preguntándome si posiblemente se trataba de un honor que se hacía, solicitándoseme mi concepto, o simplemente fuera una continuación oral del mismo examen. De pie, en posición a discreción, me tomé unos instantes para seleccionar y ordenar en mi cabeza, las palabras justas para responder a mi superior, a la vez que me garantizaba la oportunidad de que, al siguiente paso, mi incertidumbre se deshiciera.

Con toda sinceridad, Capitán, en términos generales lo encontré más extenso que difícil, por lo que, aun estando seguro de haber satisfecho todos los puntos del cuestionario, me temo que, posiblemente, no haya sido lo suficientemente extenso en alguno de ellos.

En Suecia no se emplea el artículo posesivo, en primera persona del singular “mi” que, en Colombia, pretendiendo una actitud de respeto, se antepone al grado del superior a quien se dirige la palabra. Mostrando en su mano lo que inmediatamente reconocí como las hojas de mis respuestas, el Capitán agregó:

De ninguna forma Guardiamarina. Aquí está demostrado que Ud. cumplió con generosidad, en responder a la totalidad de los puntos en el formulario.

Lo decía sorteando mis papeles en sus manos, y destacando uno de ellos, continuó diciendo:

Inclusive demostró excepcional lucidez en los detalles de sus respuestas, especialmente en conexión con los últimos puntos, lo que me lleva a preguntarle Guardiamarina… ¿En dónde y cómo adquirió Ud. la información para atender éstos?

¡Corto y tajante! Era evidente que lo único que interesaba a mi auditorio, estaba en conexión con algo específico en lo tratado en los últimos puntos del examen, pero… ¿Cómo demonios iba yo a recordar de qué versaban? Lo que inicialmente interpretara yo como una invitación a una cordial entrevista, ésta tomaba el carácter de una incómoda indagatoria, que a más de injusta me tomaba por sorpresa, sin siquiera habérseme permitido la oportunidad para prepararme mentalmente. No demoré en entender que, ante tal situación, estaba en mi pleno derecho a ser prudente y medir con prudencia mis respuestas, y para marcar la actitud de legítima tutela que yo optaba, me puse en posición de firmes, y mirando de uno en uno a mis superiores presentes, pronuncié:

¡Capitán! ¡Teniente! ¡Teniente!

De un solo manotazo, el señor Director de Estudios había extinguido la lisonja con la que iniciara su interpolación; una clara señal que, a mi turno, me inducía y permitía a responder con cortés sobriedad. En Suecia la palabra es libre, y el respeto es obvio y equitativamente compartido, por lo que expresiones tales como «…Permiso para hablar…» y «…Respetuosamente…», son superfluas. Dejé pasar unos segundos, y agregué:

¡Supuestamente de los libros! ¡Capitán!

Confieso que la ironía envuelta en mi respuesta, me nacía de lo más íntimo de mi espíritu, forjado en la cruda realidad, desde mis años como estudiante de bachillerato, enclaustrado en un Gimnasio en Bogotá. ¡Mi amor a los libros se lanzaba en mi defensa!

De eso no queda la menor duda, Guardiamarina. Ahora es de interés prioritario que Ud. indique cómo los adquirió.

Torre No. 1 para 4 torpedos de 533 mm a bordo del HMS Småland, destructor gemelo del HMS Halland, prototipo del ARC 20 de Julio.
Quedé atónito. ¿Qué se me estaba sugiriendo? Negándome a creer en lo que me parecía escuchar, mi subconsciente optó por quitarme la palabra, hasta que algo desatara la enorme confusión que me embargaba. El peculiar vacío del silencio violentado, invadió el recinto. Los oficiales se miraban unos a otros. En ademán de impaciencia, el Capitán descolgó sus brazos con mis papeles en la mano. Los otros oficiales nos miraban intermitentemente, con un gesto solícito. El primero en reaccionar fue el Teniente Frithz Comandante de mi curso, quien, entendiendo mi resoluta posición, avanzó hacia mí trayendo unos papeles en la mano. Era una copia del largo formulario de la prueba realizada, y señalando un texto en la última página, me dijo en tono afectuoso:

Eduardo, mira aquí. Estos últimos puntos estaban destinados exclusivamente a los muchachos suecos. Tú los has atendido sin ser necesario y, por cierto, tus respuestas y soluciones están enteramente acertadas, lo que, en sí, es meritorio.

Con el dedo me indicaba una anotación que, en lugar inmediatamente anterior a iniciarse las cuatro últimas preguntas, versaba: «…Los siguientes puntos están destinados a los alumnos suecos. Sólo ellos deben atenderlos…». Tomé la palabra y dije:

Lo siento Teniente. No lo había notado, además no entiendo que atendiéndolos yo, sea motivo causante de esta indagatoria.

No se trata, en absoluto, de una indagación. Esto no pasa de ser una consulta de rutina. Lo que acontece con estos puntos, es que tocan material clasificado, y nuestro oficio aquí es cumplir con hacerle el seguimiento reglamentario, en lo que respecta a su divulgación y uso.

Me apresuré a contestar:

Teniente, todo el formulario de la prueba toca material clasificado. Yo contaba… por lo menos así lo creo, con buena parte de la literatura disponible sobre torpedos. Todo lo había retirado reglamentariamente de la Biblioteca.

Hablábamos en voz alta, y todos los presentes seguían, con aguda atención, los detalles que intercambiábamos.

Claro, claro. Creo que debo esclarecer que, solamente los suecos, habían recibido la debida instrucción al respecto y, consecuentemente, se entiende que sólo ellos deberían tener acceso al correspondiente material bibliográfico. Me da la impresión que aquí, posiblemente se ha presentado un malentendido, o la información no ha sido suficiente.

De mi parte, Teniente, yo no tenía la menor noticia sobre esa instrucción adicional de mis compañeros suecos. Sin duda debió realizarse con el mayor sigilo, en lugar y ocasión extraordinarias. Nunca noté que mi confidente compañero de camarote siguiera una agenda diferente a la mía. En ocasiones anteriores, cuando a los colombianos se nos cohibía enterarnos de asuntos especialmente clasificados, previa y abiertamente se nos ilustraba al respecto, lo que nosotros, como corresponde, siempre hemos entendido y respetado. En este caso, además, esas preguntas que me dice corresponden a material extra-clasificado, están expuestas en un formulario común para todos.

Pude haber entrado a referirme, por ejemplo, a mi más reciente embarque, en realidad el último que tuviera este verano de 1958, como Guardiamarina a bordo del destructor HMS Småland, gemelo del HMS Halland, conocido como prototipo de los destructores ARC 20 de Julio, y ARC 7 de Agosto, pero me abstuve de hacerlo, entendiendo que todo lo relacionado con mi diligente entrenamiento, debería ser tema bien conocido por mi respetado auditorio, hasta el último detalle. No obstante, reconozco que debí haberlo hecho, dado que explica hasta qué extremos podían llegar, tanto el entendible celo por la parte sueca, respecto a compartir con representantes de una nación extranjera, sus modernísimos sistemas de defensa nacional, como, simultáneamente, su inflexible voluntad y laudable sentido de responsabilidad, cumpliendo en hacer de nosotros los Firpos, genuinos Oficiales Navales graduados en la KSS. El caso merece que le dedique un par de líneas, como sigue.

Rampla de misiles "Saab Robot 08" sobre torre de torpedos No. 2, a bordo del
destructor HMS Småland.
A bordo del mencionado destructor HMS Småland, entregado recientemente a la Armada de Suecia por los astilleros de Eriksberg en Gotemburgo (1956.01.12), tuve la gran oportunidad de presenciar las pruebas con los primeros misiles de la Real Flota, Saab Robot 08, pensados como “torpedos volantes” contra blancos de superficie, cuyo impacto era monitoreado a control remoto por radar. Una valiosísima experiencia permitiéndoseme empaparme de su avanzada tecnología, objetivos, y obviamente tácticas y procedimientos para su uso en combate; un paquete de la más alta clasificación confidencial. Tal amplitud de nuestros respetables anfitriones, se podría interpretar con el mayor optimismo, como una cordial invitación dirigida a nuestra Armada Nacional, a considerar en un futuro próximo, una similar repotenciación con misiles Saab para sus nuevos destructores, a ser entregados en el otoño que se avecinaba.

Como curiosidad, en aquellas mismas maniobras de verano, acontecía otra novedad altamente secreta, siendo resguardado por primera vez un destructor, en uno de los túneles marinos bajo rocas, en la Base Naval de Muskö (Isla Musk), también recientemente inaugurada (1955), cumpliendo con los costosísimos compromisos de defensa nacional, requeridos por los efectos de la Guerra Fría. En esta ocasión, por el contrario, iniciándose las correspondientes maniobras de aproximación a la isla, se me solicitó mantenerme bajo cubierta, durante todo el tiempo que tomara la avanzada estratagema. Así que, durante unas tantas y largas horas cómodamente confinado en un camarote para oficial, como me correspondía por mi grado de Flaggkadett, tuve tiempo suficiente para estudiar a fondo, no sólo lo relacionado con los “torpedos voladores”, sino además, sobre lo relacionado con los interesantísimos morteros “Anti-submarine Rockets” Bofors de 375 mm, que estaríamos empleando en ejercicios de caza de submarinos, una vez salidos del secretísimo dique seco taladrado en el granito de la Isla Musk.

HMS Småland en tunel de Muskö.
Volviendo a mi entrevista en el Palacio de Näsby, intuía yo que estaba tocando un punto neurálgico que atañía, en grado particular, al Oficial instructor en el área de los torpedos, quien me prodigaba una mirada de pocos amigos. No era mi intención ponerlo en aprietos. Yo no hacía otra cosa que destacar la evidencia de lo acontecido. Un diálogo abierto se entabló entre los oficiales. Lamentablemente, algo había fallado. Reconozco que, en cierto momento, tuve tremenda dificultad en ocultar una espontánea sonrisa, que se empeñaba en desvelar la honesta complacencia, que iba fraguando en mis adentros. Me había dado cuenta que, mediante mi intachable honradez, y mi pleno convencimiento de total descargo de culpabilidad, por algo que aquí estuviera vetado a mi libre autoría, había hecho posible que fuera yo, quien, sin rodeos y tomando la iniciativa, había logrado canalizar el discernimiento, llevándolo al campo del arte por mi más preferido... ¡La Retórica!

Armas del HMS Småland.
Llegando el correcto momento de yo retomar la palabra, con holgura opté por explicar en primer término, mi natural predisposición a familiarizarme con la biblioteca más a mano en mi hábitat de turno, en este caso nuestra propia biblioteca de la Escuela, en la que no sólo encontraba libros relacionados con nuestro extenso programa profesional, sino además, había descubierto que por su conducto, podía adquirir en préstamo, ensayos y novelas inclusive en mi propia lengua, disponibles en la Biblioteca Central de Estocolmo; un excelente servicio del que se favorecían los vecinos de la comuna de Täby. Así, entrando en el sagrado terreno del conocimiento, se me ocurrió mencionar que en mis veinte (20) años de vida que llevaba, lo más que había hecho era estudiar y presentar exámenes, dos (2) actividades en las que había alcanzado particulares experiencias. En relación con la primera, era corriente que también me valiera de libros de texto adicionales, en las asignaturas para las que existieran disponibles ayudas alternativas, como en el caso de Matemáticas, habiendo encontrando en la Biblioteca de la Escuela, un formidable tomo del tamaño de una Biblia familiar, conteniendo solamente ejercicios, miles de ellos, en los niveles de las derivadas y cálculo diferencial e integral, editado por una universidad en Inglaterra, del que el amable bibliotecario me había colaborado a adquirir en compra, un ejemplar particular que todavía conservaba. Y acerca de la segunda, los exámenes, en ellos aplicaba la misma estrategia válida para las Matemáticas, o sea, la de dar respuesta a todos los puntos de un examen, a sabiendas de que, en los casos que no consiguiera llegar a una solución acertada del problema o teorema que se planteaba, algún puntaje recibía con sólo alcanzar a esbozar correctamente, los pasos en pos de la pretendida solución. Un punto no atendido por mí, era una horrible e irreparable pérdida que, durante largo tiempo, me atormentaría sin clemencia alguna.

Torpedero HMS Plejad (T 102). Velocidad 37,5 nudos, con 6 tubos
para torpedos de 533 mm.
Mis superiores escuchaban con agrado. Sus relajados semblantes daban testimonio de ello, y una que otra leve inclinación de sus cabezas, lo confirmaba entre ellos mismos. Entendí que debía cuidarme de ser prolijo, por lo que preferí dar término a mi exposición, refiriéndome expresamente al examen de torpedos. Reiteré que, no había reparado en el anuncio exonerándonos a los colombianos, de dar respuesta a los últimos puntos y que, lógicamente, nunca vacilé en atenderlos, mucho menos al darme cuenta que cómodamente podía entrar a responderlos, atreviéndome, de pasada, a desvelar mi desvergonzada complacencia, al enterarme de los buenos resultados en mi osado intento. Expliqué que, infelizmente, no podía dar razón de qué libro había adquirido mis conocimientos al respecto, asegurando que toda la literatura sobre torpedos, la había adquirido de tiempo atrás, y que precisamente en el día de ayer, jueves 4 posterior a la prueba, en su totalidad la había devuelto cumplidamente a la Biblioteca.

Armas del HMS Plejad.
Al hacer yo una pausa, escuché que los señores Oficiales intercambiaban entre sí, algunas impresiones que tocaban las rutinas de la Biblioteca, lo que me llevó a considerar prudente, agregar unas palabras que ilustraran sobre nuestro intachable cumplimiento, por parte del bibliotecario y mía, respecto al severo reglamento sobre el manejo del material clasificado. Aclaré que el día en que había retirado los libros, a solicitud mía, impulsado yo por mi honesto y habitual deseo de plenamente proveerme de la literatura disponible sobre la asignatura a estudiar, el señor encargado de la Biblioteca, muy amablemente me facilitó los textos que luego me acompañaron hasta cumplido el examen. Todas las respectivas tarjetas de registro, las había yo firmado de mi puño y letra, siendo debidamente refrendadas por el bibliotecario, tanto a la entrega, como a la devolución del material. Y terminé asegurando que, respecto a la información vetada a mi conocimiento, al igual que el resto acerca del material que atañía a mi ilustración sobre torpedos, la velaría yo como estipula el reglamento, con los sigilos garantes de mi formación en la Kungliga Sjökrigsskolan.

Siguió otro diálogo abierto, más corto en esta ocasión, y para unas pocas preguntas adicionales que me formularan, sólo precisé de monosílabos para satisfacerlas. Con un semblante de inconfundible complacencia, el señor Director de Estudios se acercó a mí, dio a sus colegas amables miradas batiendo su cabeza en sentido positivo, y extendiendo luego su mano derecha invitándome a un apretón, expresó:

Todo está aclarado. Inclusive no queda el menor vestigio de haberse presentado un mal entendido por ninguna de las partes. Ud., Guardiamarina, no sólo ha demostrado plausible talento en esclarecer las cosas, sino ha dado prueba de ejemplar conducta y valioso sentido de responsabilidad. Y que se diga… además es todo un perito en torpedos. ¡Felicitaciones!


Lo de “perito”, prodigado con inconfundible barniz de sátira entre “conmilitones”, causó espontáneas carcajadas de sus colegas, que también se acercaron a felicitarme. Mi Comandante Frithz, que no ocultaba su pleno deleite por el feliz desenlace de la consulta, poniendo una mano sobre mi hombro, agregó:

¡Bien hecho, Eduardo!

Terminándose la entrevista, el jefe de Estudios, cerciorándose de que todos pusiéramos atención, añadió que confiaba en que, lo tratado en la reunión sólo quedaba entre nosotros, y nos despidió expresándonos sus agradecimientos. En horas de la tarde, aprovechando un descanso en las aulas, el Teniente instructor de torpedos, reunió a nuestro curso para dar los resultados del examen final, dejando para lo último, la noticia de mi sobresaliente prestación, haciéndome acreedor a la más alta calificación. Un grato anuncio que originó espontáneos aplausos y efusivas felicitaciones de mis compañeros, acompañadas de uno que otro apretado abrazo, y los tradicionales mojicones en el pecho o joviales palmadas en la espalda. Lógicamente, nada fue desvelado acerca de la excepcional prodigalidad en mis respuestas.

Lo expuesto en esta intrépida anécdota, ilustra fielmente sobre la más genuina inflexibilidad de procedimiento, la estimulante dificultad de las tareas propuestas, y el óptimo profesionalismo inducido, garante de una eficiente solución, todo en harmonía con una hidalga filantropía, que caracterizaba el ámbito en el que los Cadetes Firpos nos forjamos. Aquel primer viernes de mi último mes como Guardiamarina en Suecia, pude constatar que en mí se había fraguado sólidamente, el Oficial de Marina de Guerra pronto a servir con el mayor entusiasmo, a bordo de una nave que con su proa surcara las añoradas aguas de nuestros bellos mares, llevando a tope el Pabellón de la Patria, cuyo bello Azul había jurado defender.

Ahora era sólo esperar 18 días más para la espartana ceremonia, en la que, con el Cantar de Claros Clarines, se festejaría la loable aprobación de nuestro “Examen” de Oficial de la Real Armada de Suecia, a ser posteriormente refrendado para los Firpos, como Oficiales de la Armada de la República de Colombia.

¡Terminado con las máquinas!

Luis Eduardo Schroeder Soto.




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