La triste cara del desprecio. |
Reflexión a propósito de lo inaudito travestido en justificable.
Por:
Luis Eduardo Schroeder Soto.
Luis Eduardo Schroeder Soto.
Parte importante de este artículo se entregó y publicó en la Cyber Corredera
No 174 de fecha 2015.07.29
Hace un par de meses largos, exactamente el día 22 de mayo,
recibí por correo electrónico una de esas noticias que nos son gratas a primera
vista, pero que al iniciarse en nuestra mente el proceso de su asimilación, a
causa de algún pequeño detalle nos deja sembrada una incógnita, y con ello,
dependiendo de lo que se trata, o de lo que toca en nuestros adentros, automáticamente
se decide si seguimos maquinando en ello, o lo dejamos definitivamente a un
lado.
Por lo visto, este es el caso en el que por más que intentara
continuar impertérrito, había quedado flechada una de mis mayores pasiones: mi
amor por los LIBROS incentivado al máximo por mi más fiel afición a la HISTORIA,
por lo que no me quedaba otra alternativa fuera de satisfacer mi curiosidad, lo
que en efecto hiciera complicándoseme la faena, al paulatinamente llegar a
constatar que me encontraba enfrentándome con una verdadera TRAGEDIA, de la que
ineludiblemente debería dar noticia a mis compañeros Cyber Correderos.
Entonces qué mejor forma de abordar el espeluznante tema, que
traer a colación el mensaje que originara tan fortuito suspense. Me refiero al “Atrévete”
que nos enviara la Secretaría de Historia Naval aquel jueves 22 de mayo, que a
continuación repito:
Una vez facilitado su nuevo vistazo, me pregunto si el lector
hubiese detectado algo especial, o fuera de lo común en el mensaje publicado,
sugiriendo que en caso negativo se rehaga la maniobra, asegurando que el intento
valdrá la pena.
Pues bien, en cuanto a mi sentido de captación se refiere,
confieso que al leer este “Atrévete” la primerísima vez puesto ante mis ojos, ipso
facto me causó la mayor desazón y consecuente alarma, lo que obviamente requiere una explicación que gustoso
aporto. Quiero sin embargo dejar previa- y debidamente aclarado, que a mi
concepto la amabilísima autora detrás de este mensaje, procede como siempre ha caracterizado
sus valiosos aportes: con la mayor nobleza, probidad y mejores intenciones,
prodigándonos en esta ocasión unos gratos momentos con una dicente imagen y
substancial reseña, sobre el feliz suceso de la creación de “nuestra” Biblioteca, que no sólo es del Comando de la
Armada.
Aclarando lo de mi desazón, ésta se
originó paradójicamente con aquello que en la cuña noticiosa no se menciona. De
lo escrito allí se colide que, de haber sido creada la Biblioteca en el
mismísimo corazón del Comando de la Armada en 1970, en ese preferencial lugar
funciona veintisiete (27) años hasta el segundo semestre de 1997. Es posible
que yo me pase de meticuloso, pero me atrevo a sostener que lo inicialmente
propuesto a ser una grata noticia, para mí ésta quedó lamentablemente truncada,
causándome la inquietud por saber en dónde en nuestros días, la Biblioteca
pudiera tener su majestuosa residencia. Qué mejor hubiera sido haber redondeado
la noticia con unas cortas palabras a este respecto. Digo majestuosa
porque en verdad no puede ser de menor categoría, al tratarse del pedestal de
nuestra identidad, con bases sólidas en nuestra Historia Naval: la
justificación, la memoria y el sigilo de los años que con tanta vocación y
grandes sueños, sacrificamos al servicio de nuestra Armada Nacional.
En cuanto a mi alarma, ésta pasó por
un fulminante proceso de gestación “in crescendo”, a
medida que investigaba como corresponde sobre lo acontecido en su destino. Para
iniciar tan emotiva faena se me ocurrió la idea de consultar la página de
nuestra Armada en Internet, en donde me esperanzaba encontrar la información
más indemne y fidedigna, así que entrando en ésta en la sección de Cultura
Naval, apareció un menú de entradas secundarias en el que infelizmente no se anunciaba
la Biblioteca en sí, pero por el contrario se aportaba un enlace directo al “Listado Libros Históricos Biblioteca Armada Nacional”. De
inmediato entré en ese aparte y grata fue mi sorpresa al abrirse ante mis ojos,
un poderoso listado producido por la Secretaría de Historia Naval con el título
de “Biblioteca Histórica”, actualizado tan recientemente
como era el 21 de abril 2015, con información bibliográfica de un total de 1220
obras cubriendo 61 páginas. Obviamente no dudé un segundo en bajar a mi
computador tan valiosísima lista en toda su extensión, y después de navegar
holgadamente en su contenido en casa, me fue muy grato encontrar en ella un
título que a la sazón se me hacía interesante. Deduciendo luego que aquel
magnífico servicio con listado y todo, era en la práctica una amable invitación
a consultar los tesoros allí detallados, no vacilé en buscar un formato o las
instrucciones para iniciar un posible procedimiento de préstamo, o consulta
digital, como es común hoy día en las bibliotecas que ofrecen sus servicios por
Internet, pero infelizmente, pronto tuve que reconocer que me había ilusionado
en vano, puesto que así de fácil las cosas no funcionaban.
Resumiendo sin más rodeos, paso a corroborar que el listado de
la “Biblioteca Histórica” era y es en efecto…
¡Histórico! …o sea creado sólo como información, sin pretender con ello ninguna
otra función que pudiera encauzar al interesado a realizar préstamos o
consultas en línea, a razón de encontrarse la Biblioteca literalmente…
¡Enclaustrada! …en vulgares contenedores metálicos expuestos a la intemperie en
plena Sabana de Bogotá.
Vista de la ubicación de los 4 contenedores puestos al servicio de la Biblioteca, pintados en blanco y azul, en los campos deportivos de la Dirección General Marítima (DIMAR). |
¿Cómo se supone que uno deba reaccionar ante tal noticia? No
sería de extrañar que hubiese Correderos a quienes mi sorpresa se les haga divertida…
y los entiendo; porque lo que para mí era una truculenta revelación, para
muchos a estas alturas ya no pasa de ser un “vacuo cuento”,
siendo yo el último en enterarme de éste. Respondiendo sin embargo a mi propia
pregunta, confieso que semejante infortunio es de tal gravedad a mi modo de ver
las cosas, que una vez superado el estado de confusión en que cayera, me asaltó
el denuedo optando por algo más familiar y mancomunado, como es este de hacer
publica mi Reflexión sobre lo inaudito
travestido en justificable.
Queda aquí en su lugar expresar muy modestamente, la razón que
me inspira y lleva a escribir este artículo:
Divulgar abiertamente la
inaudita tragedia acaecida con la valiosa Biblioteca de la Armada Nacional, con
la intención de lograr primero una loable reacción de quienes se consideren llamados
a velar por ella, tomando medidas que conduzcan a su urgente paliación,
retribuyéndole su valor y dignidad, para luego con sabiduría, paciencia y
determinación, no escatimar esfuerzos ni recursos que redunden en su excelente resarcimiento
y óptima restauración, garantizando que en lo sucesivo se superen sus
condiciones en todos los aspectos, para orgullo de la Institución y beneficio de
las agradecidas almas que la constituyen.
Dicho esto, y ante la cruda y reprochable imagen del colmo al
que pudiera llegar el infortunio, mi primera preocupación se concentra con
preferencia en torno a los libros y todo ese delicado material que compone la
Biblioteca, que en total llega a varios miles de ejemplares, incluyendo colecciones
completas, advirtiendo categóricamente que éstos corren el riesgo de
estropearse con daños irreparables, encontrándose arrumados en “conteiners de transporte”, expuestos a la inclemencia de los
cambios climáticos a la intemperie a una altura de 2600 m. sobre el nivel del
mar. Peores enemigos son difíciles de encontrarles.
Compuertas inseguras que al abrirlas exponen los libros a todo tipo de agresión. |
Los cuatro (4) contenedores supuestamente acondicionados para
servir como resguardo provisional de la Biblioteca, adolecen de toda protección
climática, lo que hace que generen peligrosa humedad en su interior, careciendo
igualmente de ventilación ambiental regulada con calefacción. Agréguese a esto
la calamidad del olor contaminante proveniente de un asadero campestre establecido
en su estrecha vecindad, que impregna las superficies de los contenedores
llegando a colarse a sus interiores. Para peor de cosas, éstos están provistos
de un techo a dos (2) aguas que se recogen en gárgolas o canaletas, que infelizmente
y con frecuencia se encuentran atascadas, a razón de la continua muda en el follaje
de los árboles que les brindan sombra. Al abrir las compuertas en sus costados
para acceso a su interior, temerariamente se expone su contenido a la directa
acción del viento que levanta humedad y mugre, saturado a veces con los vapores
del asadero. A esto se suma la fragilidad de los vidrios de las ventanas
empotradas en los laterales frontales, a través de las cuales se permite, tanto
el fácil sondeo del contenido en sus interiores, como el deterioro de éste por acción
de la luz solar, agregándose además su inminente exposición a cualquier agresión
de sabotaje.
El agua de lluvia se cuela
fácilmente a los interiores. |
Uno de mis hobbies adquiridos en mis años fondeado en las aguas
tranquilas da la jubilación, es la restauración, conservación y
reencuadernación de libros viejos o antiguos, que a estas alturas domino y
practico muy complacido y entusiasta, en un círculo especial para amantes de
estos tesoros como lo soy yo. Así que me vanaglorio de conocer a fondo no sólo el
enorme valor de estos objetos, que íntimamente han acompañado la evolución de
la humanidad, sino muy especialmente lo delicados que siempre han sido. Descuidando
su protección contra la humedad, las imágenes y finezas editoriales son las
primeras en deteriorarse, las tintas se desvanecen y alteran haciendo que los
textos se tornen ilegibles, la oxidación del papel se acelera originando
manchas horrorosas, la goma que les da consistencia se disuelve causando que
sus páginas se peguen unas con otras, y así más desastres incalculables.
Una biblioteca enjaulada es una biblioteca muerta. Fallece de
inmediato cuando se le cohíbe de las miradas y caricias de los que procuran sus
libros. A ese horripilante enclaustro
no llega el curioso visitante, el amante de los libros, el investigador
apasionado, porque por suerte no tienen acceso alguno, salvándose así de ver el
más triste y traumatizante desabrigo. En ese embebido ambiente no
sobrevive ni el polvo, que a propósito de aquél que con el tiempo se acumula en
el canto superior del libro colocado recto en el estante en que se le cuida, éste
está reconocido como su más sagrado y misterioso protector, que no sólo retarda
su envejecimiento, sino que le aporta aquel perfume sui
géneris de tesoro invaluable. Al desempolvar una estantería de libros,
lo que naturalmente se recomienda efectuar con cierta frecuencia, el plumero o
la bayetilla no deben tocar los propios libros, existiendo el truco de cogerlos
de dos en dos, y para librarlos del polvo excedente, es sólo golpear levemente sus
pastas una contra otra, por una sola vez.
He osado valerme de una descripción muy personal y artesanal, sobre
el debido trato a los libros, apenas tocando una pequeñísima parte de una de
las profesiones más antiguas y sofisticadas en la historia de la humanidad: la
de bibliotecario, que en nuestros días corresponde a una de las más exclusivas
artes para la que se cursan estudios universitarios, tales como Licenciatura en
Biblioteconomía y Archivonomía, o sea para la formación de Bibliotecarios y
Archivistas en lengua coloquial, y si se desea de mayor esnobismo, en las
escuelas más lanzadas y Facultades de Filosofía y Letras, se otorgan títulos de
Licenciatura en Bibliotecología y Ciencias de la Información. Con esto quiero
por el momento, llegar a la suave conclusión de que en nuestro triste caso,
todo indica la crucial ausencia de ilustración, en primer término, y de
profesionalidad en definitiva, en el intento de crear, mantener y administrar una
biblioteca con los valiosos libros y documentos, que con los años se han venido
acumulando en los archivos del Comando de la Armada.
Valiosas colecciones apiladas por falta de espacio. |
Esta catástrofe demanda una aclaración de lo acontecido, que fácilmente
se podría abordar mediante una escueta cronología del éxodo al que la
Biblioteca ha sido con los años injustamente sometida, pero no mucho ganaríamos
con ello, además de que en absoluto es mi intención ir en procura de
responsables, ni mucho menos atreverme a señalar procedimientos o maniobras institucionales,
que en alguna forma hubiesen podido contribuir a la desgracia que traigo a
colación. Basta entonces con aclarar que aquí tenemos el triste resultado de un
largo fenómeno de degradación o depreciación, cuando el establecimiento de
prioridades se hace ineludible. Agréguese a esto lo que comúnmente y con ironía
llamamos “gajes del oficio”, que tan folclórica- y elegantemente
encubre nuestras maniobras, al vernos forzados a tomar decisiones contrarias a
lo que a la sazón se pudiera considerar de mayor popularidad.
Es digno de agregar que durante el éxodo que se inicia a
mediados del segundo semestre de 1997, no sólo se registran penosos traslados
de la Biblioteca con la extraña tendencia en ir mermándose la calidad y
funcionalidad de su albergue, con el consecuente corte de personal y cercenamiento
de sus inventarios, sino que dichosamente también se destacan acontecimientos gratos,
brindándonos el consuelo de que no faltan las buenas intenciones, y mucho menos
los talentos, con los que no sólo podamos enjuagar nuestras penurias, sino en
los que con confianza depositamos nuestra esperanza de que con ellos no todo está
perdido. Entre éstos están registradas las creaciones de la Secretaría de
Historia Naval, y del Consejo de Historia Naval en orden cronológico.
La primera creada en 2004 y reforzada con una celosa y dinámica
Jefe en 2009, tiene como objetivo general “Resaltar la
importancia histórica de la Armada Nacional”, y entre sus 31 tareas
específicas valen realzar: “Garantizar la conservación y
custodia de los bienes del patrimonio Histórico Militar” y “Preservar y mantener el archivo histórico, con la debida
explotación de sus fuentes”. El segundo mencionado, creado en 2005, es
un importantísimo órgano consultor externo de carácter honorario, compuesto a
la sazón por nueve distinguidos miembros, entre los que se encuentra nuestro
compañero y amigo Director de esta formidable Cyber Corredera, amante innato de
la Historia, quien siendo Vicepresidente del Consejo, cuenta con los
instrumentos y certeramente maneja sus influencias junto con sus colegas, en
aras de la loable tarea de restauración de la Biblioteca.
En definitiva se puede concluir que, no obstante haberse
discutido soluciones alternativas respecto al albergue de la Biblioteca,
llegándose inclusive a presentar un diseño anteproyecto, meramente
arquitectónico, para nuevas dependencias, nada en concreto se ha registrado desde
el triste enclaustro de ésta en febrero de 2013, que pudiera siquiera dilucidar
un cambio radical en las presentes condiciones establecidas para la Biblioteca
de la Armada Nacional, nuestra Biblioteca, por lo que sin ir a mermar en forma
alguna la severidad y contundencia que empapan mis palabras, me atrevo a corroborar
que por desgracia ésta se encuentra hoy en una situación equívoca, a un momento
equívoco, y en lugar equívoco. O sea que este estado anfibológico antonomásticamente
no le corresponde existiendo una solución, cuya receta y su aplicación están en
las manos de todos, que son muchos, los llamados a su auxilio.
Seguro que mis líneas, producidas con las mejores intenciones y
todo el respeto que demanda el delicado tema, producirán la añorada reacción, doy
gracias por la atención prestada permitiéndome recordar las palabras de Alexander Pope [1688-1744]:
Errar es humano, perdonar
es divino, rectificar es de sabios.
Terminado con las máquinas.
El insólito éxodo de la Biblioteca de la Armada Nacional.
Considerando de valor histórico lo acontecido con la Biblioteca,
en sus cuarenta y cinco (45) años que lleva de vida, cumplo con mi compromiso
personal de incluir esta sencilla e inédita cronología sucinta, producto de un consagrado
trabajo investigativo, que ilustra sobre la deplorable animadversión que contra
ella, se profesa desde los primeros años de su existencia. El desastroso
cercenamiento de sus valiosas reliquias heredadas, y los daños físicos causados
por el mal trato a los libros y documentos que logra conservar, son
irreparables e irreversibles.
Cronología sucinta.
1970 - Creación de la Biblioteca de la Armada Nacional.
Funciona en el segundo (2º) piso de la Armada, junto a la
Ayudantía General del Comando. Una ubicación preferencial, posiblemente no tan
apropiada, considerando el tráfico de visitantes y consultantes.
Dirección: Av. Calle 23 con Carrera 54. Bogotá, D. C., Cundinamarca.
Dirección: Av. Calle 23 con Carrera 54. Bogotá, D. C., Cundinamarca.
1975 - Desastroso cercenamiento de las colecciones de la Biblioteca.
Apenas cumplidos cinco (5) años de vida, por una supuesta orden o
sugerencia del Comando General de las FFMM, consistente en la integración de
las bibliotecas existentes en las Fuerzas Armadas en una sola, bajo la responsabilidad
de la Biblioteca Tomás Rueda Vargas, el Comando de la Armada (COARC) ordena la
entrega de los más valiosos tesoros, libros y colecciones incunables.
Se cuenta que uno de los trucos optados por algunos de los más
fieles amigos y servidores de nuestra Biblioteca, en aras de salvar unos pocos
libros y colecciones completas, fue esconderlos en las oficinas del tercer piso
a la sazón vacías. Aun así los funcionarios de la mencionada Tomás Rueda
Vargas, lograron cargar consigo “buena parte” de los más preciosos tesoros de
Historia Naval e Historia de Colombia.
Infelizmente se puede sospechar que esta desastrosa violación perpetrada
a las más sagradas entrañas de la Biblioteca, desgraciadamente pudieran haberla
marcado de por vida, haciéndola injustamente víctima del más horrendo desdén y descarada
discriminación, por parte de quienes por el contrario debieran ser sus protectores
y benefactores, como se verá y se hará palpable en el resto de los asientos que
siguen en esta cronología.
1997 - Primer traslado de la Biblioteca.
Por orden del Comando de la Armada (COARC) pasa a funcionar en
la Casa de la Esmeralda, haciendo parte del Centro de Estudios Históricos y
Estratégicos (CEHEA). Excelente ubicación con beneplácito de todas las partes.
Posiblemente no tan prudente en consideración con la confidencialidad que marca
las actividades del CEHEA.
Dirección: Carrera 54 No. 44A-27 Barrio La Esmeralda. Bogotá, D.C., Cundinamarca.
Dirección: Carrera 54 No. 44A-27 Barrio La Esmeralda. Bogotá, D.C., Cundinamarca.
2004 - Creación legal de la Secretaría de Historia Naval (SEHISNA)
Organismo de estudios históricos a disposición del Comando de la
Armada (COARC), dedicada a la investigación y custodia de las tradiciones
navales. Dependiendo directamente de la Ayudantía del COARC, y atendiendo el
plan de Transformación de la Armada Nacional, Segunda Fase, es creada con una
División de Estudios, Archivo Histórico y Biblioteca. Sus dependencias físicas
estarán ubicadas en las instalaciones de la Dirección General Marítima (DIMAR).
Su objetivo general es: “Resaltar la importancia histórica de la
Armada Nacional y su poder naval como el conjunto de unidades y posiciones que
constituyen la fuerza de la Nación Colombiana en el mar”. Es decir, la
relevancia que ejerce la fuerza Naval del Estado Colombiano en su propia
organización, proyección Naval y geopolítica hacia terceros Estados.
Entre sus 31 Objetivos Específicos se destacan: 3) Recolección
de documentación histórica, coordinación y apoyo administrativo a las labores
de recopilación, desarrollo y difusión de la memoria histórica Institucional,
así como la asesoría para la formulación de directrices que fomenten el
fortalecimiento de la historia naval. 13) Garantizará la conservación y
custodia de los bienes del patrimonio Histórico Militar. 20) Preservar y
mantener el archivo histórico. La conservación de los archivos o fuentes y su
explotación son las dos misiones fundamentales de la oficina de historia de la
Armada. 31) Dotar a la Biblioteca de la Armada Nacional con una base de datos
integrada a la red de Bibliotecas Nacionales.
2005 - Segundo traslado de la Biblioteca.
Por orden del Comando de la Armada (COARC), de conformidad con
lo anunciado en el punto anterior, la Biblioteca pasa a funcionar en el cuarto
(4º) piso de la Dirección General Marítima (DIMAR) implicando reducción de
personal y material.
Trágica determinación que destroza la Biblioteca. En conexión
con su traslado, gran parte de su valioso inventario bibliográfico desaparece
sin razón, quedando sólo algún material netamente histórico.
Dirección: Carrera 54 No 26 – 50. CAN Bogotá D.C. Cundinamarca.
Dirección: Carrera 54 No 26 – 50. CAN Bogotá D.C. Cundinamarca.
2005 - Creación del Consejo de Historia Naval (COHISNA)
Integrado por una distinguida selección de altos Oficiales en
servicio activo o en uso del buen retiro y Civiles, amantes todos de la
Historia, invitados por el Comando de la Armada (COARC) como Asesores y
Consejeros.
Órgano consultivo de carácter “ad-honorem”,
con la misión de ser un apoyo para la Armada en el rescate de documentos,
archivos, libros y elementos con valor histórico; divulgación de la Historia de
Colombia, reevaluando y exaltando las grandes hazañas y acontecimientos de la
Historia Naval de Colombia dentro y fuera del país. Cuenta en la actualidad con
nueve ilustres miembros.
2006 - Marginación de la Biblioteca.
Por orden del Comando de la Armada (COARC), es trasladada del
cuarto (4º) piso de la Dirección General Marítima (DIMAR), al sótano de sus
instalaciones.
Insólita determinación ocasionando penoso malestar e
incomodidades para el personal, y maltrato del material archivado. La operación
con un traslado afecta negativamente la organización física de la Biblioteca.
El trasteo de pesadas cajas con libros y documentos, muebles, estantería,
material de oficina, etc., etc., requiere a la vez tiempo y es una maniobra
agotadora.
2009 med. - Incorporación de Oficial Jefe de la Secretaría de Historia Naval.
Como Jefe de la Secretaría de Historia Naval (SEHISNA) se
incorpora una TK Historiadora (Universidad Industrial de Santander), Licenciada
en Ciencias Sociales (Universidad de Pamplona) con Maestría en Historia, entre
otras meritorias experiencias.
Su misión con la más alta prioridad es rescatar, revivir y
reorganizar la Biblioteca de la Armada Nacional. Uno de sus primeros logros en
beneficio de ésta es conseguir sacarla del sótano en la que estaba marginada,
procurándole mejor ubicación y comodidades en el primer (1er) piso
en las mismas instalaciones de la Dirección General Marítima (DIMAR).
2012 agosto - Desalojo de la Biblioteca de los locales de la DIMAR.
A razón del aumento en la planta de personal, acompañando el
imperioso crecimiento institucional de la Armada Nacional, y aludiendo a la
inminente necesidad de amplias áreas de trabajo para el elemento humano, la
Dirección General Marítima (DIMAR) solicita al Comando de la Armada (COARC) que
la Secretaría de Historia Naval (SEHISNA), desaloje los locales en que se
encuentra, y como alternativa sugiere que ésta reubique sus archivos y
documentos históricos, pasándolos provisoriamente a contenedores que se
proyectan instalar en el espacio exterior de los campos deportivos de DIMAR, en
los que tendrían seguridad física y las mejores condiciones posibles para su
conservación y uso.
Es de elemental comprensión que la alternativa con los
contenedores no es la mejor de las opciones, si se tuvieron otras. Lo que se
gana liberando espacio para dedicarlo a otras prioridades, se pierde con creces
al exponer la Biblioteca a las peores condiciones climatológicas y ambientales.
2012 agosto - Desahucio de la Biblioteca.
Por orden del Comando de la Armada (COARC), a solicitud de la
Dirección General Marítima (DIMAR), la Secretaría de Historia Naval (SEHISNA) debe
desalojar los locales en que se encuentra, y trasladar sus inventarios de
libros, documentos y material conexo a los contenedores sugeridos e instalados por
DIMAR.
Orden fulminante que se veía venir, pero no con la premura como
ocurre, originando el más desconsiderado trauma en las filas del personal de la
SEHISNA. Además, esta solución que aparentemente se considera provisoria, es en
la práctica una incalculable e irreparable desgracia moral y material que se
registra en las páginas de la historia de nuestra Armada. Se habla de una
posible reubicación en una casa cercana al Centro de Administración Nacional (CAN),
e inclusive en algún rincón en sus instalaciones, pero de meros planes
tentativos no pasan.
2013 febrero - Vergonzoso enclaustro de la Biblioteca.
En cumplimiento de la orden del Comando de la Armada (COARC),
la Secretaría de Historia Naval (SEHISNA), procede a la penosa labor de la
reducción de la Biblioteca trasladándola a los incómodos contenedores
metálicos.
Los libros de la Biblioteca no sólo quedan enjaulados expuestos a
deteriorarse, sino ésta es decapitada, quedando su Jefe, administradora y protectora,
instalada en lontananza en el cuarto (4º) piso el edificio Bachué a 30 minutos
de trasporte automotriz. Hay corte de personal y consecuentemente el servicio de
biblioteca se reduce a lo más mínimo, atendiendo sólo solicitudes muy
exclusivas.
2015 julio.
Terminándose este mes de julio, absolutamente nada se ha
registrado que indicara siquiera una tendencia, en dirección a una mejora de la
triste situación de nuestra Biblioteca Naval, por lo que consecuente- y lamentablemente
debamos resignarnos durante un largo tiempo más, a vivir con la amarga
sensación de que en nuestra Armada Nacional, se tengan serias dificultades para
la puesta en marcha de la urgente tarea de vindicar su propia y drásticamente averiada
“Conciencia Histórica Institucional”.
Luis Eduardo Schroeder Soto.
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