¡Los claros clarines de pronto levantan sus sones,
su canto sonoro,
su cálido coro,
que envuelve en un trueno de oro
la augusta soberbia de los pabellones! *
* apud: “Marcha triunfal” de Rubén Darío (1867-1916)
Misión cumplida en Suecia.
Por:
Luis Eduardo Schroeder Soto
24-026 Desde Suecia.
Publicado en la Cyber Corredera No. 183 (2016.05.30).
Luis Eduardo Schroeder Soto
24-026 Desde Suecia.
Publicado en la Cyber Corredera No. 183 (2016.05.30).
Terminando esta serie de mis memorias sobre la Gran Aventura de los diez (10) Cadetes Firpos en Suecia, me es muy grato incluir unas cortas palabras sobre nuestro grado de Oficiales, el cese del laudable ostracismo voluntario, el viaje de retorno a la querida tierra, y reincorporación al servicio en la Armada Nacional de Colombia.
Examen de Oficial en Näsby Park.
Completando tres (3) años y un (1) mes redondo, contados del día
de nuestra incorporación en la Real Escuela de Guerra Naval (KSS) en Näsby
Park, Suecia (1955.10.02-Do.), integrando el Curso de 1955, llegó por fin el
soñado día de nuestra promoción a Oficiales, el martes 23 de septiembre de
1958. Cabe mencionar que los compañeros del Contingente XXIV se habían graduado
en Cartagena (ENC), el sábado 7 de diciembre de 1957, o sea que ya llevaban de
oficiales nueve (9) meses y dieciséis (16) días, mientras que los del
Contingente XXV aún no se habían graduado.
Formación en el Patio de Armas. |
El programa en este día fue “tradicionalmente sencillo”. Todos
los Cadetes Abanderados de las líneas Naval militar y Artillería de Costa
(Guardiamarinas y Alféreces), tanto del Servicio Activo, como de la Reserva, nos
habíamos congregado en Näsby Park, en uniforme regular de calle, para la izada
de la Insignia Naval (Bandera de Guerra de Suecia). Los Cadetes de los cursos
inferiores, no estaban presentes a razón de seguir embarcados un par de semanas
más. Los “graduandos” formamos en el patio de armas cubierto de nieve, habiendo
comenzado a nevar relativamente temprano este año. Con el tiempo nublado y sin
capote ni guantes, el frío se dejaba sentir marcadamente, tanto más al
prolongarse la ceremonia con un saludo especial del Comodoro Hans Gustaf Otto
Carlsson Uggla, Director de la Escuela desde entrada la primavera, y por la
entonación de un par de salmos en coro con todos los presentes, acompañados por
la Banda de Músicos de la Real Flota. Esta sería la última vez que nosotros los
Firpos asistiríamos a esta ceremonia, con nuestras insignias de Guardiamarinas
de la KSS. (Abajo incluyo una muestra de mis insignias que conservé como un
grato recuerdo).
Izada del Pabellón de Guerra. |
Luego marchamos al Coliseo Cubierto, en donde tomamos asiento en
la silletería central. A ambos lados se acomodaron los oficiales y profesores
que nos habían ilustrado y acompañado durante el tiempo de nuestra formación,
junto con otros invitados, y familiares de los Abanderados. Un Pabellón de
Guerra tamaño mayor, franqueado con los escudos de la Real Flota y la KSS, lucían
al fondo del recinto, y arreglos florales con efectos de luz, contribuían a
darle al enorme domo, un aire acogedor. Nuestro Tricolor no se veía por ninguna
parte, siendo éste, un acto oficial enteramente sueco. La ceremonia de
promoción a Oficiales consistía, como quedó indicado en el título, de un Examen
Final, a ser sostenido oralmente por una junta examinadora, constituida por
cuatro (4) Almirantes en servicio activo, acompañados por Oficiales de alto
rango jubilados, invitados especialmente, celebrando ellos aniversario de “oro”
de su propia promoción. Obviamente, presente se encontraba el Comandante de la
Real Flota de Suecia, Vicealmirante Stig H:son Erikson, junto con miembros de
su Estado Mayor. También nos acompañaba el Comodoro Sven Samuel Gustaf David
Hermelin, quien fuera nuestro Director desde el verano de 1955 hasta ser relevado
del cargo por el Comodoro C:son Uggla.
Comodoro Uggla y Comandante del HMS Älvsnabben. |
Ceremonia en el Coliseo Cubierto. |
Guardiamarina KSS. |
─ Dígame Guardiamarina… ¡Cuáles acontecen con más frecuencia,
entre los eclipses de sol, y los eclipses de luna!
No pasaron más de dos (2) centésimos de segundo, cuando la voz
de tenor de Lundström ya se oía hasta con eco en la enorme bóveda del coliseo.
─ ¡Almirante! …los de sol… ¡Almirante!
Sorprendido por las tres cortísimas monosílabas, que cortaban el
aire con la velocidad e indolencia de un rayo en el desierto, el Contralmirante
decidió otorgarse cuatro (4) centésimos de otro segundo, para escudriñar el
horizonte en torno al 118, reajustar su mira sobre el blanco, decidido a remacharlo
con un último disparo.
─ ¡Explique por qué! … Guardiamarina.
A penas se alcanzaron a oír las últimas sílabas “…marina”, cuando
a forma de rebote, la contundente respuesta de Lundström, ya había hecho
impacto en los tímpanos de la audiencia.
─ ¡Almirante! …porque acontecen de día… ¡Almirante!
Un silencio sepulcral invadió el recinto, el sudor frio corría por el rostro de unos tantos, y procurando afanosamente una señal de vida en mi rededor, me di cuenta que el semblante de la mayoría estaba más pálido que el de la luna en menguante. Todo parecía ir en cámara lenta a punto de coger pátina interplanetaria, cuando el mismísimo astrólogo y astrónomo jubilado, con una risotada contagiosa, desintegró en átomos la horrible apatía que amenazaba acabar con nuestra fiesta. Unos tímidos aplausos iniciales, seguidos de carcajadas nerviosas, fueron aumentando vertiginosamente en decibeles y tempo, convirtiéndose en jolgorio incontrolable, que absolutamente no acababa con nuestra fiesta, pero sí resolutamente con la fase de preguntas, mientras que nosotros los “graduandos” nos peleábamos los centímetros para llegar hasta la cabeza del 118 Lundström, y revolcarle el poco pelo que le quedaba. Uno que otro ¡Bravo! …y al final hasta chiflidos de público futbolista, se relevaban por andanadas. Muy complacido y condescendiente con el espectáculo de francachela vivida por la audiencia, el Director de la Escuela se demoró en darle al Oficial moderador, la señal para que procediera a efectuar el siguiente cambio de tercio en el programa, consistiendo en otra animada melodía interpretada por los músicos, a los que se les veía luchar por controlar sus propias carcajadas, que les mermaban el aire que ahora necesitaban para sacarle tono a sus instrumentos.
El Comandante de la Real Flota, promulga la Promosión de los nuevos Oficiales. |
¡Cantan los Claros Clarines! |
En la ceremonia no hubo entrega de espadas, ni uniformes de
gala, ni parada marcial con toda la Escuela, ni lluvia de condecoraciones, ni
mucho menos bellas madrinas elegantemente ataviadas. Después de un ameno
almuerzo que tomamos en el comedor de cadetes, los examinados nos retiramos a
los edificios de alojamientos, para allí cambiarnos a nuestros uniformes con
las nuevas insignias de Tenientes de Corbeta. Los Firpos entregaríamos para
siempre los uniformes suecos, y los colombianos que utilizáramos en las
franquicias, durante toda nuestra estadía en la Real Flota de Suecia, ya habían
sido oportunamente dotados de las correspondientes franjas áureas encocadas, no
obstante, como se constataría más adelante, aún no teníamos licencia para
portarlas, por lo que yo, junto con la mayoría de los Firpos, optamos por vestirnos
de civil hasta ser reconocidos por la Armada.
La oscuridad de la estación, y la parsimoniosa naturaleza que ahora cubría su gris desnudez, con un tenue manto de cristales blancos, productos de la total flaqueza de los rayos solares para derretirlos, súbito me hicieron revivir aquel enorme silencio que, a mi llegada a Suecia (1955.08.05-Vi.), pareciera triplicar el volumen de la atmósfera (Yo Cadete Firpo, II). Tres (3) eternos años habían pasado vertiginosamente. Mis diecisiete (17) sosegados abriles de entonces, de la mañana a la noche se habían transformado en veinte (20) indigentes septiembres sin tiempo para nada. Hecho Oficial, pudiéndolo comprobar con un valiosísimo currículum extraído de mi vida real, y un certificado que no precisaba de refrendaciones consulares, al fin de la faena mi espíritu podía exclamar… ¡Misión Cumplida!
A la vela en Näsby Park. |
Durante aquella última semana en la Escuela, tenía muchas
personas de quienes despedirme, y expresarles mis eternos agradecimientos; entre
ellas nuestra Ama de Comedor que siempre me prodigara la mejor atención, con
cierta preferencia personal, sin olvidarme del Bibliotecario, y los encargados
del amarradero y mantenimiento de las embarcaciones menores, que tantas horas
de placentera navegación a vela me facilitaron, reservándome mi bote velero de
preferencia.
El accidentado vuelo de regreso a casa.
El miércoles 1º de octubre de 1958, día de mi vigésimo primer
(21) cumpleaños, dejaba para siempre la Real Escuela de Guerra Naval (KSS) en Näsby
Park, destino a Gotemburgo con la intención de despedirme de “mi” familia
Larsson (Cadete Firpo, II – Anécdota Insólita), y de otras amistades como “Don
Benito” Dahlgren, y el nuevo Cónsul General de Colombia y su esposa sueca, con
quienes entablara una estrecha amistad. Al día siguiente, jueves 2, tomé en el
aeropuerto de Torslanda, el avión para continuar viaje destino a París. Atrás
quedaba Suecia, país en el que me hice hombre, mayor de edad, y Oficial Naval
acreditado en su Real Flota. En este reino social, que me abrió sus brazos
convirtiéndose en mi segundo hogar, había permanecido tres (3) años y dos (2)
meses redondos.
Super Constellation de Avianca. |
Antonio, Eduardo y Álvaro, abordan el vuelo 777 de Avianca en París, (1958.10.02.Ju.) |
Los que estaban más cerca por ese costado, se lanzaron a
comprobar con sus propios ojos que, en efecto, la hélice más lejana no se
movía. Estando especulando en voz alta sobre la causa para que ese motor
estuviese muerto, se acercó una azafata a rogarles discreción para no alarmar
más a los pasajeros. Todas las luces en la cabina fueron encendidas para
disminuir los efectos de los relámpagos que se filtraban por las cortinas.
Llevábamos unas cuatro horas de vuelo, sin registrar una merma en la fuerza de
la tormenta. La voz del capitán se oyó nuevamente por los altavoces. Trataba de
tranquilizar a los pasajeros, confirmando que en efecto uno de los motores tuvo
que ser asegurado, a razón del riesgo de incendiarse por la sobrecarga con la
que funcionaba, y pasó a informarnos que, en contacto con las estaciones de
control aéreo, recomendaban girar para iniciar el regreso a Europa, eludiendo
definitivamente la profunda tormenta que parecía trasladarse con el mismo rumbo
nuestro, y además, explicaba, que allí nos brindarían asistencia técnica más
rápida para revisar el motor extinto. La iluminación en la cabina fue
disminuida a la condición de reposo nocturno.
Transcurrido un largo rato, sin registrar marcada reducción en las
condiciones atmosféricas, me dio la impresión de estar perdiendo altura. Para
tratar de comprobarlo se me ocurrió mirar por mi ventanilla de babor, pero aún
metidos en un enredo de nubes negras, no había posibilidad de verificarlo
visualmente. Estaba lloviendo fuertemente allá afuera, y con el enorme
centelleo que parecía intermitente, el metal del ala brillaba intensamente. El impresionante
espectáculo aprisionaba mi atención, y estando en esas noté que el motor más
cercano… ¡Estaba apagado!
Vuelo en tormenta eléctrica. |
Facilitando el acceso a la ventanilla, a los Firpos puestos en
alerta, me traslade temporalmente a un asiento desocupado. De uno en uno todos
comprobaron con sus propios ojos, que la situación de ponía color de hormiga.
Nadie hacía comentarios, y relativamente pronto se nos explicó la seriedad de
lo que acontecía. Con sólo dos motores en funcionamiento, disparejos, por
cierto, el avión perdía altura. El aeropuerto más cercano con todos los auxilios
del caso estaba en Lisboa, en donde ya nos esperaban, pero teniendo aún algunas
horas más de vuelo, el comandante nos explicaba que seguramente se haría
necesario desprendernos de peso, y para esto la primera alternativa, la más
eficiente, sería soltando la “barriga” del equipaje, que en estos aviones se
aseguraba exteriormente a lo largo del cuerpo de la nave, entre los trenes de
aterrizaje, una maniobra de emergencia que se efectuaría sin dificultad alguna,
siendo anunciada previamente.
Unos pocos comentarios, a forma de broma, hicieron algunos de
los compañeros, trayendo a colación lo que llevaban en sus maletas. El tiempo
restante se hacía interminable, más aún cuando nuestra atención no se
desprendía del estruendo causado por los dos motores en función acelerada. Yo
me había determinado a no volver a chequear las manecillas de mi reloj, y así me
resultó más fácil concentrarme en sólo pensar en cosas agradables, que dejé de
hacerlo cuando las azafatas empezaron a darnos instrucciones sobre la salida de
emergencia a la que cada cual debería dirigirse, en caso de recibir la orden
para evacuar la nave. De pronto, todo parecía muy sencillo y nadie decía una
sola palabra. El capitán nos instruyó preparándonos para un aterrizaje de
emergencia en unos cortos minutos, advirtiéndonos de un fuerte impacto que
sentiríamos al hacer contacto con la pista. Todos deberíamos verificar los
cinturones bien ajustados, y mantener estrictamente el cuerpo inclinado hacia
adelante, con una almohada entre la cara y las rodillas, hasta nueva orden.
Escala técnica en San Juan. Roberto pide al fotógrafo "apretar el paso". |
Después de una larga espera en Lisboa, en horas de la tarde de
ese viernes 3 de octubre, reiniciamos el vuelo con el mismo avión de Avianca,
destino a Barranquilla. Todo, se nos informaba, había sido debidamente revisado
y solventado con los motores que, varias veces, fueron puestos en marcha en la
plataforma, por una patrulla de técnicos en overoles blancos. Muchos de los
pasajeros habían preferido permanecer en tierra. La escala técnica en San Juan
tomó dos horas, recluidos en un estrecho local de tránsito en tierra. La brisa
caliente reanimaba los ánimos, recordándonos lo que nos esperaba en casa, y de
vuelta a nuestras poltronas en “primera”, como premio a nuestra paciencia, nos
recibieron con mastodónticos cocteles de deliciosa “piña colada”.
Reincorporación a la Armada.
El tramo hasta Barranquilla pasó textualmente “volando”,
aterrizando con prácticamente un día de retraso (1958.10.04-Sá.), y en horas de
la tarde ya estábamos en la Base de Cartagena, en donde nos alojamos en los
camarotes de la Cámara de Oficiales. Lo primero que hice fue tomar el teléfono
para hablar con mis queridos padres en Bogotá. Una extraña sensación de nunca
haber salido de Bocagrande, se apoderó por suerte de mi espíritu, suavizando el
comienzo de un delicado proceso de readaptación al hábitat, en el que nuestra
enorme aventura había empezado. Me parecía que todo marchaba a parsimonioso
ritmo tropical. El lunes nos presentamos ante el Comandante de la Fuerza Naval
del Atlántico, vistiendo nuestros uniformes negros. Después de esperar un buen
rato, nos tocó el turno de cumplir con el deber de ponernos a órdenes del
Comando. En la corta audiencia se nos dio la bienvenida, e ilustró que debíamos
esperar instrucciones de Bogotá.
El lunes 10 de noviembre de 1958, transcurrido un (1) mes largo
desde el arribo a Cartagena, recibimos por fin nuestras órdenes del Comando de
la Armada. Durante la espera, se nos había permitido disfrutar de un par de
semanas de vacaciones en nuestros hogares. Cuatro (4) años habían pasado sin
ver a mis padres y hermanos.
Del Ejecutivo Nacional de la República de Colombia, firmado por
el Ministro de Guerra, el Comandante de la Armada y el Jefe del Departamento de
Personal de la misma, recibí el despacho en el que constaba que, por decreto
No. 2228 de fecha 29 de octubre de 1958, se me “daba de alta” con el grado de
Teniente de Corbeta del Cuerpo General, abonándoseme antigüedad con fecha 7 de
diciembre de 1957, o sea a la edad de veinte (20) años, con la misma fecha de
promoción de mis compañeros del Contingente XXIV graduados en Cartagena. Lo
mismo regía para mis compañeros Firpos del mismo contingente.
Hay un detalle con respecto a la formulación del “ascenso” que
se le hacía al “señor” Luis E. Schroeder Soto, tal como figuraba en susodicho
despacho, sin duda determinada por el Comando de la Armada. Sobre esta
enunciación, posteriormente llegué a desarrollar un concepto enteramente
personal, que nunca divulgué a mis compañeros, no obstante la contundente
importancia que llegaría a tener. Todo radicaba en que, infelizmente, faltó el
grado militar al que yo, en cumplimiento a mi compromiso con la Armada, me hiciera
acreedor con mis estudios y servicios en la Real Flota de Suecia. Era obvio que
a un civil no se le podía “ascender” en un escalafón militar, como también era
de esperarse que, en el mismo documento, se reconociera mi verdadera y legítima
profesión de “Oficial de Guerra Naval”, como constaba
en el “papel” que certificaba la aprobación de mi examen como tal, siendo “Guardiamarina” en la misma Real Escuela de Guerra Naval de
Suecia. Desconocer estos dignos méritos era realmente lamentable, de allí que
yo prefiriera referirme a la “dada de alta”, en vez del “ascenso” que se me
hacía, para marcar el “impasse” que, en los mismos pasillos del Comando de la
Armada, más adelante sería interpretado con efectos revertidos que, en el fondo,
tocaban la posición jurídica acordada entre la Armada de Colombia y la Marina
de Suecia, en conexión con las responsabilidades, obligaciones y beneficios de
los cadetes colombianos sometidos a las leyes y reglamentos vigentes en el
Reino de Suecia, durante nuestra formación como oficiales en éste. Esto tendrá
su aclaración a su debido tiempo cuando, Dios mediante, Mi Teniente Schroeder
tenga una oportunidad para ello.
Detalle del Despacho de Ascenso. |
Junto con el mencionado despacho, recibí la orden de embarcarme en
la fragata ARC Capitán Tono, de la que hacía tres (3) años y cuatro (4) meses, siendo
cadete de segundo curso me había desembarcado (1955.06.05-Do.), teniendo la
suerte y el gran honor de ser seleccionado, junto con nueve compañeros más,
para continuar estudios de Oficial en Suecia, (Yo Cadete Firpo, I). Mi
formación para hacerme Oficial de la Armada de Colombia, tomó en total cuatro
(4) años y ocho (8) meses redondos [1954.03.11 - 1958.11.06]. Empecé cumplidos
dieciséis (16) años, y llevaba un (1) mes de haberme hecho mayor de edad con
veintiún (21) años cuando, pasando por el portalón del ARC Capitán Tono, haciendo
honor a nuestro Pabellón de Guerra izado a popa, me integraba a la su insigne
tripulación, premiada a llevar pintada en blanco, una enorme “E” en su
chimenea, destacándola como la unidad más “Eficiente” de la Fuerza Naval del
Atlántico. Era su Comandante el Capitán de Corbeta Alfonso Díaz Osorio.
Lleno de entusiasmo, y portando en mis adentros mis más
profundos y sinceros sentimientos de agradecimiento, para con mis Superiores en
la Armada Nacional, que en mí depositaron su confianza, confiriéndome la
valiosísima oportunidad de seguir sus laudables pasos, me iniciaba en la
carrera más gloriosa y hermosa en este planeta de los mortales. En mi corazón
llevaba igualmente a mis queridos Padres que, incondicionalmente, me prodigaron
todo su amor y apoyo.
Terminando esta serie de “Yo Cadete Firpo”, deseo expresar mi enorme
gratitud a nuestra formidable Cyber Corredera, en las personas de su Director
Dr. Jorge Serpa Erazo, y Cyber Editor TN Francisco Rodríguez Aguilera, por su invaluable
colaboración y entrañable respaldo que me prodigaron, haciendo realidad mi
sueño de contribuir con un granito de arena, al enriquecimiento de la Historia
de nuestra Armada, publicando mi relato en memoria y honor de mis queridísimos
Compañeros Firpos, en cuya compañía y solidaria amistad, viví los días más
bellos de mi juventud, haciendo labor con ellos en pos de convertirnos en
fieles soldados de nuestra Patria.
Adenda.
¡Adiós amigos!
Con esta cortés frase, los Oficiales de la Marina de Colombia
Orlando Lemaitre y Ricardo Azuero, se despiden de Suecia, encontrándose el
destructor “ARC 7 de Agosto” completamente listo para zarpar de Gotemburgo el
viernes 26 destino Cartagena. La elegante señora Käth Schroeder, escoltada por los Oficiales,
también tiene motivo para despedirse, viajando en enero próximo a reunirse con
su esposo, también Oficial, que se adelantó hace un par de meses de regreso a
su país. En la noche de ayer sábado, el Cónsul General de Colombia en esta
ciudad, agasajó a estos distinguidos viajeros, junto con un grupo de
tripulantes del destructor.
¡Terminado con las máquinas!
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